Capítulo 10.

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Brigitte.

Si no hubiera sido por los caballos, Brigitte y Piper podrían haber muerto. Jason y Percy se atacaron el uno al otro, pero Tempestad y Blackjack se resistieron lo suficiente como para que ambas hijas del amor pudieran salir de la carretera.

Se arrastraron por el arcén y miraron atrás, sorprendidas y aterrorizadas, mientras los chicos chocaban espadas: oro contra bronce. Chispas volaron. Sus hojas se volvieron borrosas: atacando y esquivando, y la carretera tembló. El primer intercambio apenas duró un segundo, pero Brigitte no podía creerse la velocidad que tomaron las espadas. Los caballos se apartaron el uno del otro, Tempestad tronando en protesta y Blackjack agitando sus alas.

—¡Basta! —Gritó Piper.

Por un momento, Jason prestó atención a la voz de Piper. Sus ojos dorados se volvieron hacia ella, y Percy atacó, haciendo chocar su hoja contra Jason. Gracias a los dioses, Percy giró su espada, quizás a propósito o quizás accidentalmente, para que el mango golpeara el pecho de Jason; pero el impacto fue lo suficientemente fuerte como para derribarlo de la silla.

Blackjack retrocedió a medio galope mientras Tempestad se encabritó, confuso. El espíritu equino corrió hacia los girasoles y se disipó en un halo de vapor.

Percy espoleó a su Pegaso para que se girara.

—¡Percy! —Gritó Brigitte—. Jason es tu amigo. ¡Baja tu arma!

Percy bajó el brazo con el que llevaba el arma. Brigitte y Piper quizás pudieran ser capaces de ponerlos bajo control, pero por desgracia, Jason se puso de pie. Jason rugió. Un relámpago brilló por el cielo azul. Rebotó en su gladius y derribó a Percy de su caballo.

Blackjack relinchó y salió volando hasta los campos de trigo. Jason atacó a Percy, que estaba de espaldas, con sus ropas humeando del impacto con el relámpago.

Durante un terrible momento, Brigitte no tuvo voz. Gaia parecía estar susurrándole:

—Debes escoger uno. ¿Por qué no dejas que Jason le mate?

—¡No! —Gritó Piper—. ¡Jason, para!

Se congeló, con su espada a escasos centímetros de la cara de Percy. Jason se giró, y la luz dorada de sus ojos parpadeó, extrañada.

—No puedo parar. Uno debe morir.

Había algo en su voz... no era la de Gaia. No era Jason. Fuera el que fuera estaba hablando con voz entrecortada, como si el castellano fuera su segunda lengua. Esa voz era familiar, horriblemente familiar.

—¿Quién eres? —Preguntó Brigitte.

La boca de Jason se torció en una extraña sonrisa.

—Ya nos conoces, pequeña Brigitte Leclair, después de todo luchamos recientemente. Somos los eidolones. Volveremos a vivir de nuevo.

—¿Eidolones? —La mente de Brigitte se aceleró. Había estado estudiando todo tipo de monstruos en el Campamento Júpiter toda su vida, pero aquí el nombre no le era familiar—. ¿Son... son algún tipo de fantasma?

— Él debe morir —Jason devolvió su atención a Percy, pero Percy se había recuperado mientras ellos hablaban.

Le pegó una patada que hizo que Jason cayera en redondo. La cabeza de Jason golpeó el asfalto con un sonido nauseabundo. Percy se preparó.

—¡Basta! —Gritó Brigitte de nuevo, pero su voz no poseía ni rastros del encantahabla.

Estaba gritando de pura desesperación.

Percy levantó a Contracorriente por encima del pecho de Jason. El pánico taponó la garganta de Brigitte. Un lado de ella quería atacarle sabiendo que era mucho mejor en espada que ella solo para defender a su hermano, otro lado no quería enfrentarle, por si lograba hacerle daño.

The heroes of Prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora