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Su amistad surgió de manera bastante simple y corriente, se conocieron dentro del salón de clases en su primer año de primaria y justo compartieron el mismo largo banco, sentándose al lado del otro y casi ignorando la presencia del otro

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Su amistad surgió de manera bastante simple y corriente, se conocieron dentro del salón de clases en su primer año de primaria y justo compartieron el mismo largo banco, sentándose al lado del otro y casi ignorando la presencia del otro. Sino fuera por Hyunjin y sus lapices brillosos que su madre le había comprado para la escuela.

El pequeño azabache sintió unos ojos mirandolo y se topó con el pecoso, que observaba con atención los lindos lapices decorados con brillantina que tenía. Hyunjin se sentía cautivado ante esos grandes e inocentes ojos, con labios que se abrían y cerraban incapaces de pronunciar lo que quería pero por suerte el más alto pudo entenderlo.

—¿Quieres que te preste mi lápices? –el rubio asintió con la cabeza, dirigiendole una mirada timida–. Ten, saca –no pudo evitar reír por lo rojas que estaban las mejillas del contrario mientras tomaba uno de los lápices para colorear su dibujo.

Así fue como comenzó su amistad, con lapices de colores y almuerzos compartidos, intercambiando entre ellos lo que había en su lonchera. Fue una amistad que surgió así nomas, pequeñas charlas y bromas en el banco del aula a salidas de juegos e ir a juntarse en la casa del otro.

No hubo una razón ni nada especial para que su amistad surgiese, simplemente pasó.

E incluso con los deslices, su unión se mantuvo intacta. Incluso si tuvo que recoger los pedazos de un pequeño que estaba roto, incluso si se lastimaba al hacerlo y a veces podía recibir sus ataques, Hyunjin permaneció allí.

Incluso en este momento mientras caminaban tomados de la mano hasta la casa del rubio luego de que este confesase haber asesinado a alguien, Hyunjin seguía allí.

Lo estuvo mientras tenía 6 años y escuchaba a su amigo divagar acerca de un lindo niño de mejillas regordetas, lo estuvo cuando el pequeño le había confesado que le rompió el ala a un pájaro y contaba sobre lo que le decía la señorita Choi, lo estuvo cuando se enteró en las noticias acerca del caso de la señora Lee, lo estuvo mientras iba a visitarlo al hospital y luego a su nueva casa, lo estuvo mientras calmaba sus ataques y lo abrazaba con fuerza, recibiendo los arañazos, golpes e incluso manos que llegaron a ahorcarlo.

Estuvo en cada momento, en cada brillo, en cada ruptura, estuvo allí disfrutando de los rayos del sol y luego recogiendo las piezas.

Y seguía aquí, preguntándole a sus padres a través de una llamada si podía quedarse a dormir esta noche con Felix y recibiendo una respuesta afirmativa; estaba aquí hablando, incluso bromeando y jugando como siempre hacían para luego terminar acurrucados en la suave cama del pecoso. Hyunjin envolviéndolo entre sus brazos, protegiéndolo de la oscuridad en su cabeza, mumurando palabras dulces y de consuelo.

—Jinnie –murmuró, su voz sonaba tan frágil y pequeña.

Ante sus ojos, Felix era alguien tan frágil y pequeño, aún con todo lo que sabía, aún con lo que había hecho, Hyunjin solo podía verlo como todos estos años lo había visto, como su pequeño y adorado sol que nunca se le permitió brillar, oculto entre una gran oscuridad porque aquella mujer estaba tan mal que simplemente pasó todos sus males a su hijo, diciéndole que nunca brillaría realmente hasta conseguir a alguien.

Sweet Bite || JilixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora