16

1.1K 233 53
                                    

c o n w a y

El último día en York lo pasamos casi por completo en la habitación de September a petición mía. Solo quería... estar con ella, charlar de todo lo que no podríamos hablar en persona hasta que nos volviéramos a ver, abrazarla hasta que se me durmieran los brazos... September era una 'persona bunker', tal y como Benedict decía. Alguien que era tu refugio seguro, de tu confianza completa a pesar de no visitarlo muchas veces.

No imaginé nunca que el primer día de vernos en persona ya tendríamos la confianza de tener contacto físico sin espantarnos el uno al otro. Es más, jamás pensé que acabaría en York visitando a una chica a la que le critiqué una pregunta de un foro estudiantil.

La vida es una cadena de imposibles que, de vez en cuando, se les cae las dos primeras letras, dejándonos pequeños hilos de momentos inolvidables.

―No quiero irme aún ―murmuré después de comer, mientras hablábamos tumbados en su cama.

―Y yo tampoco quiero que te vayas, pero es hora... Septiembre solo dura treinta días ―bromeó en un susurro, usando su nombre en la metáfora.

―La próxima vez podríamos hacer que durara cincuenta y cinco, como mínimo...

―Me parecería perfecto.

No sabía exactamente cómo funcionaban las relaciones a distancia. Hablo de amistad, ojo, aunque puede referirme a cualquiera. No sabía si la cosa se enfriaría una vez pisara Londres, si volveríamos a vernos, si September quisiera poner punto y final a eso que teníamos... No sabía absolutamente nada, y eso me hacía temer.

―Vamos a seguir hablando, ¿no?

Se me escapó. De verdad que se me fue la lengua sin darme cuenta.

―Claro que vamos a seguir hablando. ¿Qué clase de pregunta es esa, Conway? ―preguntó casi ofendida, dándose la vuelta hacia mí. Giré mi rostro y la miré―. A no ser que tú no quieras.

―Sí, claro que quiero.

―Entonces dejar de hacer preguntas tontas, bobo.

Su mano se movió hacia la mía y nuestros dedos se entrelazaron. September, que había llevando la mirada a nuestras manos, la subió hasta mis ojos. Su mano libre ascendió hasta mi pelo y sonrió un poco mientras me apartaba un par de rizos de la frente.

Cuanto más la miraba, más diferente la encontraba de su hermana gemela, y más preciosa me parecía. A cada lunar, a cada pliegue, a cada vello, a cada pequeña cicatriz...

―La semana que viene ya voy a ir a ver un apartamento con Tiana ―susurró al cabo de unos minutos en silencio.

Esas palabras hicieron que mi corazón se encogiera un poco. Cada vez me parecía más real la idea de que ella se quedaría a York para siempre.

―¿Ya?

―Sí, porque en junio ya debemos dejar la residencia...

―¿Y Tanner?

―Tanner dice que quiere quedarse, pero es mentira. Quiere volver a Londres, pero se va a quedar aquí por mí, lo cual no me gusta ni un pelo. Estoy tratando de que se marche.

―Vaya... ¿Tiana quiere quedarse?

―Tiana quiere cualquier cosa menos volver a Italia de forma permanente. Dice que Italia es para temporadas, no para vivir, o al menos para ella. ―Sonrió de lado.

―¿Y tú?

―Sabes la respuesta.

―En realidad, sé la respuesta pero no la razón. Pero, bueno, si algún día puedes, espero que me lo cuentes... ―Carraspeé―. Aún así, sé que te gusta este lugar, porque se te nota, pero temo una cosa...

55 días de septiembre ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora