Capítulo 1

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Junio de 2005

Los grilletes emitían un sonido hueco mientras el guardia me empujaba por los pasillos de la prisión. Me pateó con su rodilla en la espalda para que me enderezara y la brusquedad del golpe me causó dolor.

—Camina —ordenó con sequedad.

Dimos la vuelta por los oscuros recovecos del edificio y salimos a la parte administrativa donde me informaron que alguien me esperaba. Y allí estaba Jude, siempre era Jude. Con su traje de camisa blanca y corbata negra. Me sonrió con tristeza y le extendió un documento al oficial de la entrada.

—Qué afortunado eres por tener a alguien que aún quiera sacarte de aquí —siseó el guardia soltando las esposas. Yo me froté las marcas rosadas de las muñecas y le hice una mueca con altivez.

Me llevaron a un cuarto detrás de una de las oficinas y me entregaron mis pertenencias. Como ignorando el paso del tiempo, mi campera de cuero negro, mis botas y mi pañuelo todavía conservaban ese aroma al pasado. Suspiré con una mezcla de satisfacción y nostalgia al ponérmelas.

—Nos vemos en un año o dos —se burló el policía detrás de la ventanilla —si es que puedes resistir más de eso sin que tengamos que traerte de nuevo. Te estaremos vigilando, Becker.

Afuera, Jude jugueteaba con unas llaves apoyado en una Honda CB 400 N de color azul.

—Te debía una disculpa, Samm —dijo arrojándomelas.

—No tenías porqué —me acerqué y acaricié el asiento de cuero disfrutando del olor a nuevo—. Es bellísima, Jude, me encanta. Gracias.

—Sin embargo, deberías pensar en cambiar algunas cosas, ¿no crees? —inquirió Jude entregándome el juego de llaves de mi apartamento—. He pagado también las cuentas y el alquiler, es lo menos que podía hacer.

—No entiendo por qué te importa tanto —me rasqué la nuca —si al final es cierto. Soy una decepción para todo el mundo —suspiré resignado.

El aire fresco de la mañana y el calor del sol en mi piel me hicieron sentir vivo. Jude volvió a sonreír y me guiñó con complicidad.

—Solo mantente alejado un poco de los clubes y las peleas, ¿va?

—Está bien, lo intentaré —me subí a la motocicleta y me despedí haciéndole un gesto con la mano como en la milicia. 

Salí a toda velocidad por el estacionamiento de la penitenciaría y el viento me revolvió el cabello castaño oscuro y corto. Por fin podía volver a disfrutar de mi libertad.

* * *

Conocí a Jude cuando él apenas acababa de entrar en la universidad y yo era un adolescente rebelde de quince años. Me tropecé con él durante una confusión con la policía y Jude no dudó ni un instante en arriesgar su pellejo para cubrirme. Nos entendimos desde el principio. Jude venía de una familia pudiente para la que trabajé de jardinero por varios meses gracias a él y desde ese entonces nos volvimos muy buenos amigos. Yo lo admiraba porque a pesar de que sus padres murieron en un accidente automovilístico, faltándole a él dos años para recibirse, Jude jamás perdió el rumbo y se graduó dela universidad un año antes y con honores. Ahora era un profesional de renombre dueño de una firma bastante reconocida que su padre, el famoso abogado Alexander Hall, le había dejado y se la pasaba sacando de la cárcel al único cliente que no podía pagarle, yo. 

Jude era como un hermano mayor para mí. Cuando a mi madre le diagnosticaron cáncer un año y medio después de conocernos, él se ofreció a pagar todas sus medicaciones y tratamientos porque los pocos trabajos temporales que yo lograba conseguir no alcanzaban y aunque ella murió a los pocos meses, la generosidad de mi amigo fue invaluable para mí. Jude decía que lo hizo porque yo era incondicional con él, sin embargo, yo sentía que le debía tanto que en el momento en que él comenzó a dirigir la firma de abogados, me avoqué a la misión de proteger sus intereses. Él no quería, mas nunca pudo disuadirme de hacerlo. Si algún socio lo traicionaba, ala semana ese mismo sujeto aparecía en las noticias con la nariz rota, un par de dientes menos y yo detenido en la comisaría. Jude siempre terminaba pagando mis fianzas y advirtiéndome para que dejara de hacerlo o la próxima vez podría no tener tanta suerte. No sé por qué no le hice caso.


La razón por la que me encerraron la última vez fue por darle una paliza a un socio estafador que le robó una cuantiosa suma a la compañía y trató de convencer a todos de que había sido Jude. No obstante, creo que intentar sacarle una confesión a golpes no fue la manera más apropiada de hacerlo hablar. No murió por mi causa, pero terminó suicidándose esa misma noche por la vergüenza y me encarcelaron por homicidio culposo avalado por mis antecedentes, los cuales eran varios. Jude tenía razón, necesitaba corregirme y talvez volver a la universidad.

Al abrir la puerta de mi departamento, encontré todo exactamente como lo había dejado. La pila de diarios sobre la mesa, el libro en el sofá, solo que la taza de café estaba limpia esperando junto al freadero para ser guardada. Aun así, experimenté una inquietante sensación de vacío. Me saqué la camiseta y no pude evitar observarme frente al espejo de la entrada. Era extraño, me costó reconocerme por el tiempo que había pasado. El hombre de veinticinco años que me devolvía la mirada quiso sonreírme, pero yo lo escudriñaba tratando de ver algún rastro del Samm de antes.

—Ahora las cosas serán mejores —me susurraba y yo quería creerle, sin embargo, el peso de mis errores del pasado no desaparecería tan fácilmente.

Suspiré con cansancio y fui a ducharme y mientras el agua caía por mi espalda, pensé en mi amigo y me resultó casi imposible ignorar que él también tenía una parte de su vida que yo desconocía. Jude conservaba su faceta misteriosa y yo debía respetarla. Todos guardamos secretos que no queremos contar ni a nuestras personas más cercanas y vaya que yo tenía los míos. 


Dos horas después estaba acostado en mi cama recordando a mi madre y pidiéndole perdón por todo lo que hice mal en la vida. Era consciente de que me había descarrilado luego de su muerte, no podía encontrar el camino de vuelta y ya no sabía qué hacer. No quería seguir siendo una carga para Jude, pero simplemente no podía evitar protegerlo, él era la única familia que me quedaba.

Si no estuvieras túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora