Capítulo 11

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Samm

A Rosie le encantaba colorear mis tatuajes. Su preferido era el de mis costillas, un lobo aullándole a la luna. Cada que estábamos solos, ella aparecía con sus marcadores y me pedía que me quitara la camiseta para acostarme y poder pintar a gusto. Otras de sus actividades favoritas eran subirse a mi espalda cuando yo entrenaba, que la persiguiera por todo el departamento o hacerle caballito hasta caer exhaustos. A veces, también nos acurrucábamos en el sofá y nos quedábamos dormidos después de leer un cuento o ver una película.


A los pocos meses, terminé encargándome de cuidar a Rosie entresemana por las tardes, a Olive la habían ascendido y ahora volvía casi de noche. Yo acababa de conseguir otro trabajo de mañana como repartidor de agua mineral, así que iba a buscar a Rosie a la escuela al mediodía y la llevaba de paseo sin que su madre se enterara. Eran nuestros pequeños secretos. 

Su salida preferida fue conocer el zoológico, una sorpresa que empezó desde el momento en el que fui por ella en mi motocicleta y no caminando como siempre solía. Su carita al acercarse hacia mí fue de asombro y emoción. Me quité el casco negro y se lo puse cuidadosamente tratando de no desarmar sus trenzas.

—¿A dónde vamos? —preguntó, yo le ajusté la correa debajo de su barbilla.

—Ya verás —la subí detrás de mí preparando el arnés de seguridad—. ¿Estás lista? —me observó traviesa.

—Sí —respondió con una enorme sonrisa y me abrazó fuerte-mente por la cintura.

Encendí la Honda.

—¡Sujétate bien! —le indiqué acelerando suavemente.

La oí reír mientras el viento nos revolvía el cabello despeinando los mechones que caían sobre mi frente. En cada semáforo, saludó a los conductores que se detenían junto a nosotros, algunos de ellos nos miraron con curiosidad y otros le devolvieron el saludo ala pequeña con diversión. A Rosie le gustaba tanto que supuse que no le habría importado que la salida solo hubiera sido eso, andar en motocicleta. Y creo que debería confesar que tomé el camino largo apropósito solo para poder escucharla siendo feliz un rato más.


Rosie no conocía el zoológico y según lo que me dijo, Olive casi nunca tenía tiempo para ella. Muy pocas veces accedía por cansancio a llevarla a alguna plaza los domingos si su hija se la pasaba todo el día rogándole para ir. Me resultó extraño que no fuera una niña triste siendo que compartía tan poco con su madre y quise compensar esa falta llevándola a lugares que sabía que la sorprenderían o que ella no conocía. 

Me terminé el cigarrillo antes de entregar el dinero al hombre dela boletería y tomándola de la mano nos encaminamos hacia la gran aventura.

—¿Qué animal te gustaría ver primero?

—El león —respondió entusiasmada.

—¿Qué estamos esperando entonces? ¡Vamos! 

Aquella tarde con Rosie me sentí como un niño de nuevo. Habían pasado tantos años desde la última vez que pisé ese lugar que su asombro por los elefantes, las jirafas y los osos fue contagioso. Sin embargo, los que más llamaron su atención fueron los monos y pidió que la tomara en mis brazos para poder verlos mejor, pero yo tenía otra idea en mente.

—¡Qué alto! —exclamó cuando la acomodé detrás de mi cabeza. Subida en mis hombros, me aseguró que casi podía tocar el cielo y ya no se quiso bajar. Fue uno de los mejores días de mi vida.

* * * 

Una semana después fuimos al parque. Yo había llevado una manta para hacer un picnic, una botella de agua y luego de recoger a Rosie de la escuela, fuimos a comprar unos sándwiches para almorzar.

Si no estuvieras túWhere stories live. Discover now