Capítulo 6

4 3 0
                                    

Samm

Era medianoche cuando la vi caminando sola por aquella avenida desierta, lo recuerdo muy bien. Hacía casi un año que yo había vuelto a mi vieja rutina y acababa de salir de mi nuevo trabajo de playero en una estación de servicio luego de un día agotador y, ya que mi motocicleta estaba en el taller, volvía caminando. La primera pregunta que se me ocurrió fue qué demonios estaría haciendo una chica como ella en un lugar como este, tan tarde. Llevaba unos libros y un bolso de mano y no pude evitar pensar que era un blanco demasiado sencillo para cualquier ladrón. Como si el destino hubiese leído mis pensamientos, un sujeto que emergió desde las entrañas de un callejón con un cuchillo en sus manos la interceptó y le ordenó que le entregara la cartera. Aceleré el paso y me interpuse entre él y ella incitándolo a que peleara conmigo. El delincuente se sorprendió al darse cuenta de que su víctima no venía sola y redirigió su atención hacia mí apuntándome con la filosa navaja. Aparté a la chica y le di un puñetazo al ladrón, lo que lo hizo trastabillar, creyéndome con ventaja me abalancé sobre él y recibí la helada hoja metálica con un tajo en el brazo. Me aparté presionando la zona de la herida para detener el sangrado y lo pateé en el estómago para ganar algo de tiempo. Inhalé una bocanada de aire y me tiré sobre él aprisionando el brazo con el que manejaba el puñal debajo de mi rodilla y sin dejarlo responder comencé a golpearlo sin parar. Finalmente, logró liberarse de mí y desapareció por el mismo callejón del que había salido.

—¡Santo cielo! ¿Te encuentras bien? —exclamó ella acercándose a mí—. ¡Estás herido! ¡Necesitas un médico!

—No, no te preocupes —la tranquilicé—. No es tan grave.

Bueno, sí era un poco serio porque en cuanto quise sacarme el abrigo para revisarme el brazo, sentí un tirón tan fuerte que tuve que parar.

—Déjame ayudarte —dijo jalando cuidadosamente de la manga—. Fue muy valiente lo que hiciste, gracias —sonrió y dejó el corte a la vista—. ¡Ay, no! ¡No, no! Esto no está nada bien. ¡Estás perdiendo mucha sangre!

—Tal vez mi pañuelo sea útil —traté de desanudarlo de mi cuello sin éxito. Ella se ofreció a hacerlo y al percibir su delicado perfume cuando se agachó, no pude dejar de pensar en lo bonita que era. 

Improvisó una venda que cubrió la herida, yo me puse de pie quitándome el polvo de encima y le extendí la mano para presentarme:

—Samm Becker, un placer —ella se sonrojó y me devolvió el saludo tímidamente:

—Olive Brown, igualmente.

—Por cierto, no es por ser entrometido, pero ¿a dónde ibas? Es demasiado tarde para que andes sola.

—Lo sé, es que tuve un día largo y recién salgo de trabajar —recogió sus libros—. Estas últimas semanas he estado haciendo horas extra para poder comprarle a mi hija una bicicleta para su cumpleaños como me lo pidió.

—En ese caso, permíteme acompañarte —propuse poniéndome a su lado para seguirla—. No vaya a ser que tengas otra sorpresa desagradable —Olive se ruborizó nuevamente y comenzamos a caminar—. Debe sentirse muy afortunada de tenerte como madre.

—¿Quién? ¿Rosie? —rio.

—Rosie... —repetí reflexivamente —qué nombre tan bonito ¿y qué edad tiene?

—Tres años.

No pude evitar recordar que ese fue el tiempo que había pasado encerrado la última vez cuando tuve la firme convicción de que el futuro ya no existía para mí. «Ojalá no tenga que volver a pasar por una cosa así» pensé distrayéndome por un momento.

—¿Te sucede algo? —preguntó Olive un tanto preocupada.

—No, nada —mentí y continué indagando: —Debe ser una niña preciosa, ¿a que sí?

Si no estuvieras túWhere stories live. Discover now