Lina

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Un chorro de agua tibia me despierta de mi sueño. 

Salto del susto y abro los ojos sorprendida. 

Me encuentro a aquel hombre... a Vane. 

Qué ocurre, qué quiere, Dios... Un montón de pensamientos terribles invaden mi mente y siento miedo. 

- aquí tienes agua caliente para que te asees - dice firme y serio. 

Yo desvío la mirada hacia él por un segundo y veo el barreño con agua. 

Me lanza una espuma que tiene en su mano. 

- no tengo jabón, tendrás que conformarte - se aleja a la puerta - me voy - dice dándome la espalda. - no tengo previsto regresar en poco - explica - te lo repito, esto no es una cárcel, si no quieres estar aquí eres libre de irte - me dice sin mirarme. 

Su tono es firme y autoritario. Es evidente que es un capitán. 

Pasan unos segundos como si esperara una respuesta de mí. Finalmente se fue resoplando algo molesto. 

Escucho sus pasos hasta no oír nada. 

Silencio. 

Me quedo sola. 


Pienso en qué voy hacer. 

Qué debería hacer. 

¿Acaso es cierto lo que dice? ¿puedo irme sin más? 

¿o es una trampa? 

Suspiro indecisa. 

Miro a un lado y veo el barreño de agua. 

Estoy deseando bañarme, sentirme al menos un poco menos sucia de lo que me siento ahora. 

Gira la cabeza y veo que al lado de las venda hay un plato de comida machacada y un cuenco de agua. 

Lo miro pensativa. 

En el caso de que no quisiera matarme, ¿por qué lo hace?

¿por qué ayuda a alguien que no conoce? 

¿por qué lo haría? 

El pensar tanto hace que me duela la cabeza. 

Suspiro y me llevo las manos a la cabeza. 

Miro de nuevo el barreño y me decanto por lo que realmente quiero hacer. 


Ver mi cuerpo desnudo me produjo tristeza y miedo a la vez, estaba llena de golpes, heridas, cortes, quemaduras y restos de que suciedad y semen de hombres que me violaron. 

El contacto con el agua caliente dolió, dolió mucho, pero debía hacerlo, pasar un día más oliendo y sintiéndome lo sucia que me sentía me desesperaría. Además, me puse las vendas que me dio, eso impediría que sangrara más. 

Luego comí y bebí, poco, pero lo hice, sentía que poco a poco iba mejorando. Esta noche dormí como hacía tiempo no lo hacía, no entiendo por qué ya que todavía no puedo decir que estoy en un lugar seguro... 

Por que no puedo decirlo... ¿verdad?

Me quedo pensativa. 

Qué debería hacer. 

¿debería huir? 

Pero, ¿huir a donde? 

Miro por la ventana, entre las maderas que él clavó para impedir que me tirara por ella, claramente lo haría si me viera en peligro de nuevo. 

Luego miro a la puerta. 

¿será verdad...

Me dirijo a al puerta con la duda en la cabeza y lentamente giro el pomo hasta abrir la puerta. 

Con sigilo y en alerta, recorro el pasillo hasta llegar a unas escaleras, las bajo y llego hasta un salón, toda la casa está vacía y en silencio, apenas hay muebles o cosas, veo la puerta principal, me acerco y la consigo abrir para mi sorpresa. 

La luz del sol me golpea la cara. 

Silencio, tan solo los ruidos de la naturaleza se escuchan. 

¿será cierto? ¿puedo irme si quisiera? 

Doy un paso hacia delante. 

Libertad. 

Doy otro paso, y otro más. 

Libertad, la ansiada libertad. 

Camino más rápido, más emocionada. 

En eso, siento un fuerte pinchazo en mi interior que hace que me detenga de golpe y jadee de dolor, mis heridas no estás curadas.

Me agacho hasta caer en el suelo. 

Jadeo y respiro profundamente tirada en el suelo. Me duele, me duele todo. 

En eso, se oyen voces de hombres. 

Mi cuerpo de paraliza. Mi sangre se hiela. 

Voces de hombres. 

Sus risas. 

Hombres. 

Cerca. 

Cerca de mí. 

Entro en pánico. Van a venir a por mí y me van a raptar de nuevo. 

Dios mío. 

Debo huir. Debo huir. 

Con todo el esfuerzo que mi cuerpo me permitía me levanté jadeando y retorciéndome del dolor. Noté como mis heridas se abrían y brotaba sangre de nuevo. 

Pienso. Pienso qué hace, a dónde ir. 

Solo tenía una cosa clara, debía alejarme de los hombres. No debían verme. 

Recuerdos terroríficos de cuando me violaban y torturaran invadieron mi mente llevándome a tal pánico que casi me desmayo. 

El mundo se me vino encima. 

Dios mío, te lo suplico, ayúdame. 

Las voces y risas masculinas se acercaba. 

Me pongo a correr sin sentido alguno, solo quiero alejarme. 

En eso, veo por detrás la casa de donde acababa de salir. 

No entiendo por qué, pero mi primer impulso fue ir hacia ella. 

Caminé deprisa y torpemente, aguantando el intenso dolor, arrastrándome como podía hasta llegar a aquella casa de nuevo. 

Tropecé con un escalón que había en la entrada y caí al suelo. 

Ahí mismo, todo se puso negro. 





Amor entre un pirata y una exesclava.Where stories live. Discover now