Vane

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Regresé a Tortuga al cartoceavo día. 

Conseguir el botín fue rápido como esperamos. Pero ir en busca del supuesto barco de la armada española nos alargó el viaje unos días más. 

En cuanto toqué tierra supe a dónde quería ir. 

Confié en mi contramaestre en ocuparse de las tareas burocátricas. Tareas que usualmente me ocupaba yo como capitán que soy, pero sorprendentemente me hallaba con tal afán de regresar a casa que prescindí de tales deberes con la excusa de que Clint debía ampliar conocimientos y experiencias si algún día quisiera ser capitán. 


Cogí mi caballo y cabalgué hasta llegar a mi casa. 

Por fuera parecía todo igual. 

¿se habrá ido? ¿o acaso no ha salido? 

Mi respuestas no tardarían en llegar. Avanzo y entro a mi casa. 

Abro la puerta sin llamar y tanteo el terreno, por un momento mi atención se dirige en lo cambiada que veo la casa. 

Limpia, iluminada, ordenada. 

¿ha hecho ella esto? 

Me quedo observando cada rincón. Luego avanzo y subo las escaleras.  

 Abro la habitación y me la encuentro vacía. 

Silencio. 

Un silencio pleno. 

¿acaso se ha ido? 

Ha limpiado como acto de agradecimiento y se ha ido. 

Un sentimiento de decepción me sacude y me confunde. 

Me molesta.

En eso, un mínimo ruido es captado por mi oído. 

Arqueo una ceja y miró hacia un lado. 

Desenfundo mi espada y me acerco sigilosamente al armario. 

Abro lentamente la puerta y me encuentro con el cuerpo de ella escondido sosteniendo un pequeño cuchillo con las dos manos temblorosas y los ojos cerrados del miedo. 

Me quedo mirándola sin decir nada, esperando una mínima reacción. 

Sus respiración es acelerada y nerviosa. 

Sigue siendo la misma mujer traumada que dejé hace unos días. 

Me agacho y me pongo de cuclillas a su altura. 

Acerco el filo de mi espada a su cuello. 

Un grito ahogado sale de ella, se estremece, está muerta de miedo. Pero sin ser capaz de abrir los ojos y verme. 

- ¿acaso creías que no regresaría? - dije. 

Mis palabras o simplemente mi voz la hizo abrir los ojos sorprendida. Al fin me vio. 

Su expresión seguía mostrando miedo, pero también sorpresa. 

Alejé mi espada de su cuello y la guardé. 

- sal de aquí - ordené poniéndome en pie. 

Ella despacio lo hizo. 

Nos miramos. 

Se ha cambiado de ropa, pero no deja de ser mía. 

- vamos a abajo - digo abandonado el cuarto. 

En la sala, abro un mueble de la cocina en busca de algo. 

- ¿te has acabado el vino? - pregunto con una sonrisa mientras lo busco. 

Amor entre un pirata y una exesclava.Where stories live. Discover now