Lina

563 51 1
                                    

Suspiro apenada al obligarme a admitir que si no ha regresado en día y medio, es que ha debido de zarpar. 

Suspiro desilusionada. ¿No pudo al menos avisar?

Dios, pero quién me creo que soy. 

Por qué tuviera que avisarme de nada de lo que hiciese. 

Ladeo la cabeza algo avergonzada de mí misma. 

En eso, llaman a la puerta. 

Me asusto y me tenso al momento. Aunque no puedo evitar sentir un ápice de esperanza de que sea él. 

Sin embargo, al ver que tan solo golpeó una vez la puerta toda esperanza desaparece y siento miedo. 

No salgo de la habitación, ni siquiera me asomo por la ventana. 

Espero a que pase un tiempo prudencial y no oír nada para bajar y ver que han dejado un paquete en la puerta. 

Con cuidado lo cojo y entro de nuevo en casa. 

Suspiro apenada. 

Esta era la prueba que necesitaba para saber que realmente se ha ido. 

Cuánto tardará en regresar... ¿dos semanas? ¿diez días? ¿más? ¿menos?

Vuelvo a suspirar. 

Por qué pienso tanto en él... 

Miro la cesta de comida y no se me antoja nada, he tenido últimamente mareos y pérdida de apetito y no entiendo por qué. 

Sin embargo, su preocupación porque no me falta de nada me enternece y me hace sonreír. 

En eso, diviso un trozo de papel entre la comida escondido. 

Lo cojo y aunque quisiera con todas mis fuerzas ser capaz de entenderlo, no puedo. 

Acaricio delicadamente el papel. 

Es solo una palabra, no hay más. 

¿La habrá escrito él?

¿es una carta para mí? 

Aunque sea de una palabra, ¿es para mí? 

Jamás nadie me ha escrito nada. Nunca he recibido una carta. 

Vane... 


Pasaron un par de día y me preocupé porque los mareos pasaron a vómitos. 

Empezaba a asustarme. 

Mi periodo tampoco había sido normal, sangré unas gotas y di por hecho de que sería mi periodo, pero no volví a sangrar más. Eso me extrañó, de normal yo sangraba bastante, pero parece que esta vez no. 

Pensé que sería que no estuviese del todo recuperada. 

Pero ahora mismo, es pensar en comida y marearme de nuevo. 

Además, me resulta muy molesto vomitar. 

Suspiro y miro a Capitán, mi patito que cada vez se hace más mayor. 

- ¿te apetece echarnos en la cama hasta se me pase los mareos? - le hablo con amor y dulzura, como si pudiera entenderme. 

Aquel animal hace que no me siente tan sola y cada vez que le veo pienso en él, en Vane, lo cual siempre me agrada. 


Un día en concreto, mientras lavaba un par de telas y mis vestidos, oí un fuerte estruendo. 

Me asusté y me incorporé deprisa, Capitán se puso a graznar nervioso. 

No había sido próximo.

Otro estruendo, y otro, y otro más. 

Dios mío. 

 Me asomé a la ventana del salón con cuidado y miré asustada.

Santo cielo. 

El puerto, el puerto está siendo atacado. 

Una montaña de humo negro provenía en la dirección del puerto. 

Esta casa estaba lo suficientemente lejos para que ni siquiera se pueda ver qué ocurría en concreto, en parte lo agradecía porque estaba a salvo, pero el hecho de que se haya declarado una guerra o un ataque me asustaba. 

- Dios mío... - miraba muy asustada y sin saber qué hacer. 

Me escondí de inmediato al ver cómo varias carrozas venían de aquella dirección huyendo por su vida. Pero también se vio hombres correr y en caballo ir hacia el puerto armados. Para luchar. 

Cada me ponían aún más nerviosa. 

Vane, Vane no está. 

Si la guerra se expande podría llegar hasta aquí... podrían querer saquear las casas... podrían encontrarme.

Cierro los ojos con fuerza suplicando disipar ese tipo de pensamientos de mi cabeza. 

Vane. 

Recuerdo las palabras que me dijo en su día. 

No quiero que nadie te vea... escóndete... no salgas si no estoy yo... 

Abro los ojos y jadeo nerviosa, llego a la conclusión de lo que debo hacer. 

Bien. 








Amor entre un pirata y una exesclava.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora