||Antes era una simple barista. Ahora pateo cabezas de caminantes y les hago la vida imposible, cariño||.
Dónde Daryl Dixon conoce a una mujer muy parecida a él pero a la vez totalmente diferente.
O
Dónde Hope Payne hace lo imposible por proteger lo...
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Otro maldito día en esta maldita vida.
Gleen condujo a toda velocidad hacia Alexandria mientras Eugine sostenía la cabeza de Tara haciendo presión en la herida de su cabeza, y mientras yo no trataba de perder el conocimiento.
Antes de partir, Gleen le había dado su merecido al imbécil de Nicholas , por su culpa Noah había muerto frente a nuestros ojos. No podía creer que el chico había fallecido de una forma tan brutal.
Al llegar, las puertas se abrieron y el asiático aparcó la camioneta afuera de la casa del médico, el esposo de Jessy. Los dos chicos tomaron a Tara metiendola en la casa, y unos vecinos que vieron la situación se acercaron y me cargaron para llevarme dentro también. Ahí Pete atendió a la morena haciendo lo necesario para curar la herida de su cabeza.
Mientras ellos se encargaban de Tara, Jessy llegó mientras frotaba sus manos en alcohol y se acercaba a mí.
—Esto dolerá Hope. —Hazlo de una vez —Jessy abrió la misma botella y vacío parte de su contenido sobre la herida. Ahogué un grito de dolor mordiendo el cinturón de Gleen y, después, Pete se acercó a mí rompiendo el pantalón para ver mejor de que se trataba. —No es profunda —dijo y me sentí aliviada— pero quizás cortó una arteria y hay que cauterizar.
Mandarme al infierno es menos doloroso.
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Abrí mis ojos sintiendo mi cuerpo pesado. No recuerdo mucho, pero se qué me desmayé por el dolor. Miré a mi lado donde Tara estaba y lucía tranquila, estable.
Nos dió un gran susto.
Poco tiempo después Pete entró a la habitación y checó mi temperatura. Dijo que si subía podía ser malo, ya que podría darme una infección y empeorar las cosas. Y se que, aunque no me he enfermado en años, no voy a arriesgarme por dicha herida.
—¿Puedo volver a casa? —Preferiría que te quedarás aquí —el hombre colocó su mano sobre mi pierna y yo lo miré, al instante la retiró— perdón. —Prefiero irme. —Bien —pareció que aquello no le agradó— solo asegúrate de no tener fiebre.