Sueños y Pesadillas

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BÁRBARA:

Tan pronto como lo besé, sentí sus labios corresponderme, enrede mi mano a su cabello, y al diablo el mundo, me pegó mas a él, mantenía sus brazos en mi cintura, sin separar los labios damos unos pasos hacia atrás y caemos con suavidad a la cama, él estaba sobre mi, me besaba con ahínco e intensidad.

-¡Solo déjate llevar Bárbara!

Mi subconsciente me sorprendía con sus inesperadas palabras, realmente me estaba dejando llevar, no importaba nada más, siento sus manos descender con suavidad, mis manos pasan por su torso y luego por sus hombros, deslizo suave mis manos y la chaqueta de Pablo cae al suelo. La respiración se dificulta. Entre la adrenalina y esto de estar se-mi resfriada no sabia que era peor para mi agitada y presurosa respiración. Sentía que no era la única, la respiración de Pablo también variaba, tensa su cuerpo sobre mi, me acaricia el rostro y separa unos centímetros sus labios de los míos, para mirarme a los ojos. Observo el deseo en ellos, en aquellos preciosos ojos miel.

-Debe de ser un sueño... -susurra.

-No lo es. -le devuelvo el susurro con una pícara y leve sonrisita de un lado.

-¿Estás segura de dar este paso Bárbara? Mira yo... Quiero que sepas que yo... Puedo... Puedo esperarte el tiempo que requieras, si no te sientes lista. Cómoda o algo, sólo dilo, yo soy capaz de esperarte todo el tiempo necesa... -antes de que continúe yo ya lo interrumpo llevando mi dedo índice sobre sus labios, y luego me inclino nuevamente para alcanzarlos, de vuelta estábamos en una guerra por quien dominaba los labios de quien.

 -antes de que continúe yo ya lo interrumpo llevando mi dedo índice sobre sus labios, y luego me inclino nuevamente para alcanzarlos, de vuelta estábamos en una guerra por quien dominaba los labios de quien

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MARISELA:

-Go... Gonzalo. -no puedo articular palabra, tartamudeo torpemente.

-Estas muy diferente. -susurra, me rodea como fiera acechando a su presa, estoy asustada, por más que intenté, no logro gritar, ni puedo moverme.

-Que... ¿Que haces aquí? -pregunto a duras penas.

-Quería ver si la corderita salia de la cueva, y por lo que veo estoy de suerte. -siento su respiración cerca y me da asco.

-¡Vete Gonzalo! Y déjanos en paz. -las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos.

-Por favor Marisela, solo quería verte, no quería hacerte daño... Aún. -me susurra casi al oído, Gonzalo me acorrala, atrapándome en sus brazos, yo trato de escapar de su agarre. -Siempre tan brava ¿Qué pasa? ¿No te domesticó aún el Lucerdo!?

 -Siempre tan brava ¿Qué pasa? ¿No te domesticó aún el Lucerdo!?

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La Diosa del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora