Fiera.

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Bárbara:

Luego de haberme alejado de Santos, camino con paso decidido hacia al Miedo, cuando estoy cerca escucho el relinchar de un caballo, que posteriormente se detiene frente a mi. El jinete desciende, y pese a la oscuridad de la noche, lo reconozco de inmediato.

-¡Bárbara! -exclama con tono amigable, acorta distancia, pronto me rodea con sus protectores brazos.

-Pablo. ¡Que sorpresa!, no te esperaba tan pronto -agregué, realmente estaba sorprendida de verlo, sin embargo, correspondo al efusivo abrazo.

-Bárbara, no sabes cuanto te he extrañado -acaricia mi cabello manteniéndome pegada a su cuerpo.

-Bárbara, no sabes cuanto te he extrañado -acaricia mi cabello manteniéndome pegada a su cuerpo

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-Y yo a ti... También te he extrañado -admito, él se separa levemente y toma mi rostro entre sus manos.

-¿Dónde andabas? Te he estado buscando ¿Por qué estás sola? -mira para todos lados, y luego me examina a mi de pies a cabeza.

-Salí a dar una vuelta, eso es todo -me encojo de hombros, no podía sostenerle la mirada. No después de haber soltado esa mentira piadosa.

-Otra noche de insomnio ¿No? -preguntó.
Asentí con la cabeza, él toma las riendas de su caballo y comenzamos a caminar.

-¿Cómo te fue en la capital?

-De maravilla ¿Y por aquí? ¿Cómo ha ido todo? -indaga él con un gesto curioso.

-Todo bien -susurro, no sé como puedo mentirle a este hombre, de verdad que no se lo merece, y me siento muy mal por ocultarle todo lo ocurrido últimamente con Santos.

-¿Qué has hecho a parte de extrañarme? -bromea tras una sonrisa, me hizo sonreír a mi también. Por un minuto, no pensé en todo lo que le estaba ocultando.

-Presumido, es por eso que no debí de haberte dicho que te extrañé -digo entre sonrisas cómplices con él, Pablo aprovecha para tomarme de la mano, mientras continuábamos nuestro camino a pie, observo nuestras manos enlazadas y por un lado se siente muy bien, pero por el otro me siento pésima, no sé como decirle, no sé si decirle, por primera vez yo... no sé que hacer.

-Yo si te extrañado mucho eh, no hubo momento del día en que no estuviera pensando en ti... -Me observa dulcemente, su mirada era sincera.

-Que cursi me saliste eh -bromeo yo esta vez. Al llegar a la hacienda, un peón se encargó de recibir al caballo de Destefano e ingresamos a la casa grande.

La Diosa del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora