4. Las mallas rosadas

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Capítulo 4

Las mallas rosadas.

⭐⭐⭐

 Él rodó los ojos ante mi comportamiento tan desquiciado e inmaduro.

—A nadie, aspirante a asesina —cortó y se tomó un trago de soda.

—Ya enserio ¿Cómo es eso? —Me senté sobre su cama. Él rodó un poco su asiento hasta que quedó de frente a mí.

—Ya te dije, quiero entrar porque creo que me conecté con su música. Me gusta mucho su concepto en general; estuve viendo sus videos y descubrí que ellos mismos escriben sus propias letras, y tengo que admitir que son muy buenas —recalcó con entusiasmo y luego volvió a morder un trozo de la pizza.

—¿Y? —Solté con el mismo entusiasmo.

—Y nada, estuve averiguando y resulta que no aceptan gente en su grupo —explicó pensativo y pude notar un poco de decepción en su rostro.

—O sea, que te gusta mucho la idea de ser parte de ese grupo, pero a la primera negativa ya te andas dando por vencido —resoplé cruzándome de brazos—. Que pasó, brandy ¿Dónde quedaron tus agallas?

—Ni que fuera un pez.

—Sabes a que me refiero, que pasó con «me vale ver*a lo que los demás piensen» «yo hago lo que se me dé la gana» —Le recordé sus propias palabras.

—Estela, no digas groserías.

—Solo estoy repitiendo tus palabras.

—Yo no ando diciendo ver*a todo el rato.

—Aquí no Brandon, pero antes esas palabritas, estaban muy presentes en tu vocabulario.

—Sí y tú no te quedas muy atrás, o no recuerdas que antes de venir le dijiste a nuestra vecina «vea doña, no sea tan soplapollas».

Esa expresión me hizo recordar que, en nuestro último día en Puerto rico le dije a una vecina soplapollas (metida). Es que ella se la pasaba inventando cosas que no eran ciertas sobre mí.

—Brandon, no me cambies el tema —corté con seriedad, a lo que él sonrió victorioso—. Más bien por qué no me dices qué piensas hacer, solo te vas a rendir sin siquiera haber empezado.

—Es complicado, Estela. No todo es un juego.

Un juego, cuando he dicho que sus cosas sean un juego para mí, si al contrario siempre había querido que me enseñara alguna de sus canciones, pero no lo hacía, de vez en cuando tuve que escabullirme a su habitación para escucharlas y te cuento que eran geniales, él de verdad tenia talento.

Entonces se me ocurrió una de las mejores ideas que se me han ocurrido y sin necesidad de pensarlo tanto, simplemente la dije.

—¿Cuánto dinero me darías...? —Me puse de pie con una sonrisa maliciosa en mis labios y él solo me miró con expectación—. ¿Si yo logro convencerlos de que por lo menos, te den una oportunidad de mostrar tus habilidades? —inquirí y él miró con cara de ¿Estás pendeja?

Brandon tomó un sorbo de su soda con una pereza que me dio cosa, a veces se pasaba de verdad era una persona muy agobiante.

—¿Cuánto quieres? —preguntó de repente dejándome tiesa.

—Ah, pero lo estabas pensando.

—Si —respondió con simpleza y yo en un arrebato de locura le quité la soda y comencé a bebérmela bajo su cara de disgusto.

La Chica Que Vino De Las Estrellas © ✓Where stories live. Discover now