12. A mi me gustan mucho de esos.

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L E I L A

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L E I L A

—El gusto es mío—me escaneó con la mirada—. Me llamo...

Y antes de que pudiera escuchar su nombre, recordé que tenía clase.

—Si bueno, un gusto yo me tengo que ir—y si fuera por arte del destino me tropecé con algo, más bien con alguien.

—Perdóname Oliver. No era mi intención.

Aquel castaño de ojos grises se quedó mirándome como si no lo esperara. Si él estaba así, yo estaba peor.

No pensé volver a verlo, no desde que me confundí de casillero.

—No pasa nada ¿Sabes donde está él aula 312?—me dio una pequeña sonrisa que me tranquilizó de golpe.

Que mágico.

—¿Qué?—¿Había escuchado bien?

—¿Qué si sabes dónde está él aula 312?

—No. Eso si lo entendí perfecto pero al parecer nos toca en la misma clase.

—Genial porque no conozco a nadie de aquí.

—Pues ahora me conoces.

—Y me alegra hacerlo.

(•••)

—¿Y bien que ha sido todo eso? —cuestiona Lina.

—Vas a conseguir que repruebe literatura, Lina—me queje sin apartar la vista del texto del libro de literatura que se supone que estamos leyendo.

Lina finge ser la ofendida.

—¿Disculpa? Eres tú quien me lleva por el mal camino.

—Yo no he sido quien ha empezado a distraer a la otra—le recordé, despejando la vista de aquel libro para así mirarla.

—Y yo no he sido quien deja con dudas a la otra—me recuerda tocando la punta de mi nariz con la goma del lápiz que tiene entre sus dedos de su mano derecha.

—Está bien. Tú ganas—levanto las manos en señal de rendición—. En el descanso te contaré—y regreso mi vista hacia el libro porque si, necesito pasar esta materia y muchas más.

Porque de no hacerlo siento que me moriría si repruebo alguna.

En cuanto a Lina, a veces odio admitir esto, pero ella tiene una capacidad extraña de convencerte de algo. Y en este caso, este algo es un tanto interesante para ella y si no le digo, estará ahí día, tarde y noche hasta que le diga, porque si, Lina tiene complejo de Steve Rogers.

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