Capítulo 10: "Una historia que contar"

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Era Tina

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Era Tina.

El horror que pasó por mí cuando me enteré que la cabeza era de Tina fue indescriptible. Mi abuela lloraba al lado de mi abuelo mientras contaba lo que había sucedido, nadie podía dar crédito a los hechos.

Había llegado una caja, sin remitente, se presentó una persona y se la entregó al padre de Berni como si nada, este la abrió y advirtieron lo que había su interior, un globo flotó y allí estaba...Tina.

Tuvimos que salir de allí lo antes posible y nos refugiamos cerca de la playa, no podíamos creer que eso estaba pasando, era imposible, pero para todos quedó más que claro, que lo sucedido con Bernadette y Tina tenía relación. Vero estaba convencida y sentía mucha rabia, nosotros solo la escuchábamos.

Cuando empezó a oscurecer, nos separamos.

Esa noche soñé con Berni, lloraba desconsoladamente y ya no corría por el pasillo de la escuela, estaba frente al espejo del baño de mujeres y se quejaba, yo estaba allí, en la puerta, mirándola, pero no me atreví a hablarle. Cuando desperté me pregunté si ella estaba tratando de contactarse conmigo y explicarme la situación, lo único seguro para mí era que ese llanto no se produjo por miedo sino de un profundo dolor, como el dolor que sientes en perder a un ser muy querido y cercano.

La luz salió temprano, por lo tanto, anochecería más temprano. Los días con luz en Nome solo duraba unas cuantas horas y era algo frustrante. Además, según el abuelo, se acercaba una tormenta que nos mantendría unos días encerrados, estaba preparando las ventanas y puertas para que soportaran la nieve, también, acomodó el corral para las gallinas y aseguró el galpón. La abuela se había dedicado a ordenar para mantener la mente ocupada, lo sucedido en el funeral la había afectado mucho, fue un golpe duro para todos.

Decidí no sacarme el pijama y quedarme en cama todo el día, se lo informé a mis abuelos y no me dijeron nada, me dieron el espacio que necesitaba. Ludovico me acompañó la mayor parte del tiempo, hasta que la abuela lo notó, me pidió que lo dejara en su corral antes que la tormenta llegara, accedí a eso.

Ese gallo estaba absorbiendo toda mi tristeza, y su compañía me ayudaba mucho, me gustaba que llegara a mi habitación, se subiera a mi cama y contoneara su cabeza. Su cresta era bastante grande, y sus plumas rojas las dejaba esparcidas por el piso. Algunos tienen gatos, otros perros, unos tienen hámsteres o alguna mascota exótica, yo tenía a Ludovico.

Había anochecido y me percaté que la tormenta ya estaba cayendo cuando las ventanas comenzaron a crujir por el viento, me levanté y miré por ellas, en verdad se venía algo fuerte. Me puse las botas, un abrigo y tomé a Ludovico para dejarlo en su corral antes que la situación empeorara.

Me miré al espejo y mi cabello estaba todo despeinado, tenía ojeras y mi persona llevaba un cartel gigante de: "Peligro, persona sensible pasando", suspiré, no podía hacer nada.

Bajé lentamente y escuché las voces de mis abuelos hablando con alguien más, me dirigí a la cocina y me detuve al percatarme de quien era. La abuela le sacudía la nieve con una toalla y el abuelo le preparaba alguna infusión caliente para el cuerpo. Estaba temblando de frío, la chaqueta húmeda y en su cabello quedaban restos de la tormenta de afuera. Me acerqué aun sorprendida.

Todo sucede en NomeWhere stories live. Discover now