Capítulo 34: "Sinceridad"

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Me quedé allí sin saber que hacer o donde ir

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Me quedé allí sin saber que hacer o donde ir. No quería volver a casa, pero tampoco quería quedarme llorando en el salón. Traté de calmar mi corazón, pero se me hizo difícil, Alex se había ido.

Solo me quedaba Tanya.

—Señorita Marshall, ¿qué hace aquí? ¿Qué sucede? —preguntó el director, asomándose al salón. Me asusté un poco, no imaginé que él estuviese allí, así que me sequé las lágrimas cómo pude, me sentía avergonzada.

—Oh, olvidé unas cosas, pero resulta que tampoco están aquí, así que lloro de frustración. —mentí, y al parecer él lo notó. Sonrió de medio lado e hizo un gesto de cabeza para que saliera.

—Venga, acompáñeme.

No tuve más remedio que hacerlo. No tenía ganas de inventar alguna tonta excusa para no aceptar, así que decidí ir por el camino lento. Lo seguí, mientras me platicaba de lo silenciosa que era la escuela sin personas, más allá de eso, no tomé atención.

Llegamos a su oficina, y me invitó a entrar. Cuando me acomodé en una de las sillas, me ofreció una botella de agua, la cual acepté gustosa, de tanto llorar me había deshidratado.

—Gracias. —dije cuando prácticamente me la bebí toda. Él sonrió.

Miré a mi alrededor y me di cuenta de algo que me perturbó. En un rincón se encontraba una fotografía de Alex, rodeado de pequeñas velas y unas cuantas flores. Era un altar en su memoria. No lo podía creer.

—Algo me dice que su estado no es debido precisamente a lo de sus cosas perdidas. —afirmó cordial. Sus palabras me sacaron del trance y asentí, aun confundida.

—¿Puedo ser sincera? —pregunté aun mirando la foto— ¿Cómo puede poner un altar en honor a alguien como él? —cuestioné anonadada. El director se enderezó en su silla sin entender mi indignación.

—Bueno, es mi hermano...—respondió como si fuera lógico, y sí, para cualquier persona ajena lo era, pero para nosotros... Pegó una pequeña risa nerviosa. Eso no respondía a mi pregunta.

—Mató a Tanya. —afirmé sorprendiéndolo. Palideció un poco y frunció el ceño.

—¿Có-cómo?

—Mi abuela me dijo que su hermano la mató. —aclaré, haciendo que el color volviera a su cara, suspiró.

—Es...es complicado. A pesar de todo, es mi hermano. —dijo aclarando su garganta, estaba nervioso.

—¿Independiente de lo que hizo?

Él se quedó en silencio, analizándome. Tal vez no le gustó la manera en la que acusé a su gemelo, pero sinceramente, no me importaba. Lo que decía era cierto y él en ningún momento lo negó, ¿cómo perdonar la atrocidad que él había hecho? No me lo explicaba. El director se puso de pie y se dirigió al altar, tomando la foto de su hermano.

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