Capítulo 1

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Sangre.

Mucha mucha sangre.

La rubia frota sus manos bajo el agua y aún así no es capaz de limpiarlas. El lavamanos había pasado de ser blanco a ser color carmesí, el agua llevaba consigo para el desagua el mismo color. No estaba agobiada, el menor de sus problemas es que alguien entrara al baño y la viera en esa situación, le importaba entre cero y nada.

—Cyara, acaba ya —pidió Sara con impaciencia—. Laura nos está esperando en la mesa, prometiste llegar a las nueve y son cerca de las diez.

—Se me han complicado las cosas, ¿vale? —soltó un suspiro tomando papel para secar sus manos, por fin había logrado borrar la sangre de su piel—. Estoy bien.

—Tenías las manos llenas de sangre y todavía tienes la cara de decir que estás bien —resopló—. Queremos una explicación.

—Pues seguid queriendo porque no pienso hablar del tema.

—¿Por qué? ¿por qué no, Cyara? ¿Acaso es grave?

—Por favor, deja de interrogarme como si fuera yo la peor persona del mundo —Le restó importancia.

La peor quizá no lo era. Pero desde luego no era una buena persona. Cyara no llevaba la mejor vida, nunca lo había hecho. Quizá tenía algo que ver con que su madre la había abandonado a los siete años y su padre era un alcohólico de primera categoría que solo dedicaba su tiempo a pillar borracheras en cualquier bar. No era demasiado sociable, sus amistades se reducían a Sara y Laura, dos chicas que habían conocido a los quince años y que desde entonces quedaban para hablar de sus cosas y matar el aburrimiento.

Quizá no sólo el aburrimiento.

Es broma, pero si queréis no es broma.

—¿Qué hicisteis hoy? —preguntó la rubia al sentarse en la mesa.

—¿Qué hiciste tú? No sueles ser impuntual.

—Chicas, tenía mis asuntos personales.

—¿Esos asuntos incluían a algún chico...?

—O chica.

Ella las miró con una sonrisa burlona en los labios. ¿Iba a decirles la verdad? Estaba feo mentirle a sus mejores amigas, y las únicas que tenía, pero tampoco quería ser juzgada por las únicas personas que le quedaban. La soledad era un tema que llevaba bien hasta que le tocaba enfrentarse a él. En el fondo a nadie le gusta estar solo, o más bien sentirse así.

—Si, así es, estaba con alguien —asintió con la cabeza—. Concretamente con una chica y bueno... Se me fueron las cosas de las manos.

—Ay, espera un momento —la detuvo Sara, haciendo una mueca extraña—. No me digas que la sangre era de... Ya sabes.

—¿Sangre? Chicas, contexto, por favor —pidió Laura alzando sus cejas, si había algo que detestaba era los chismes a medias.

—Llegó con las manos manchadas de sangre —le hizo saber Sara.

La rubia soltó una risita mientras asentía de nuevo con la cabeza, luego tamborileó sus uñas sobre la mesa un tanto despreocupada. Se aburría. Hablar con sus amigas de lo que había hecho no era algo que le llamase la atención así que quería distraerse con algo más.

—¿Podemos ir directas a la parte donde nos emborrachamos?

—Alcohol, alcohol, alcohol, alcohol —empezó cantando Laura, golpeando sus manos en la mesa para formar el ritmo—. Hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual.

Repitió la estrofa, esta vez acompañada de Sara, mientras la rubia se reía de sus amigas. Ella no era fan del alcohol, emborracharse significaba, muchas veces, perder el control y ella no estaba dispuesta a ceder el control de su cuerpo, de sus palabras y de sus acciones. La gustaba estar consciente y recordarlo todo al día siguiente. No necesitaba beber para divertirse.

Levantó la mano cuando vio a una camarera pasar cerca, esta se acercó a su mesa con una sonrisa en los labios, pues sabía que eran clientes de todos los fines de semana y alguna vez también de por la semana, a los fijos siempre les daban especial atención para que siguieran yendo al local.

—¿Qué os pongo, chicas? —preguntó la morena, sacando de su delantal una pequeña libreta donde anotar los pedidos, de lo contrario en cuanto llegara a la barra se olvidaría por completo.

—A mi una cerveza —pidió la rubia—, Estrella Galicia, si puede ser, sabes que la Mahou no va conmigo.

—Tienes un paladar muy exquisito —se ríe ella mientras lo anota, después mira a sus amigas y espera a que estas hablen.

—Lo más fuerte que tengas.

—Vodka Spirytus, es la bebida con mayor graduación alcohólica del planeta —indicó, alzando sus cejas.

—Si, si, pues tráenos de eso.

—No es más que alcohol rectificado—se quejó Cyara—. Bebed algo normalito, anda.

—Si a Cyara no le gusta, entonces trae la botella entera —pidió Sara, con una divertida sonrisa dibujada en los labios.

—Que hija de puta —se rio la misma.

Susana, la camarera, sonrió de lado y tras anotarlo todo se fue a por sus pedidos. Volvió poco después con una bandeja plateada, la cerveza de la rubia y la botella de vodka junto a dos vasos para Sara y Laura.

—¿Os traigo una tapa?

—No, no, el alcohol hace más efecto con el estómago vacío —murmuró Laura—, pero gracias.

—Entonces disfrutad y que os cunda la borrachera, chicas —guiñó un ojo en su dirección y volvió a su trabajo, tenía más clientes que atender.

En especial aquel que acababa de entrar, ganándose la atención de varias personas allí; incluida la de Cyara.

Un tipo así no frecuentaría ese tipo de bares, ¿no? No era para nada su estilo y eso era principalmente lo que a la rubia más le atraía.

Infames intenciones Where stories live. Discover now