Capítulo 13

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Le palpitaba la garganta, sentía sus pulsaciones en esta mejor que en su propio pecho dónde se supone que tenía el corazón. En su pecho, ahí le faltaba el aire, después de todo lo que había soltado se había olvidado de respirar. Sus manos tenían un ligero temblor que no se detuvo hasta que el abogado se las tomó entre las suyas.

—Estoy aquí, Cyara —aseguró en un tono de voz suave.

—Ya me estoy arrepintiendo de haberte dicho todo, sé que suena ridículo y paranoico.

—Hay casos de todo tipo, te sorprenderías, por eso hay que desconfiar de todo el mundo, incluso de los más inocentes —apretó sus manos ligeramente y las llevó a sus labios para dejar un beso en cada una de ellas—. Sé que Laura es tu amiga y que te ha costado decirme todo eso, pero yo no soy policía, solo soy un simple abogado.

—De simple no tienes nada —refutó, haciéndole sonreír.

—Puedo tirar de contactos, tengo mano en la policía y puedo pedirle a Eva que investigue eso más a fondo, que la investiguen a ella, aunque eso significaría ponerte a ti en el punto de mira, ¿hay algo que...?

—No, no le tengo miedo a la policía, siempre y cuando lo que indaguen de mí se lo queden ellos y no te llegue a ti.

Cyara estaba casi segura de que si el abogado descubría la mierda de ambiente familiar que tenía no la vería de la misma manera, la pasaría a ver con pena, como hacían todos, apiadándose de ella por la situación que tenía que vivir a diario con su padre, por lo sucedido con su madre, por las condiciones en las que vivía... Y ella no quería eso, no quería que nada entre ellos dos cambiase.

Se sentía egoísta después de eso, al fin y al cabo él sí le había contado sobre su pasado. Pero era eso: pasado. Lo suyo estaba más presente que nunca y dudaba de que llegara el día en el que pudiera decir que solo se trataba de algo de su pasado.

—¿Tienes miedo de mí entonces? —inquirió, alzando una de sus cejas.

—¿Debería de tenerlo?

—¿Por qué crees que deberías?

—Los abogados sois peligrosos, podéis destrozar a cualquier en cuestión de segundos con tan solo unas palabras bien dichas. Yo soy pésima a la hora de hablar y de expresarme, odio las conversaciones largas porque se hacen aburridas y odio los malentendidos porque nunca sé defenderme de ellos.

—Tienes razón —admitió, acariciándole el dorso de la mano con su dedo pulgar—. Pero yo jamás te destrozaría, es una promesa que pretendo cumplir, sea cual sea el malentendido voy a defenderte si tú no sabes hacerlo.

Esbozó una sonrisa antes de abrazarlo, buscando el calor de su cuerpo y la protección de sus brazos. Sintiéndose indefensa consigo misma pero más poderosa que nunca al tenerlo a él.

—Pero para eso necesito que esta confesión sea escuchada por Eva, ella forma parte de la investigación y...

—Sé quien es Eva —lo interrumpió—. Es la hermana de mi mejor amigo, Esteban, tú ya lo has visto en otra ocasión. No nos llevamos demasiado bien ella y yo.

—En ese caso puedo ir contigo, no le quedará más remedio que ceñirse a su trabajo.

—¿Y que sepa que tú y yo...? —se cortó antes de decir una estupidez y negó con la cabeza mientras tomaba espacio entre sus cuerpos.

—¿Qué tú y yo qué? —incitó él.

—Follamos.

—¿Nosotros hacemos tal cosa? —cuestionó divertido—. No sé de dónde sacas esa información, creo que si que hay que investigarte a fondo...

Cyara se mordió al labio al ver cómo trataba de quitarle peso a la situación y se acercó a sus labios para besarlo.

—Si eres tú quien me investiga supongo que no puedo negarme —ronroneó, deslizando su lengua por su labio inferior con el único fin de provocarle ardor en el estómago.

Las manos del abogado descendieron hasta su cintura, aferrándose a ella como si no estuvieran todavía en el bar y no hubiera ninguna mirada sobre sus acciones.

—Si veis que tal os vais quitando la ropa y os lo montáis aquí mismo, ¿eh? —espetó el camarero con recelo.

La rubia se separó, dándole una mirada que lo habría dejado a tres metros bajo tierra si de ella dependiera.

—Míralo por el lado bueno, atraería a la clientela —se burló con amargura antes de volver su mirada al abogado—. Hoy tengo cosas que hacer, ¿te parece si mañana vamos a comisaría?

—¿Te parece si me dejas tu número? —preguntó, sacándose el teléfono del bolsillo para extendérselo—. Así estamos conectados, ángel.

—¿Quieres que estemos conectados? —tomó este entre sus manos para entrar en contactos y dejar allí el suyo.

—Es lo que más deseo —susurró, quitándoselo antes de que pusiera su nombre.

No quería guardar su número como "Cyara".

Quería guardarlo como "ángel".

Porque la había llamado más veces así que por su propio nombre y creía que ese apodo le quedaba hecho a la medida.

—Nos vemos mañana, Vélez.

—Nos vemos mañana, ángel —le sonrió para después ver cómo se iba, dejándolo con el teléfono ardiendo en sus manos.

Cyara también llevaba una sonrisa tonta en los labios, pero nada más llegar a casa y oler a alcohol se le borró, era un olor intenso, una cerveza no dejaba eso, dos tampoco.

Caminó sin prisas, tragando saliva en cuanto vio un charco de vómito cerca de la alfombra del salón y después a su padre, recargado en el sofá, con un hilo desprendiendo de su labio inferior, con los ojos más cerrados que abiertos y la mirada perdida.

—¿Y esa carita, niña? —preguntó al darse cuenta de su presencia—. ¿Te ha roto el corazón algún novio o que?

Negó con la cabeza, ahorrándose todas las palabras que se moría por gritarle.

—El único hombre capaz de romperme el corazón fuiste tú, papá —siseó antes de darse media vuelta para subir a su habitación, no había palabras que decirle a alguien que no quería escucharlas.

Infames intenciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora