Capítulo 3

105 16 4
                                    


Cyara nunca había deseado tanto algo. Cuando volvió a sentar el culo en su silla, todo su ser ardía de excitación, no iba a negar que hablar con el abogado la había puesto cachonda. Era un hombre elegante, pero seguro que en la cama se olvidaba fácilmente de la compostura.

A veces las fantasías de la mente humana pueden llegar muy lejos y la mente de la rubia ya había volado unas cuantas veces.

—¿No has ligado? —cuestionó Laura, riéndose un poco.

—No, quizá tenías razón en eso de la vida perfecta y la familia feliz —se limita a responder.

—No me vengas con esas, Cyara —bufa, apoyando sus manos en la mesa y mirando a su amiga—. No es la primera vez que un hombre le es infiel a su mujer por follar contigo.

—Es un hombre demasiado correcto —hace una mueca casi congelada—. Supéralo, yo ya lo he hecho.

—Si, por eso no dejas de mirarlo —ironiza antes de volver su atención a Sara.

Ella estaba entretenida mirando a alguien más, pero con la borrachera que llevaba encima no iría a hablarle ni en broma, tenía sus principios y cuando alguien realmente le interesaba esperaba al momento adecuado. No quería hacer el ridículo.

Al parecer ninguna de las dos tuvo su oportunidad esa noche.

Laura y Sara habían logrado su propósito: emborracharse. Cyara, que ni siquiera estaba decepcionada por no haber conseguido lo que quería, se hizo cargo de ellas y las llevó a su casa para que durmieran la mona.

Era tarde. La oscuridad protagonizaba el paisaje. La rubia era fan absoluta de lo oscuro y todo lo relacionado a este adjetivo. Para brillar ya estaba ella, y para brillar siempre se necesita oscuridad alrededor.

Miró sobre su hombro a sus amigas desplomadas en el sofá, una roncando, la otra musitando cosas entre sueños. No sabría decir cual de las dos iba peor. Al menos todavía no habían vomitado en la alfombra o algo similar, que no sería la primera vez que lo hacían, por eso le gustaba tener cuidado cuando las traía en ese estado a casa.

No vivía en una mansión. Su casa era más bien pequeña, con humedad, con el color de las paredes desgastado. Una casa fría, como lo era la gente que allí vivía: ella y su padre. Este último no se paraba mucho tiempo allí, apenas se cruzaban, es como si fueran ajenos el uno del otro. No había muchos muebles, solo los necesarios, no tenían una televisión de alta gama, ni cuadros bonitos decorando los pasillos. Las habitaciones no eran espaciosas, quizá por eso Cyara no pasaba tampoco tiempo por ese lugar. Para ella no se sentía hogar. Había olvidado el significado de esa palabra hace mucho tiempo, tal vez nunca lo había sabido.

Salió a la calle, con las manos guardadas en los bolsillos y con pocas ganas de irse ya a dormir.

Sus pies la llevaron a ese sitio donde siempre podía sentirse acogida, allí tenía unos cálidos brazos que la aliviaban incluso en los más gélidos inviernos, allí estaba él, que pese a todo lo que había vivido a su lado, era uno de los únicos que la conocía mejor que nadie.

—Cyara, ya estás de vuelta por aquí —murmuró al abrir la puerta y verla allí, sonrió mientras se apartaba para dejarla pasar—. ¿Qué ha pasado esta vez?

—Nada de lo que estás imaginando seguro —habló, caminando directa al sofá de color crema que tenía dos cojines encima—. Estuve con mis amigas en un bar.

—Y no me invitaste, ya te vale —menea la cabeza, cruzándose de brazos mientras reprochaba.

—Esteban —lo llamó, sonriendo casi con diversión.

—¿Qué? —alzó sus cejas—. Ah, querías ligar con alguien más, lo comprendo.

—No quería él conmigo —tomó uno de los cojines entre sus manos mientras se acomodaba en el sofá—. Tenías que verlo, Esteban, es uno de esos tíos de revista. Caliente, correcto, envidiable.

—¿Y esa una excusa para no querer ligar contigo? Creo que te faltó decir el adjetivo tonto.

Cyara mordió su labio inferior mientras negaba, con él si podía hablar libremente de todo lo que era Christopher y todo lo que este le producía con tan solo haberlo visto una vez. Así que eso hizo, le habló de él sin llegar a mencionar su nombre, porque Esteban sí que veía las noticias y era más que seguro que le resultaría conocido un nombre así.

—¿Tu hermana no está en casa? —preguntó ella poco después.

—No —dejó caer uno de sus brazos en el respaldo del sofá—, Eva está trabajando, ayer encontraron un nuevo cuerpo, ya sabes... Ser policía en este pueblo de mierda no parece un trabajo sencillo.

—¿Y se sabe algo? —preguntó con interés.

—¿Del muerto a del asesino?

—¿Tú que crees?

—Están en ello —respondió, cansado—. Seguro que cuando incriminen a alguien será Vélez el abogado, lleva en estos casos algún tiempo y a decir verdad está haciendo su trabajo como nunca nadie lo había hecho. O él es muy bueno o sus acusados son muy inocentes.

—Tiene pinta de ser bueno —opinó, casi con desinterés—. ¿Han vinculado el caso con los demás?

—Creo que no, no he tenido tiempo de preguntar los detalles —admitió, acariciándome el pelo con una de sus manos.

La rubia aprovechó el momento para acurrucarse junto a él, dejando que le brindara ese cariño que no le dejaba a más nadie. Algunos tenían privilegios. Sentía que con él podía ser ella, sin necesidad de fingir, sin necesidad de aparentar. Solo a él le había hablado en profundidad de su vida más íntima, de aquellos secretos que ni a sus amigas pudo confesarles.

—¿Crees que tu Romeo vaya mañana al bar? —preguntó, apoyando su mejilla sobre su cabeza.

—Es probable que lo haga, pero no lo sabemos.

—Podemos arriesgarnos —susurra.

—¿Arriesgarnos a qué?

—A ponerlo celoso. ¿No sabes que a los hombres nos atrae eso que no podemos tener? —jugó con un mechón de su cabello enredándolo en sus dedos—. Cyara, déjame hacer esto por ti. ¿Te interesa? Pues vamos a ver hasta qué punto tú le interesas a él.

—Tiempo perdido, créeme.

—Hablas como si lo conocieras.

—Creo que lo conozco, es esa clase de hombre...

Nunca se termina de conocer a alguien. Siempre hay cosas que nos sorprenden, incluso de esa persona con la que vivimos tantas cosas, incluso de quien menos te lo esperas. No puedes saberlo todo. No puedes saber cual será su siguiente acción. No puedes saber lo que piensa. Ni mucho menos puedes saber lo que siente.

Cyara tampoco tenía interés por saberlo.

Era una mujer que se centraba en sí misma y no en sus ligues, le daba bastante igual lo que pasara por la cabeza de la otra persona.

Sin embargo, él parecía interesante, aunque le hubiese escupido en la cara que era un aburrido. Había sido una mentira piadosa que le serviría en algún momento.

Mientras tanto solo quería insistir. Algo que hasta el momento no había hecho con nadie. ¿Para que perder el tiempo con quien no tiene el más mínimo interés por ti?

Infames intenciones Where stories live. Discover now