Capítulo 9

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Tal vez sus labios eran esa tan necesitada adicción que lo alejaba por completo de la realidad, dándole a entender que el trabajo no lo era todo en la vida, que si seguía vivo era por algún motivo. Vivir sin ellos sería una completa pesadez, Christopher era experto en ese tema. Llevaba en el pecho mucho dolor, que lo disimulaba con un tatuaje bastante significativo para él, una corona rodeada de una rosa llena de espinas.

Cyara se lo acarició en cuanto le desabrochó la camisa, siendo esta la primera vez que sus ojos lo veían. Lo notó tenso de inmediato, hasta el punto de agarrar sus muñecas con sus manos para impedir que siguiera tocando en donde no debía.

—¿Qué significa? —preguntó, alejándose apenas unos centímetros para poder mirarlo bien a la cara.

—Nada importante —habló, con la voz enronquecida—. Cuando me gusta un diseño simplemente me lo hago, no tiene que tener una historia detrás.

—Oh, vamos, eres abogado —señaló con obviedad.

—¿Y qué quieres decirme con eso? ¿Que los abogados no podemos tener tatuajes? Eso ha quedado un poco en el siglo pasado, ¿no?

—Lo que quiero decir es que puedes mentir mejor que eso, Vélez —sonrió con malicia.

Sus ojos desprendían fuego cuando los volvió a posar sobre los de la rubia, que brillaban con diversión por la situación que estaban a vivir.

—No te estoy mintiendo.

—Ahí vamos de nuevo.

—Cyara, detente —pidió, esta vez siendo lo más sincero posible—. Es algo que pertenece a mi pasado y que prefiero que se quede ahí. Los muertos se entierran y deben de permanecer en el cementerio toda una vida. Con los recuerdos debería de suceder lo mismo.

—Los recuerdos están ahí por algo, y una vez más mientes; se entierran a los muertos, pero es imposible olvidarte de ellos. Las personas solo mueren cuando dejas de recordarlas. Hay muertos que están más vivos que algunos vivos, aunque no lo creas.

Se mantuvo en silencio unos segundos, reflexionando sobre las palabras que acababa de soltarle así sin más. Le jodía admitir que tenía razón de nuevo. Pero más le jodería que esos recuerdos que le llenaban los ojos de lágrimas volvieran a su cabeza, no estaba listo para traer el pasado de vuelta cuando todo parecía ir tan bien.

Había una muerte involucrada. Probablemente la que más le dolería en toda su vida.

—Te lo dije antes y no tengo problema en volver a decírtelo: no somos tan diferentes —susurró, juguetona de nuevo, sabiendo que sus palabras habían causado el efecto que esperaba. No era de piedra como aparentaba, ella lo estaba demostrando con cada palabra que le clavaba más y más hondo.

Se dio la vuelta, dándole la espalda mientras sus manos le desabrochaban el cinturón, iba a aprovecharse de la vulnerabilidad. Bajó la cremallera de su pantalón, tiró por el elástico de su bóxer y gimoteó con gusto cuando su polla quedó liberada. Estaba dura bajo sus manos, palpitante ante su tacto, con pequeñas gotas de líquido preseminal goteándole en la punta de su glande. Echó sus caderas hacia atrás, quedando a pocos centímetros del rostro del abogado, quien no tardó en llevar sus manos hasta sus nalgas para apretar de ellas.

Mente liberada, recuerdos flotando por el aire.

Cyara recogió con su lengua su presemen y a continuación empujó su boca hacia abajo, cubriéndole la polla con los labios al instante. Llevó su mano a la base de esta, para poder masturbar la parte que no llegaba a chupar. No iba a metérsela toda, lo tenía muy claro, al menos no en ese momento. Ya habría tiempo suficiente para joderse la garganta.

El cabello le caía a ambos lados de la cara, con sus movimientos hacía que este le rozase a él los muslos cada vez que empujaba su polla dentro de su cavidad bucal.

La estrategia la tenía. Sabía follárselo con la boca, metiéndola hasta la garganta y volviendo a la punta, jugando allí con su lengua con el único fin de excitarlo todavía más. Sintiendo que se le ponía dura en los labios.

Se siente codiciosa al saber que le puede otorgar esa enorme satisfacción de un placer inigualable.

—Cyara... —advirtió entre jadeos, sintiéndose al borde de explotar. Pero Cyara no se detuvo, no ahora que tenía más que motivación para continuar.

Cerró sus ojos, deseando estar en otra posición para así tenerlo de frente y ver sus reacciones a la hora de derretirse. Pero el abogado era tan predecible que podría imaginárselo, con sus siseos de placer tenía más que suficiente.

Christopher echó su cabeza hacia atrás, soltando un ronco gemido que le hizo doler la garganta, y apretó sus dedos en el trasero de su compañera mientras se corría en su boca, por mucho que intentara evitar el orgasmo le era inevitable. Acababa de tocar el cielo con la ayuda de su generosa boca, ¿que más podía pedirle al diablo?

Ella jadeó con satisfacción, mientras se tragaba el cálido líquido que había caído en su boca, luego se relamió los labios por si había quedado en estos una mínima gota restante.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó, girándose para verlo.

—Mejor de lo que debería —admitió, estirando su brazo para poder acariciarle el rostro. Dejó escapar un largo suspiro y mordió su labio inferior—. ¿Qué buscas, Cyara? ¿Liberarte? ¿Divertirte?

—No sé lo que busco, porque sin buscar nada te encontré a ti —susurró, mirándolo a los ojos—. Si te pusiste en mi camino fue por algo, no creo en el destino, pero puedo llegar a creer en ti. Aunque me cueste confiar en los abogados, creo que puedes llegar a ser la excepción.

—Tengo una vida complicada, si quieres formar parte de ella vas a necesitar saber muchas cosas antes —dejó un mechón de su rubio cabello detrás de su oreja y la miró con dulzura—. Cosas que quizá te hagan correr lejos de aquí, ¿sabes? No soy el hombre perfecto que tú tienes idealizado.

—Me gusta creer que eres perfecto incluso cuando sé que no lo eres, por eso me he acercado a ti. Tienes unos aires de misterio, irradias perfección, pero en el fondo hay mucha oscuridad —susurró, alzando sus cejas—. Y a mi nunca me ha gustado del todo la luz del exterior, déjame profundizar en la tinieblas de tu ser, quiero conocerte a fondo.

Infames intenciones Where stories live. Discover now