Capítulo 15

78 3 0
                                    


El café les ayudó a despejarse y la pequeña conversación que tuvieron, alejada de todo lo que habían dicho anteriormente, también.

Entablar conversación entre ellos siempre había sido fácil y eso era un peligro porque significaba que ya se sentían cómodos el uno con el otro. Ella fue la primera en notarlo, llevaba días sintiéndolo, aunque prefirió ignorarlo y hacer como si nada hubiera pasado. Porque era más fácil ignorar las cosas a tener que enfrentarse a ellas.

Él lo hizo después, quizá justo en ese mismo momento, cuando miró la gota de café resbalar por su taza cuando la levantó y se inclinó tomando una servilleta para que esta no le cayera en la ropa y se la manchase. Tal vez en el segundo que se le cruzó la idea de invitarla a su casa. O cuando se le apretó el estómago al ver como la miraba el camarero del bar.

Cualquiera de esas opciones habría sido válida, pero el abogado también quiso pasarlas por alto.

—¿Estás lista? —cuestionó después de dejar el dinero para pagar sus cafés sobre la mesa—. No sé cómo te tratará Eva, pero puede hacerte dudar de todo o hacerte enloquecer.

—Eva te odia —recordó, haciendo que él alzara sus cejas—. Su hermano me lo dijo.

—Lo suponía —chasqueó su lengua—. Eva y Georgina eran amigas, no lo supe hasta que la vi en el entierro de Miguel —decirlo le dolía, se le notaba en la mirada que no era un tema que quisiera repetir—. El odio empezó desde ahí, ellas se contaban todo y por supuesto no se me pasó por alto lo que yo hice. Insistió mucho en denunciarme pero Georgina no cedió. Ojalá lo hubiera hecho, era lo mínimo que me merecía.

—Chris, ya hemos hablado de esto —tomó su mano para acariciarla, justo como él hacía siempre con la suya.

—Lo siento —susurró, sacudiendo ligeramente la cabeza para dejar el tema apartado a un lado—. Cuando empecé a defender a presuntos culpables solo fue peor porque creía que lo hacía por ella. Eva atrapa a los malos y yo me encargo de defenderlos, el chiste se cuenta solo. Piensa que es porque dudo de su profesionalidad, que ni para atrapar a los malos sirve... Supongo que no está equivocada, porque a la vista está que ha querido mandar a la cárcel a muchos inocentes.

—Menos mal que estabas tú ahí, ¿no? —sonrió con los labios pegados—. El mejor abogado defensor.

Él también sonrió. Una cosa era escucharlo en las noticias de por la mañana, leerlo en los periódicos y también en redes sociales, pero otra muy diferente escucharlo salir de sus labios. Sin duda había estudiado todos esos años para ahora escuchar eso, estaba convencido.

—Vamos a comisaría, ángel —murmuró, sabiendo que si seguían con el tema si iría por las ramas.

—Antes de nada me gustaría decirte que yo tampoco le caigo bien —aclaró su garganta—. Esteban y yo además de ser mejores amigos... Bueno, tuvimos nuestros acercamientos en su momento, pero ya no.

—No tienes que darme explicaciones de eso, tu vida es tuya —indicó—. Me lo veía venir cuando te vi con él, ese chico te mira como...

"Como yo" quiso decir, pero optó por cerrar la boca y no quedar como un patético.

—No sé —retomó la conversación, carraspeando su garganta—. Como si estuviera enamorado de ti.

Cyara se carcajeó de la respuesta, no era quien de explicarle toda la relación que tenía con Esteban, a ella le bastaba con saber que ninguno de los dos estaba enamorado.

—No lo conoces —se limitó a decir, todavía con esa sonrisita que ya decía mucho de si.

Él no insistió, a veces era mejor así. Conversaron poco durante el trayecto a la comisaría, más que nada para no dejar morir la conversación y poder aliviar un poco la tensión del momento. Cuando llegaron lo hicieron preguntando por Eva, haciendo saltar las alarmas en varios de los policías, pues todos allí conocían al abogado.

—Tú te quedas fuera —señaló la rubia, haciendo que él la volviese a mirar—. Me lo prometiste, quedamos en que la confesión solo la escucharía Eva.

—Cyara... —dijo su nombre con ese característico tono que usa cuando quiere advertir de algo.

—Puedo sola, de veras, no necesito a un abogado ahora.

—No necesitas un defensor, pero necesitarás un apoyo.

—He tenido que lidiar con Eva en anteriores ocasiones, créeme que esto no será nada —dejó un beso corto en sus labios antes de girarse y dirigirse hasta la puerta que tenía el apellido de esta.

Tomó una profunda respiración antes de tocar esta con sus nudillos. Eva, que ya la había visto llegar, no tardó en acercarse a la puerta para abrirle y dejarle pasar, cerrando esta una vez que la tuvo adentro.

—Que sorpresa tenerte por aquí, me imagino que la visita no es porque querías verme, ¿no?

—Tengo que hacer una confesión —admitió—. Me gustaría que quedase entre nosotras si no es mucho pedir porque es bastante personal.

Eva, que nunca había sabido demasiado de la misteriosa chica de ojos verdes que traía loco a su hermano, alzó las cejas con interés. Por fin, después de tanto tiempo, tendría en sus manos algo que le importaba, o al menos que le interesaba.

—Ponte cómoda entonces, tengo mis oídos puestos en lo que digas —indicó, rodeando su escritorio para sentarse en la silla que estaba tras este.

Lo que se dice en comisaría se queda en comisaría. Cyara habló, los ojos acusadores de la policía no se despegaron de ella en ningún momento de lo atenta que estaba, escribió el nombre de la sospechosa en su libreta y pequeños detalles recién aportados que serían de ayuda en el caso.

Infames intenciones Where stories live. Discover now