Capítulo 14

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No durmió demasiado, su padre se encargó de poner el volumen de la televisión al máximo para que ella llegara a escucharlo desde su habitación. Pensaba que allí era el único lugar de la casa donde tenía paz, pero al parecer ese inquilino no hacía más que recordarle lo contrario. No habría paz mientras él estuviera allí...

Quizá había que cambiar eso.

Intentó no pensar mucho en ello mientras se duchaba al día siguiente, quería ir despejada adondequiera que Christopher le dijera, se estaba dejando llevar por algo que no terminaba de conocer y no sabía que tan bueno podía llegar a ser.

Sexo. Solo iba a ser sexo.

Pero sin embargo; ya había cruzado ese límite, al menos él, cuando le contó sobre su pasado.

No había que implicarse emocionalmente en algo que solo llamaría a sus cuerpos, solo iba a ser atracción física porque los dos estaban condenadamente buenos y congeniaban bien en la cama... Bueno, y en el coche... Y en los sitios que se había imaginado follando con él, entre ellos los baños del bar en el que siempre se reunían.

Salió envuelta con una toalla de color blanco, con el cabello goteándole, pero no le dio la menor importancia porque se lo iba a secar más tarde. La pantalla de su teléfono se iluminó, indicando que un nuevo mensaje le acababa de llegar. Sonrió, inevitablemente, y lo tomó con sus manos para poder agregar a aquel número desconocido que ella ya sabían bien de quién era.

Abogado: Esta noche he soñado con los angelitos. Al levantarme sabía que tenía que enviarte un mensaje para quedar :)

Ángel: Dicen que uno sueña con lo último que piensa antes de dormir...

Abogado: ¿Científicamente probado?

Ángel: Eso no lo sé, nunca nada estará del todo probado, siempre hay excepciones.

Abogado: Esta no fue una, sin duda me dormí pensando en ti.

Se quedó con el teléfono en las manos, leyendo aquel mensaje una y otra vez mientras sonreía a la pantalla como si fuera lo más normal del mundo. No supo que responder, aunque para su buena suerte él la salvó de no tener que hacerlo.

Abogado: Nos vemos en el Bar Sor para tomarnos algo antes de ir a comisaría, ¿te parece?

Ángel: Ahí nos vemos.

Abogado: Si quieres puedo pasar a recogerte.

No, no quería, pero en lugar de decírselo directamente prefirió dejarlo en visto y bloquear su teléfono. Lo dejó a un lado mientras se vestía, no era de esas personas que se paraban frente al armario a analizar las posibilidades de outfits que podría hacer, no, ella era de vestirse con las opciones fáciles.

Para cuando volvió al baño para peinarse ya tenía el pelo a medio secar, simplemente lo desenredó y lo dejó suelto. Salió de casa mientras se guardaba el teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón y se dirigió al bar, caminando sin prisas porque tampoco le quedaba tan lejos. Divisó el Audi del abogado allí aparcado cuando llegó, él había sido más rápido, al parecer tenía ganas de coincidir con ella de nuevo.

—Un ángel vestido de negro, ¿eh? —le sonrió cuando la vio entrar—. No me esperaba menos.

—Nadie dijo que sólo existieran los ángeles buenos.

Era ella un ángel, si. Uno que había abandonado el cielo hacía bastante tiempo, no le gustaba volar en el cielo sino en la realidad. Le gustaba el negro por sus diversas connotaciones negativas como el miedo, la maldad y el vacío (emocional).
Eso de la elegancia, la seducción, el poder y el misterio era más de novela recién sacada de la imprenta y lista para distribuirse en librerías que poca gente leería. Así que no era lo suyo.

—¿Te consideras mala?

—Malísima —asintió, regalándole una sonrisa ladeada—, ¿pero solo estamos hablando de mi?

Eso le hizo reír, todo ahí llevaba un doble sentido que no podía dejar en el aire. Que irónico. Siempre se creyó que, como abogado y experto en el dominio de la lengua, era él quien hacía los juegos de palabras... Pero ahí estaba, deseando escuchar a Cyara todo el tiempo porque cada cosa que salía de su boca era más interesante que la anterior. Y eso le atraía en exceso.

Había personas guapas.

Y había personas interesantes.

De las personas guapas te puedes cansar pronto, al fin y al cabo son fachada, la belleza perdura el tiempo que tú quieres que perdure. Puedes cansarte, por muy bonita que sea, de mirarle la cara a una persona.

Pero las personas interesantes siempre tenían esa gota de misterio que seducía cada vez más. Independiente a su físico, si sabía llevar bien una conversación y jugar con las palabras adecuadas ya tenía mucho ganado.

Cyara era las dos cosas: guapa y perversa con la lengua.

Nunca había visto nada igual, quizá por eso le fascinaba de sobremanera.

—Vamos a tomarnos un café y después te acompaño a comisaría para que hables con Eva —señaló con la cabeza una de las mesas.

Siempre que se habían visto allí había sido en la barra, de manera informal, ahora estaban dando un pequeño y notable paso al querer acercarse de una manera más íntima para beber más tranquilos y conversar.

—Me imagino que hoy no querrás cerveza —señaló el camarero en cuanto se acercó a la mesa que habían ocupado.

—Es temprano —indicó, meneando su cabeza—. Así que no, un café estaría bien.

—Que sean dos, el mío cargado —pidió Christopher, sin despegar la mirada de la rubia que tenía enfrente.

—En un momentito os los traigo —les hizo saber, dándoles una sonrisa antes de volver tras la barra para preparar aquellos cafés.

Cyara le devolvió la mirada, sonriendo con descaro al saber que no había apartado los ojos de ella en ningún momento. El tipo sabía lo que hacía y ella sabía el efecto que causaba.

—¿Qué harás después de todo esto? —le preguntó, ladeando ligeramente la cabeza.

—Buscar un trabajo, quiero irme de casa, buscar un nuevo lugar alejado de esta mierda —admitió, encogiéndose de hombros.

Él mordió su labio inferior para después esbozar una sonrisa, estaba dispuesto a hablar cuando ella se lo impidió.

—No —chasqueó su lengua—, sea lo que sea que estás pensando es una mala idea así que no la digas en voz alta.

—Cyara...

—¿He oído buscar un trabajo? —preguntó Brandon cuando dejó sus cafés frente a ellos—. Puedo echarte una mano en eso, desde que no está Susana pues... Hace falta una camarera aquí en el bar, eso siempre atrae a la clientela, y tú eres una chica muy guapa. Te adaptarás bien. No necesito una respuesta ahora mismo, puedes pensártelo y en cuanto lo tengas claro me dices.

—Eso es muy considerado de tu parte —asintió ligeramente con la cabeza—, me lo pensaré.

Él sonrió satisfecho y se retiró para dejarles en la privacidad que habían ido a buscar allí. Christopher negó con la cabeza como si estuviera en desacuerdo pero no dijo nada al respecto, iba a respetar su decisión fuera cual fuera.

Infames intenciones Where stories live. Discover now