Capítulo 12

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Vuelve el agobio.

Vuelven el estrés.

Vuelve esa rutina diaria de la que se estaba empezando a olvidar por querer en los dulces labios de un abogado que nunca la miraría como miraba a su ex esposa. Estaba ahí porque no podía volver el tiempo atrás. Ella formaba parte de su vida solo para complacerlo, al fin y al cabo, él no buscaba más... Buscaba justicia y eso no era algo que Cyara pudiera brindarle.

Las cosas con sus amigas estaban más que torcidas y ese día no hizo más que confirmarlo cuando llegó al bar y solo acudió Sara, Laura ni siquiera había leído sus mensajes e incluso podía sospechar los motivos por los que la estaba evitando. Quizá pensaba que era buena ocultándolo, pero la rubia era una tía observadora y no se le pasaban las cosas por alto así sin más.

Sara llegó tarde, como de costumbre, pero no le sorprendió que estuvieran las dos solas.

—¿Laura no viene? —cuestionó nada más sentarse—. Bueno, no me sorprende, al fin y al cabo he estado pasando de ella últimamente.

—Tienes a alguien más, no te lo voy a echar en cara.

—No podrías hacerlo ni aunque quisieras, tú también tienes a alguien —la señala, callándose en cuanto ve al camarero acercarse—. Lo de siempre, por favor.

Él asintió después de echarle una breve mirada a la rubia, le habría encantado que fuera ella la que se lo pidiera, pero no todos los días se ponía tener buena suerte. Volvió tras la barra para ocuparse de sus pedidos y llevárselos cuanto antes, no quería hacerlas esperar demasiado tiempo.

—Gracias —dijo la misma cuando lo vio volver, más la rubia seguía sin dedicarle una mísera mirada y eso lo ponía más depre de lo habitual, pues era lo único interesante que encaraba en el bar—. Ahora cuéntame, ¿cómo te va follando con el abogado?

—Bien, ya sabes, es rico pero no folla como ellos —admite, encogiéndose de hombros de manera despreocupada.

—¿Cómo se supone que follan los ricos?

—Creyendo que el placer se ha inventado para ellos —señala con obviedad—. No es egoísta, algo raro en los hombres, se centra más en tu placer que en el suyo propio.

—Las personas correctas encuentran su placer en tu placer, no te conformes con menos.

Cyara alzó la mirada tras darle un largo trago a su bebida, las frases recién sacadas de internet siempre funcionaban parar tirar del hilo, acababa de comprobarlo.

—¿A quién te estás tirando?

Sara parpadeó casi perpleja, eso había sonado a una exigencia y no a una pregunta.

—No la conoces.

—No la conozco —repitió—. Bien, tampoco te pediré que me la presentes si eso no quieres, pero ten cuidado con Laura, ella realmente se ha tomado a mal que siempre tengas asuntos pendientes y no quieras quedar. De hecho me atrevo a decir que sus celos por ti la han llevado al otro extremo.

—¿Estás insinuando lo que yo creo?

—Probablemente —admitió—. ¿Que pudo matar a Susana injustamente? Si, eso creo, ¿qué crees tú?

Ni siquiera se dio cuenta que la puerta acababa de ser abierta y un hombre que ella conocía bien acababa de entrar. Él sí reparó en ella, de hecho fue lo primero que hizo nada más poner un pie dentro del local: buscarla. Sin embargo, al verla con su amiga solo se limitó a sonreír con los labios pegados como si fueran completos desconocidos y caminó hasta la barra.

—¿Tú te estás oyendo? ¡Vas a arruinar nuestra amistad por una mierda así!

—¿Y tú me estás oyendo a mi? Es sospechosa.

—¡No puedes traicionar su confianza!

—Ella desconfía de ti, Sara...

—¡Pues que siga haciéndolo! Me suda la polla lo que pueda pensar de mi, en cambio tú...

—¡Yo quiero protegerte!

—¿Quieres protegerme? ¿Que hay de ti, Cyara? Eres rara de cojones, a veces creo que no te conozco. ¿Matarías por mi? Si Laura es lo que dices que es, al menos demuestra su amistad, de manera extraña y perversa, pero la demuestra. Tú quieres incriminarla, eso no hacen las amigas.

Se vio a sí misma temblando. ¿Que hacían las amigas más que proteger la una a la otra? No lo sabía y se sentía aturdida. Por primera vez en la vida quiso hacer lo correcto y no lo que le convenía a ella y así se lo estaban pagando. Quizá la benevolencia nunca tuvo que aparecer en su ser.

Alzó la mirada, perdida, y se encontró con aquellos ojos color miel que la observaban desde la barra. Volvió a sentir sus pies en la tierra al instante.

—No demuestra su amistad —susurró, apretando uno de sus puños sobre la mesa—. Demuestra su amor, está colada de ti, yo en esta amistad siempre fui la que se quedó atrás porque entre vosotras hay un vínculo mucho más fuerte del que alguna vez habrá conmigo.

Se levantó sin darle tiempo a responder, dejándola atontada con todo lo que acababa de soltarle. Ambas estaban siendo injustas y se estaban descargando la una contra la otra, pero no era momento de ponerse a pensar en ello cuando había muertes involucradas. Cyara no quería más muertes de ese estilo, no podría soportar admitir que su amiga era sospechosa pero lo era, tenía un móvil para serlo aunque sonase ridículo, y quería que alguien la escuchara sin necesidad de juzgarla.

—Buscas justicia, ¿no? —cuestionó, apoyando sus manos en la barra para mirarlo—. Déjame que comparta una terrible teoría que no para de volarme por la mente. ¿Recuerdas el otro día cuando me aparecí en tu casa y te dije que tenía algo para decirte? Era esto, pero me eché para atrás porque no quería quedar como la hija de puta más grande del planeta.

—Sea lo que sea que vayas a decir, no te convierte en una hija de puta —la tranquilizó, llevando una de sus manos a su hombro—. Así que respira y cuéntame todo lo que estés dispuesta a contarme.

Y así lo hizo, ocultando sólo aquellos detalles que a ella le parecían poco importantes para el caso. Le habló de Sara, le habló de Laura y sus sentimientos hacia la primera nombrada, le habló de Susana y el interés que tenía su amiga en ella, le habló de sus encuentros en el bar y le habló de su última discusión.

Infames intenciones Where stories live. Discover now