Décima nota - 23/05/2005

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Lunes 23 de mayo de 2005

El fin de semana fue el cumpleaños de Pablo.

¡Uff! Ya sé por qué estabas tan mal la semana pasada, tanto el lunes como el miércoles. ¡Te peleaste con Lucía! Ahora todo tiene sentido.

El sábado de noche estuvimos con Pablo, sus amigos y algunas novias de ellos, en el quincho comiendo asado. Yo llegué cuando la mayoría ya estaba ahí. Se ve que a los hombres les encanta juntarse más temprano cuando hacen asado, para tomar unas cervezas mientras arrancan el fuego. Y bien, me presentó a todos como «Elizabeth, una amiga», y nada más. Me decepcioné un poco, pero supuse que quizá le ofendió que aún no quiera presentárselo a papá y por eso tampoco me presentaría aún de manera oficial. Igual, entiendo que no lo haga con su familia, pero ¿por qué ocultarme ante sus amigos? Algunos ya nos vieron juntos cuando vamos a bailar.

Bueno, la cosa es que estábamos comiendo cuando, en un momento, él mencionó que su hermana había vuelto a vivir en la casa familiar después de un montón de años, y que le estaba costando acostumbrarse a ello porque ella se entrometía y opinaba en todo, además de que también solía llevarse el auto de su mamá prestado cuando él lo necesitaba. Esto parecía ser lo que más le molestaba.

—Se peleó con tu profesora —me dijo, por un momento prestándome atención a mí, cosa que no estuvo haciendo durante la noche. Yo era ahí una más del montón.

Nos estuvimos mandando mensajes todos esos días porque yo ya tengo mi nuevo Nokia 1100, pero no fue capaz de contarme nada de eso. Me pareció algo desconsiderado de su parte. Aunque, bueno, quizá no pensó que a mí me interesaran los chismes referidos a vos y su hermana, y hay que medir los caracteres que uno manda.

—Yo nunca lo cuento porque Lucía prefiere mantenerlo como un secreto —siguió Pablo—, pero mi hermana es tortillera. Al parecer, durante los últimos años estuvieron buscando embarazarse vía fertilización in vitro, pero el tratamiento no les funcionó y, después de muchos intentos, entre otros dramas típicos de lesbianas, la relación se terminó desgastando y ya no daba para más. Todo explotó hace unos días.

Me quedé congelada. Los amigos de Pablo hicieron varios comentarios que me cayeron muy mal. Preguntaban cuál era «la mujer» y cuál «el hombre» en la relación, y si era su hermana o «la otra» la que estuvo intentando embarazarse. Recordé esa vez que te vi descompuesta, esos días que faltaste a la facultad, y supuse que seguramente eras vos. De la forma que sea, estoy segura de que han sido tiempos muy duros para vos. Querer ser madre y no lograrlo, ver que tu relación de pareja se deteriora... Lo siento mucho.

Terminé volviéndome antes a casa con la excusa de no sentirme bien. Ya no aguantaba más que anduvieran en modo chismosos y no cambiaran nunca el tema. Ni siquiera te ofreciste a alcanzarme en el auto, una de las chicas me llamó un remís.

Estaba preocupada y no podía sacarte de mi cabeza. Estoy molesta con Pablo y su forma de hablar de vos y su hermana delante de sus amigos, por revelar sus intimidades... y por tratarme como a otra amiga más.

¿Por qué todos los hombres se vuelven estúpidos cuando están alrededor de otros hombres? ¡Qué bronca que me da!

Honestamente, ya se me fueron las ganas de pasar con él esa noche de hotel. Quizá le dé una chance más de devolvérmelas. Pero solo una, y me lo voy a pensar bien primero.

Hoy ya te vi algo mejor. Me imagino lo que debés estar pasando. Quisiera abrazarte y darte ánimos. Pero no me animo a acercarme a vos.

Ni debo.

¿Qué te diría? ¿Cómo lo haría?

No. No va a suceder.

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