Ella se burla

246 11 1
                                    

1/02. Aquella era la fecha que habían escrito en sus cuadernos de apuntes antes de que un hombre de mediana edad, de cabellos canos y estatura promedio, se adentrara en el aula con una sonrisa contagiosa en el rostro y, como pocos profesores lo hacían, recorriera banco por banco. De inmediato arrancó la clase, anotando los ausentes y usando su voz naturalmente alta para atrapar la atención de sus alumnos al igual que podían hacerlo sus pisadas suaves pero comparables al tono de sus palabras: lentas y rastrosas si eran tristes, como una rara ocasión en la que había sido akumatizado; tranquilas y largas si eran felices, como era habitual; y un poco demasiado fuertes si eran furiosas, algo que solo una vez había ocurrido. Aunque de todos modos la primera buena impresión que había causado era difícil de borrar y casi todos lo consideraban uno de sus profesores favoritos... Como ahora, por ejemplo, que como si de una historia se tratara, les relataba acerca de los universos de los libros cuyos diminutos detalles tenían que tener un propósito y no solo servir de decoración: ponía énfasis en los libros de misterio e intriga en los que todo tenía un significado y cumplía un propósito que infería en la trama; no obstante la pura fascinación solo la mostraba un azabache vestido de rojo, sentado en los asientos del fondo y con su lapicera negra sin despegarse de sus hojas más que para pasar a la siguiente palabra. Entretanto, la atención del resto solo se enardecía lo suficiente como para que hallaran interesante el que se tratara a un libro de cualquier género como si de la realidad fuera una copia, a diferencia de Bridgette, a quien entre otros chicos, le llegaba a la mente las tramas de películas y algunos de los pocos libros que tenía mientras resumía el apasionado discurso de uno de sus profesores favoritos.

La creatividad era uno de sus fuertes y no podía esperar a tener que escribir otro cuento para la clase.

—Psst... —Sentada a su lado y con la vista puesta en la fecha en vez de las palabras en el resto de la hoja que con lentitud había escrito, una rubia de cabellos largos y trenzados trataba de llamarle la atención.

—¿Qué? —respondió en voz baja, con un lápiz en su hoja, un oído en la lección y el otro en lo que fuera que le diría su mejor amiga.

—Estamos en febrero —Su susurro fue un poco cantarín.

La chica de coletas azabaches y grandes y azules ojos, no pudo evitar alzar la mirada de sus apuntes y mantenerla fija en el asiento delante de ella, en donde estaba sentado el chico cuya rubia y opaca melena salía de su espalda gris oscuro casi igual que el sol de detrás de las nubes. La azabache ya era un rayo de sol que nunca se atenuaba, así que era ridículamente increíble que él, un día nublado con colores opacos, agregase colores a sus días, radiantes como lo era ella por la felicidad que destilaba.

—Le voy a regalar…

Bridgette no pudo evitar dejar escapar un suspiro soñador y una boba sonrisa, dejando el lápiz sobre la hoja al empezar a fantasear sobre un catorce de febrero en compañía de Félix Agreste.

—Le voy a regalar unos chocolates porque es algo que se regala en el catorce —Lo decía casi farfullando, pero la rubia estaba acostumbrada al ritmo de sus palabras—: tendrán sabores raros y amargos como a Félix le gustan.

»No me mires así, Alle —siguió sin voltearse. No necesitaba saber que ella la veía con disimulo y, ante su última afirmación, duda—, en realidad no lo sé y solo espero que acepte mi excusa y lo tome como "tradición del día de los enamorados".

Entonces rio, apenas prestando atención a su entorno debido a los planes muy visibles que con cuidado acomodaba en su mente.

—Entonces lo invitaré a pasear por cerca del Sena porque es lindo caminar ahí, y es un lugar conocido: no puede no gustarle. Y tampoco lo invitaría al cine como siempre así que ¿de qué se quejaría si le daría la cita perfecta? ¿No?

Coleccion de FeligetteWhere stories live. Discover now