No puede ser ella, ¿o sí?

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uno

Se cernía sobre París como una sombra grisácea, aunque no alta ni imponente. Tenía sus largas piernas dobladas bajo su cuerpo, su mano derecha acunando su abdomen y la otra aferrándose a la viga en la cual estaba posada como un águila, y sin embargo las líneas de expresión de su rostro no se curvaban adoloridas. Desconcertaba su cara suave, pacífica y sin signos de su frialdad habitual, las comisuras de sus labios que se mantenían apuntando ligeramente hacia arriba y ella, que entrecerraba sus ojos como si apenas pudiera mantenerlos abiertos mientras las cintas rojas que se agarraban a sus azabaches coletas seguían la dirección del viento, sin pereza aparente.

Sus grandes ojos contemplaban los lejanos edificios en el pozo que era París ante su más alta torre, que como una antena de cable se plegaba hacia el cielo y apuntaba más allá…

A simple vista sin cuidado, Ladybug se equilibraba en una de las vigas más altas en una posición que requería un esfuerzo para mantener, y se preguntaba cómo sería el mundo más allá de los oscuros edificios, tras las cientos de luces y fuera de la ciudad…

«El...» La heroína sacudió la cabeza, soltando un suspiro y negándose a sus sueños. No tenía sentido porque tenía que…

—¡Miladi! ¡Qué sorpresa más linda!

Dejó que se formara una sonrisa ante las ridiculeces deliberadas de Chat Noir.

Sintió los pétalos de una rosa rozar sus mejillas y de reojo lo vio a una distancia prudente, con su brazo de largo caricaturesco extendido hacia ella, uno de sus verdes y celestes ojos cerrado casi con insistencia, como si temiera ser golpeado, y aun así sosteniendo una sonrisa contagiosa…

Ladybug respiró hondo.


[...]


La melena rubia del gato caía en un divertido desorden sobre sus únicos y particulares ojos enmarcados por la máscara completamente negra y misteriosa. Su cola se movía entre las cintas rojas, buscando contacto como su dueño. Su postura podría parecer intimidante para un espectador primerizo, pero era la chica de rojo la que tenía la mirada más significativa a pesar de su postura inusual y no ignorable… Lucían más sólidos y firmes los bordes de su cuerpo mientras que la firmeza tambaleante pero al fin y al cabo firmeza del héroe dependía de que este se contuviera de frotarse cual gato en las piernas de la dueña de su corazón.

Los dedos rojos de su lady hicieron contacto con los suyos, negros y pocos regordetes que se asemejaban a garras que evitaban agarrar la barbilla de Ladybug y esperar encontrarse con una sola cara de boba enamorada dirigida a él como le gustaría... y entonces aferrarse a ella mirándola por horas si de él dependiera.

Chat se acercó mientras la heroína recibía la flor con su mano libre y pinchaba sus espinas, con dolorosa fascinación ante sus dedos palpitantes. Aun observando sus curiosas acciones se sentó a su lado de una manera más normal, con sus muslos apoyados en la viga y sus manos entre ellos, aferrándose al metal con sus garras hasta sorprenderse por que su Cataclysme no se filtrara por accidente y su mala suerte hiciera de las suyas.

—Una hermosa noche —Ladybug apenas movió sus labios al contemplar el tallo espinoso de la rosa que solo hacía que sus manos dolieran y Chat Noir la oyó como oiría al audio de una vieja radio, aunque su voz serena no estaba entrecortada. Débil, diría—, ¿no, Chat Noir?

Sin embargo, los ojos inhumanos del mencionado se perdían entre los mechones azabaches azulados que simulaban reflejar las estrellas como si aquello fuera tan normal de la misma forma que los sueños ocurrían en la vida normal.

—Sí —Corazones invisibles irradiaban por todo su cuerpo y Ladybug no expresaba su usual incomodidad ante el cariño que el gato le transmitía sin percatarse.


Coleccion de FeligetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora