III

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La familia Ross Lowell...—Suspiro. —... Siempre alejada de todo.

La Sra. Yesenia Ross Lowell ¡Cuán grande fue su error! Unirse a un esclavo del padre de su mejor amiga no trajo mucha dicha a su hogar, provocando el volátil repudio de Corpus como se provoca a un león hambriento en un acto de circo.

Pobre, joven y tonta Yesenia, ciega de amor, compasión y del ojo izquierdo tras un grave caso de conjuntivitis. Tan tonta y ciega que se instaló junto con Kindra en una pequeña cabaña junto al río, tan tonta como para respirar la dulce esencia de un amor puro y desnudo de pretensiones, un aroma tan reconfortante que, si alguien se hubiera atrevido a visitarles, sus pulmones se habrían llenado de una fresca fragancia rosa, capaz de disipar los estigmas más arraigados... Haciéndome desear tener el don del aire por lo menos un segundo, para manejarlo y encerrar el aroma en un botellín para darlo a quien más quisiera, esto me hizo seguirles por años...

... ¡El escándalo!, ¡Tamaño castigo para la joven y antes hermosa Yesenia si luego de que lo hizo hubiera vuelto a casa!... Proclamar su amor por Kindra, gritando a los cuatro vientos elevó su voz tan por encima de los latigazos del capataz como para que ahora siga oyéndose sobre las corrientes de los siete mares conocidos. Proclamaba que, si no dejaban libre a su amor, ella terminaría siendo esclava también; aunque nadie habría aceptado a la hija del señor Doroteo como tal. La simple alusión a ello no era algo que su padre, un comerciante de verduras criollo, hubiese tomado con la mayor de las calmas.

Por mucho habían pasado antes de instalarse en la cabaña junto al río. Kindra debía esconder la verdadera razón de los cortes en su cuerpo para no asustar a su mujer, diciendo que se había rasgado con un cují al caer de la burra. La sangre resaltaba como pañuelos rojos sobre su piel oscura. Si bien era una explicación ridícula, sea por amor sea por vivir en el engaño, fingió creer a su marido. Tal visión de tragedia secretamente compartida les llevó a dejar Corpus Christi y huir a la cañada a sus afueras.

Kindra no era un hombre de correr, mucho menos de desistir, incluso se rumoraba que cierta vez noqueó una mula de una bofetada cuando el animal, dándole de regalo una fuerte mordida en el brazo, se resistió a avanzar por el fango, el animal cayó pesadamente. Kindra tomó la carreta llena de leña y continuó con ella a cuestas. Sin embargo, sabía que no tendría mucha ventaja contra 30 hombres y una amenaza de incendio.

A su alrededor sólo había una propiedad, no esperaban tener problemas.

Con el paso del tiempo la construcción de una casa pasó de ser una esperanza vacía proclamada en el fondo del granero del reverendo Ernox a una realidad estructurada a través de los años antes de que estos fueran demorados. Ocho dormitorios, un salón comunal, sala de té y cocina de piedra con un horno tan cálido que solía esconderme en él por las noches cuando el tizón acababa de morir. Todo hecho por las manos de Kindra y Said, el mayor de los tres hijos; éste fue seguido por Nailea y ésta, tres años después, por Raizel. Tres niños criados a las afueras de Corpus. Tres niños con el apellido de la madre, pues el padre no tenía.

Said, desde muy temprana edad, se había aficionado por la jardinería y cultivo de diferentes tipos de hortalizas, prefiriendo pasar tiempo en el jardín que en compañía de sus familiares, nunca fue muy conversador. Nailea anteponía jugar ajedrez y entretenerse con libros de adivinanzas. Raizel prefería el dibujo. Si bien los hermanos se repartían el trabajo de la casa esta no era una exigencia para Raizel, la cual tendía a enfermar con facilidad.

Para ese momento las casas eran ocho. No había problemas.

El mayor no tuvo hijos. La segunda, un niño y una niña: Jacobo y Morgan, uno seguido del otro, ambos con un comerciante árabe llamado Jacob Blanco, un hombre alto y moreno que si se quería saber su apariencia antes de morir atacado por abejas sólo se tenía que ver a su hijo mayor unos dos años después: Cabello rizado de manera impetuosa, sonrisa fácil y ojos grandes.

Ese Día, Como Todos los Días.Where stories live. Discover now