XVI

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—Espero que comprendas que vamos por el mismo camino de las otras ocasiones. —Edmon la miraba con desencanto. Las manos a la altura del cinturón. No era la primera vez que hablaban del tema, no en ese día por lo menos. El sol comenzaba a bajar dejándolos envueltos en una delgada película naranja. —No lo hemos conseguido en... ¿Por qué hoy habría de ser distinto al ayer?

—Comprendo tu desilusión con el escenario que tenemos en frente, conmigo incluso...—Morgan apretaba y soltaba los nudillos tan rápido que los dedos se le acalambraban. —... No sé por qué sigo con esto, no sé por qué me apoyas. Continúo sin más razón que verle una vez más. Que llegue a mí entre los cariaquitos, que me quiera aunque no sea nuestro tiempo. He enloquecido, me he vuelto una sin razón que espera que al revivir esa vida asquerosa me encuentre a mí misma más consiente de una respuesta. Cuánto lo amé que no pude comprenderlo. Quisiera irme lejos, con o sin él, que me dijo que me amaría sin importar nada y le creí. Mi autocompasión me asquea, la espera de su beso luego del melodramático final me aferra a esta forma de vida que no es vida.

— ¿Si consentimos actos malignos por una causa mayor podemos seguir considerándolos como tal?

—Está claro que sí.

Suspiraron. Estando sentados en un cajón de madera fuera del establo se dieron cuenta de que no conseguirían justificarse.

— ¿Por qué él?

—Me lo pregunto a cada instante.

— ¿Por qué no te le entregas desde el comienzo? —Por un momento Edmon creyó que la respuesta sería un <<por ti>>, luego desechó la idea por ridícula.

—Porque cuando lo hice terminó como su padre. He cambiado de proceder tantas veces que mi realidad no es más que una serie de fragmentos inconexos. —Vio las plumas negras prendadas al dobladillo de su falda. —Seguiré de este modo hasta que encuentre uno mejor.

—Quisiera que conocieras el final de esto tanto como yo. Me comprendieras cuando digo que en silencio la mente grita con más fuerza. Que de saberme bueno pasarías estas últimas horas conmigo, tratando de cambiar.

Ella cerró los ojos, creyó encontrar su única excusa.

—Los humanos nos construimos sobre un campo de fascinaciones que, a veces, sólo son un juego. Atribuimos significado a momentos y damos importancia a un futuro mejor aunque nadie posee el don de la clarividencia. Quizá no quiera conocer ese futuro.

— ¿Lo seguiremos siendo... Humanos?

—Ya lo olvidé.

— ¿Lo que le escribiste tuvo algún valor?, ¿Algo de lo que hemos hecho lo tuvo?

— Quisiera mentirme por un segundo y aceptar que si bien he cometido errores este no es uno. No lo es.

Edmon sabía que el tiempo era corto, casi todos en la casa lo sabían a excepción de Edgar. Por un momento lo envidió y sintió lastima por el sujeto que pensaba que su amada había ido de visita a casa de los Ernox, cuando en realidad hablaba con él. Un dejo de melancolía cruzó sus miradas... Qué egoístas eran.

— ¿Recuerdas lo que me escribiste cuando me declaré por primera vez con aquella carta? Cuando volví de mi viaje, te conté que te amaba y que no me casaría con la mujer que mi padre había escogido para mí.

Morgan pensó un poco, e inclinó la cabeza antes de responder:

—<<Desaparecerás de sus vidas como lo hiciste de la mía, como yo lo hice de la suya. Conocerás a otras más y menos merecedoras de tu cariño y me irás olvidando de a poco como él lo hizo. >>

Ese Día, Como Todos los Días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora