XV

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— ¿Qué es la libertad? —Amanda había estado en casa todo ese tiempo, husmeando en el viejo armario de la abuela en busca de vestidos y ornatos para el cabello, hallando una diadema con pequeñas ramas de cobre torcidas salidas en todas direcciones que llevaba puesta. Copiaba de vez en cuando la costumbre de Morgan al desaparecer; pero ahora a la vista de todos trataba inútilmente de tejer un gorro para bebé, lástima que nunca tuvo a nadie que le enseñase o un bebé a quien darlo.

— Esa es una pregunta un poco difícil de responder. —Jacobo leía el informe dominical. Encogía los ojos.

—Usa los anteojos, por favor. —Morgan le alcanzó los lentes a su hermano, estos estaban en sobre una mesita de noche que Yesenia había dejado en la sala mientras ordenaba su cuarto. Sin embargo, sólo no la regresó sino que tampoco ordenó la habitación.

— ¿Por qué lo es? — La niña soltó al aire su segunda interrogante.

— Porque cada quien tiene una interpretación de lo que realmente es... ¿A qué viene la pregunta? — Jacobo bajó los pliegos de papel.

— En las cosas de la abuela encontré un <<Himno a la Libertad>>, debe ser muy importante, digo... Para tener un himno. ¿Qué es para usted, primo?

— La facultad de poder respirar sin que me juzguen por ello es suficiente para mí. El no cargar con culpas. — Apretó la venda de su mano. — Con eso me basta.

Luego del regreso de sus respectivos hermanos los dos incautos se congelaron sobre sus asientos en la sala, lanzándose miradas confundidas de vez en cuando, éstas saltaban sobre las palabras de Jacobo y Grigori, mucho más entusiastas que en noches anteriores, algo turbados incluso. No obstante, su clara alegría no menguaba.

— ¿Hermano? —La niña ahora lo miraba a él.

—Sinceramente no tengo mucho qué decir...—Edgar se apartó el cabello de la frente. —... Ya que la respuesta depende de cada quien supongo que sería librarme del dolor del paso de los años, del miedo al cambio; pero ninguna vida, por un privilegia que ésta sea, está exenta de sufrimiento... Se estaría negando la realidad. Entonces sólo se vería resumido a una única cosa...—Por primera vez había conseguido captar la atención de todos, incluida la de Grigori que si bien mostraba entusiasta, al guardar silencio parecía extrañamente encolerizado. Si en ese momento no hubieran tocado la puerta Edgar habría dicho: <<Estar con ella>>, pero no pudo.

— ¡Pase! —Gritaron los cinco a la par.

—Vine a hacer valer su propuesta. —Edmon miraba directamente a Edgar. —Escucharlo, espero que no le importe que haya venido ahora. —Sacudió el polvo rojizo de sus pantalones. —Quise aprovechar que nuestras madres están tan entretenidas en casa.

—Estaré encantado. —Edgar se percató del tono retador en la voz y sonrisa de Carpentier, esto no hizo menos que entusiasmarlo, de no ser por aquel interés compartido por una misma mujer quizá habrían sido buena compañía para el otro. Salió del salón para volver momentos después con el violín y mandolina que estaban entre sus cosas. Dio la segunda a Grigori y él permaneció de pie poniendo el otro instrumento en la posición deseada. —Allegro.

...

Edmon no había encontrado palabras, por ello no dijo nada sobre la interpretación de los hermanos Piar. El mayor de estos, luego de dos movimientos, se había decantado por el pizzicato. Debo confesar que le ayudé desde la chimenea para que consiguiera un poco de violencia. Morgan no había hecho más que mirar los apretados labios que estuvo, momentos antes, a punto de besar; fallando al intentar convencerse de que no debía hacerlo.

Ese Día, Como Todos los Días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora