XVII

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Más allá del río alguien ha sepultado un sapo con un nombre sobre la lengua.

...

Desde la estancia Nailea y Yesenia se mantenían a la expectativa de las acciones de Edgar que, de forma bastante natural se había vuelto a acostumbrar a la vida en el campo, no como los primeros días luego de su llegada junto con Grigori cuando apenas si salía de su alcoba (esto si se le insistía con exagerado ímpetu) Ahora salía a mirar el sol más seguido que cualquiera, incluso más que Said.

—Es bueno que se haya adaptado finalmente. —Reconoció Nailea deshilando un bordado de sus años de juventud, unas aves de corral. —Pero me parece bastante insólito que sea justo ahora, cuando menos se ha intentado.

—Cuando menos insistes más interés provocas, quizá sea eso lo que le pasó con el jardín. No pasa día en que no salga a caminar o a sentarse en el tronco cortado de uno de los árboles de Kindra. —Yesenia sacudió el arroz sobrante que había caído en sus faldas luego de escogerlo. —Sinceramente su cara de perdido me ponía de los nervios.

—Al parecer ya no se siente perdido. —La hija caminó hasta la ventana y vio al hombre justo en el sitio donde esperaba verle a esas horas: El tronco. —El otro día le escuché hablar con Grigori y Jacobo. Parece querer alquilar un cuarto en una pensión aquí cerca.

—Ahora que lo nombras...—Yesenia se mostró extrañada. —... ¿Dónde se ha metido tu otro hijo, Raizel? No lo he visto desde la otra noche cuando volvimos de casa de los Carpentier.

—No lo sé... No lo sé...—Raizel, con voz quejumbrosa, hablaba desde el sofá del pasillo. La cabeza no había parado de dolerle a partir de que Gerardo no diera respuesta a sus cartas, en objeción a esto la mujer no paró de beber.

—Estás ebria. —Recalcó Jacobo entrando a paso aletargado. —Grigori salió con la hija del señor Ernox, o mejor dicho, con el Señor Ernox... Le pagará por ayudarle a llevar gallinas a su casa, creo que también para construir un corral. —Sacó un frasco de almendras del arca. —Pero su hermanito me interesa más.

—Será cuestión de preguntar. —Nailea siguió mirando a Edgar a través de la ventana.

Grigori entró por la puerta trasera para servirse agua. Tenía la ropa sucia y la cara brillante de sudor.

—Hay que hacer algo con las arañas que le salen a Edgar del pantalón. —Comentó para luego dar un largo trago a su vaso.

...

—Sé que debo decir siempre las mismas palabras, pero con el tiempo las he llegado a reconocer como palabrería infantil de un muchacho nervioso tratando de conseguir esposa, ahora he perfeccionado el papel y soy capaz de retomarlo para con aquellos que no son tú, querida. Que concibamos qué sucede nos ha dejado solos en este lugar...—Edmon estaba en el saloncito con Morgan, les habían dejado en privado por solicitud de ambos. —... Sé que debió ser la semana pasada, que debí marcharme hace días y que al volver sólo tuviera que tocar la campana y encontrarte para empezar de nuevo; pero espero que el que lo diga ahora haga que cambies de opinión. —Sus ojos lucían más cansados que antes, aun así mostraban un extraño brillo que Morgan trataba de comprender cada vez que le veía.

—Si lo hiciera no cambiaría el final de esto, sólo quien me llore en unos días.

—Siempre lo hago.

Morgan se sentía débil, el trino de los pájaros le ensordecía como si estuviera dentro de su cabeza y no a cien metros de distancia.

—No lo dudo.

—No soportarás más, unos días cuando mucho... Déjame pasarlos contigo.

...

Edgar no conseguía estar tranquilo. Cuando Carpentier tocó la puerta Jacobo le permitió pasar y hablar con su hermana sólo porque ésta así lo quiso. Confiaba en ella, confiaba en que siempre lo escogería; pero dolía como nunca el saber que su amor podría estar mejor con alguien más. Quizá debía ir e incitarle a aceptar, quizá...

Ese Día, Como Todos los Días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora