XI

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«Necesitamos sal, pétalos de rosas y una cuerda roja» Dijo Juleka, de manera sombría y misteriosa. Ella seguía sosteniendo aquél extraño libro.

«Correcto, correcto.» murmuró el rubio que estaba escribiendo todo en una libreta. Y a veces borroneaba y corregía partes. Era lindo verlo tan concentrado, Marinette que todavía tenía una cinta en la boca, lo miraba enamorada.

El rubio pareció notar la mirada de la chica hacia él, y le acarició la cabeza, sonriéndole.

«Estará todo bien, Mari. » Le aseguró. La azabache tenía la cara roja y apretaba sus dos piernas entre sí.

«Por suerte esos ingredientes son fáciles de conseguir. Sus padres deben estar muy preocupados por ella. »

«Sí, hay cierto detalle que omití...» murmuró Juleka, ¿Luciendo avergonzada?

«¿Cuál? » murmuraron Adrien y Alya al mismo tiempo.

«El hechizo rompe amarre debe hacerse en luna nueva, aún falta una semana para eso.» Admitió Juleka.

«Eso significa...»

«Significa que tendrá que estar en este estado por al menos una semana más.»

«Oh no» pensaron al mismo tiempo el rubio y la morena.

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«Me temo que vas a tener que estar alejado de ella, no sabemos de lo que es capaz, más considerando el hecho de que tú le correspondes totalmente. No lo soportarías. »

Adrien odiaba que Alya tuviera razón, él no podría resistirse a ella.

«Alya, no puedo alejarme de ella, mira sus ojos» él apuntó a Marinette, quién tenía los ojos de gatito. «No creo que ella me lastime Alya, por favor confía. »

Alya lo dudó por un rato y luego suspiró.

«Seguiremos buscando alternativas, pero es verdad, no puedes alejarte de ella, necesitamos hacerlo funcionar. »

Ambos procedieron a desatarla. Marinette no dudó un segundo en saltar en el regazo del rubio.

«Mi gatito, mío, sólo mío. »Murmuró Marinette antes de moverse sobre él, creando una fricción de sus intimidades.

Adrien estaba rojo como un tomate, sintiendo cómo su entrepierna se endureció, lo peor de todo es que Alya los veía fijamente.

«Interesante, justo como lo pensé. »

«Alya, ¿Cómo voy a soportar esto?mm» habló Adrien con dificultad, pues Marinette había empezado a dejar besos en su boca.

«Debes ponerle reglas. »

«Yo... Ponerle reglas. »Adrien se estaba derritiendo, su amada lo estaba excitando de sobremanera y ya lo había besado de varias maneras, estaba rojo y avergonzado.

«Sí, la verdad estoy segura de que si no estuviera aquí, ustedes ya estarían...»

«¡Entiendo!» Dijo el Agreste, separándose de otro beso en los labios. Y con toda la dificultad, la levantó de su regazo y evitó que siguiera besándolo.

Marinette hizo un puchero. Intentó acercarse al rubio. Pero él le habló con autoridad.

«Mari, te amo, pero tienes que entender que no siempre podremos besarnos y menos en público. Si es que cumples con lo que te digo, haré lo que quieras contigo. »

Marinette casi se desmaya.

«Obvio que sí, guapo...»Murmuró Marinette, acariciándole el trasero.

«¡No me acaricies ahí en público!» la cara del chico está roja.

Alya observaba todo con mucho asombro. Es que ver a la tímida Marinette siendo tan desinhibida era algo único.

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