El precio de la fama

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La fama no es la cosa más deseable que puedan imaginar que es. Siempre solemos pensar que los artistas son muy felices porque ganan millones y tienen la vida resuelta; pero nunca nos paramos a pensar en las horas de trabajo y los sacrificios que hay detrás de todo ese éxito.

Nunca he sido de las que juzgan a los artistas que caen en las drogas; a menos que promuevan directamente estas prácticas nocivas, claro está. Es cierto que son influencias para miles de personas que los siguen y deberían intentar mostrar la mejor imagen posible; sin embargo, creo que deberíamos dejar de verlos como dioses o productos de mercadería sin fallos y comenzar a percibirlos como personas, que tienen sus propios problemas y mecanismos de defensa ante ellos, que quizá sean autodestructivos, mas son los únicos recursos con los que cuentan. Como ejemplo de esto, tenemos a los integrantes del infame y tenebroso Club de los 27, casi todos los cuales murieron a causa de la drogadicción. Estas fueron personas que simplemente no resistieron las exigencias y el peso de la fama y, lo que resulta más triste, no recibieron la ayuda que necesitaban a tiempo, porque era más importante que continuaran trabajando hasta la extenuación para que la industria musical pudiese ganar mucho más dinero. Ahí está el caso de Kurt Cobain, quien en más de una ocasión la emprendió contra los instrumentos en el escenario, destruyéndolos y acabando con su actuación. Tanto la prensa como el público tan solo vieron a un borracho violento haciendo una rabieta; pero nadie se paró a preguntarse qué circunstancias habían llevado a esa persona hasta ese punto de quiebre. Y es que, cuando se trata de famosos, poca gente se acerca a ellos de manera desinteresada. La mayoría solo quiere sacar provecho de su fama o su dinero. El mundillo del espectáculo se convierte en una jungla en la que, si te haces de miel, te comen las hormigas. Esa es la razón por la que muchos famosos suelen mostrarse hostiles. Aunque algunos son simplemente odiosos, otros podrían ser más agradables si no se viesen sometidos a tales niveles de presión. En cuanto al tema de la drogadicción, otro tanto sucedió con Whitney Houston, una de las mejores voces del planeta y quien la perdió por sus malos hábitos de vida. Es algo lamentable.

El público también es bastante desconsiderado. Si un artista falla en algún concierto, enseguida se le comienza a reprochar su mala actuación, sin tomar en cuenta el estado físico y emocional en el que se pueda encontrar esa persona. Ningún ser humano puede estar bien dispuesto para realizar la misma actividad todos los días. No siempre estamos de buenas. El problema es que, si eres chofer y no tienes ganas de conducir un día, puedes hacerlo de forma automática; pero cantar no es algo que se pueda realizar en modo robótico, porque la audiencia se va a dormir y dirá que la presentación fue malísima. Ahí tenemos de ejemplo a Guns N' Roses y su gira Use your Illusion, la cual duró dos años y abarcó 192 conciertos en 27 países, de la que se comentaron sus numerosos incidentes causados, entre otras cosas, por los desvaríos del vocalista. Y es que, ¿quién puede ser buena onda todo el tiempo teniendo que cantar y viajar casi diariamente, con los bruscos cambios de clima y de horario, así como las horas de sueño perdidas que eso conlleva? Todo esto implica un desgaste físico y psicológico considerable. No justifico su actitud; pero puedo entenderla, hasta cierto punto. Un cantante debe subirse al escenario, sin importar su estado de salud. En un documental acerca del famoso DJ Avicci, se ve cómo este tuvo que salir a escena a pesar de estar retorciéndose de dolor por unos terribles cólicos. Hasta podríamos pensar que esta fue una de las causas de su prematura muerte. Un cantante debe continuar con su actuación bajo cualquier circunstancia; incluso si está sufriendo una caída en pleno escenario, como le sucedió a Vicente Fernández en una ocasión. A veces, el clima también les juega en contra, pero no pueden parar el show. Esto lo hizo Dimash, quien cantó bajo la lluvia y se empapó, corriendo el riesgo de sufrir una neumonía o ser electrocutado por el micrófono (que eso es corriente); o cuando dio su concierto en Londres, pese a tener la garganta inflamada y fiebre de 40, además de haber sufrido la reciente pérdida de su mejor amigo, quien fue asesinado durante un asalto. Todas estas pueden ser vistas como muestras de profesionalismo, entrega y compromiso con el público dignas de admirar; pero también son sacrificios que no cualquiera es capaz de soportar, porque no todos tenemos la misma capacidad de resistencia.

Me choca mucho ver cómo los fans suelen comportarse con los artistas. Parecen niños de cinco años peleándose por el mismo peluche y jalándolo de un lado al otro, en plan: “¡Yo lo quiero! ¡Yo lo quiero!” Me da la impresión de que los ven como productos de mercado, y no como los seres humanos que son. ¿Es que no se percatan de que, si se ponen a jalar, apretar y abalanzarse sobre esas personas, les van a hacer daño? Si de verdad sienten tanto aprecio por esos artistas, deberían contener su euforia. Yo también tengo mis ídolos, y claro que desearía una foto y un autógrafo si los llegara a conocer; pero nunca me arrojaría sobre alguien como una loca, por más emocionada que esté.

La otra cara fea de la fama viene dada por la prensa sensacionalista. Cuando se vuelven famosos, las personas dejan de tener vida privada. La prensa se encarga de divulgar y sobredimensionar hasta el más mínimo detalle acerca de las vidas de los artistas. Son capaces de averiguar el color de sus calzones para dormir, con tal de tener algo que decir al respecto. Por más curiosa que sea la audiencia sobre las vidas de sus ídolos, si lo único público de un artista es su trabajo, no se le puede criticar por ello. La actitud intrusiva de la prensa sobrepasa todos los límites en ocasiones; empero, el público también tiene la culpa por consumir noticias rosas sin sustento alguno.

¿Qué piensan acerca del lado oscuro de la fama? ¿Conocen otros aspectos negativos de esta? ¡Háganmelo saber!

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