Capítulo 1

139 13 8
                                    


—¡Índigo, cuidado! —gritó mi amiga para advertirme.

Pero ya era demasiado tarde. El balón acababa de darme en toda la cara, haciéndome cerrar los ojos y emitir un gemido de dolor.

Mierda.

Por cosas como esta odiaba los deportes.

Principalmente porque era una muy torpe y jugaba de pena. Segundo, porque atraigo a las pelotas. Y no es broma porque siempre que hay una cerca termina estrellándose en mi rostro.

—¡Mierda! —exclamó la voz de un chico, acercándose con prisas—. Lo siento muchísimo, ¿te has hecho daño?

—¿Tú que crees? —No pretendía que mi tono saliera así de duro, pero acababa de llevarme un golpe, vamos a culpar a eso mi mal humor—. Se me acaban de joder las pocas neuronas que me quedaban.

Su risa es suave y dulce, tanto que me hace reír a mi también pero no sé mi propio chiste sino porque siento que al escucharlo reír también debo de hacerlo. Puedo ser rara a veces.

Sus ojos conectan con los míos durante unos instantes, por ese tiempo es como si el mundo se detuviera, como en las películas más bonitas que echaban por la televisión. Solo faltaba que sonara alguna canción bonita de fondo.

—¡Álex! ¿Vienes o qué? —el grito de otro chico le hizo sonreír.

—¡Voy! —gritó de vuelta, se agachó para recoger el balón y lo puso bajo uno de sus brazos—. ¿Me regalas tu nombre para después preguntar por ti,  mon bijou?

Jesús.

Acababa de llamarme joya.

Venga, Índigo, que no se note que eres una adolescente hormonal a la que ningún chico le habló así antes.

—Índigo —susurro como respuesta.

Él vuelve a sonreír, esta vez mostrando sus perfectos dientes blancos. En sus mejillas se forman dos tiernos hoyuelos, que adorable fue esa imagen.

—Tienes un nombre precioso, no lo había escuchado antes —admitió ladeando su cabeza—. Yo soy Álex.

—¿Álex qué? —me interesé, alzando mis cejas—. Álex es un nombre bastante común.

—Oh, así que quieres saber mi apellido para preguntar por mi, ¿eh? —fue su turno de alzar las cejas.

Atrapada, Índigo.

Abordamos misión, soldada caída.

—Yo preguntaré por ti, confía un poquito, no te dejes llevar por los demás conceptos que tengas del amor.

—Yo no tengo ningún concepto del amor.

—Bueno, estás siendo desconfiada, piensas que no vamos a volver a vernos cuando en realidad quieres que nos veamos, ¿no es así? —chasquea su lengua contra su paladar—. No sé quién te hizo sentir así alguna vez, pero yo paso de esas tonterías, no hay cosa más estúpida que jugar con las ilusiones de las personas. Si yo te digo que preguntaré por ti, es porque realmente voy a preguntar por ti —me da un sonoro beso en la mejilla que me hace sonrojarme—. Ha sido un placer conocerte, Índigo.

Me gustaría decirle lo mismo, pero me quedé sin habla y solo pude sonreír mientras él volvía corriendo con sus amigos. Lo miro desde la distancia y sacudo la cabeza.

¿Qué había sido eso?

Normalmente me mantenía alejada de los chicos. No por nada, simplemente porque los únicos que conocía eran los de mi clase y no teníamos buena relación, tenían unas actitudes que no iban conmigo y prefería mantener distancia con esa gente.

El carraspeo de mi amiga me devuelve a la realidad, me miraba con las cejas alzadas y las manos en cintura. Me estaba pidiendo el contexto de lo que acababa de pasar pero yo tampoco sabría dárselo muy bien.

—El balonazo te ha dejado tonta, Índigo —se burló—. ¿O ha sido el chico ese?

—Ay, cállate —pedí, negando con la cabeza.

—Índigo ha ligado, Índigo ha ligado —canturrea para molestarme.

Pongo los ojos en blanco porque a partir de ese momento me esperaría una tortura, estaría haciéndome burla por lo que me quedaba de vida, estaba segura.

Agatha tenía novio, no era el primero, ni tampoco sería el último. Se aburría pronto de la monotonía o eso decía, porque cada chico con el que salía era idéntico al anterior, así normal que se aburriera. Pero bien, era su vida y yo no tenía nada que opinar. También decía que tenía un crush con mi padre, que se veía de mejor que era el hombre ideal. Esperaba que estuviera de broma, la verdad, porque podía ser muy guapo y aparentar ser perfecto... Pero no, no lo era, creo que mi madre podía confirmar que últimamente ya no era el mismo, quizá los años lo están cambiando. Tampoco era nadie para opinar.

—¿Estará tu padre en casa? —me pregunto cuando nos detuvimos en la puerta de esta—. Porque si es así puedes invitarme a pasar, eh.

—No lo creo —suspiré—, trabaja hasta tarde.

—¿Ves? La perfección en persona, es trabajador —soltó un exagerado suspiro de ensueño que me hizo golpearle el hombro.

—Seguimos hablando de mi padre, idiota.

—Dile si quiere ser mi sugar, yo me presto.

—A zorrear a otro lado, gracias.

Nos reímos, pero en el fondo no estaba tan en broma, admito ser una hija celosa, no me gusta que se acerquen demasiado a mis padres. Sobre todo cuando son estas las intenciones.

—Anda, nos vemos mañana, quizá nos volvemos a encontrar con tu pésimo jugador de fútbol.

—No puedes decir que es pésimo.

—Oh, vamos, se le desvió un poco bastante el balón, eso no pasaría si fuera bueno.

—Deja al pobre chaval —pido, sabiendo que lo más probable es que tuviera razón, yo de fútbol no entendía.

—Yo lo dejo, ¿pero lo vas a dejar tú? —pregunta, sonriéndome con descaro—. Nos vemos mañana, guapa.

Lo había hecho a propósito para dejarme el resto del día pensando, estaba segura de ello.

Maldita seas, Agatha.

Era irónico vivir en París y no saber de cerca lo que era el amor. En las películas y en los libros lo simbolizaban como algo tan precioso, algo tan idealizado que era ridículo. Me sostenía a la idea de que el amor no era una invención de la literatura única y exclusivamente por mis padres, porque en ellos sí se veía esa chispa que le faltaba al mundo. ¿Pero por lo demás?

No. Para nada. Un candadito en el punte no significa amor para siempre. El candado se oxida, el amor también.

Y yo, por muchas ilusiones que me hiciera con el chico de palabrería fácil, sabía que esas ilusiones tarde o temprano terminarían en el río Sena.

Todavía hay gente por París que se niega a creer en el amor.

ℑ𝔫𝔡𝔦𝔤𝔬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora