Extra: Cumpleaños número 8 de Bruno.

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KYLE

Solo... solo... solo.

Así me había sentido durante un largo tiempo, y es raro que un niño de diez años se sienta así, ¿verdad? Pues para mí no lo era, al contrario, era el único sentimiento que reinaba en mi interior, la tristeza, el vacío, la furia, la soledad.

Ese día era el cumpleaños de mi nuevo hermano Bruno, él y su padre habían venido a vivir hacía poco tiempo con mamá y conmigo a nuestra casa, y aún me estaba acostumbrando a la idea, pero no había mucho que pudiera hacer al respecto.

Al parecer mi madre esa mañana decidió hacer una fiesta enorme para celebrar los ocho años de existencia de mi hermano y había invitado a media escuela. Nunca había sido así de atenta conmigo, mis cumpleaños casi siempre los pasaba con papá en el parque jugando béisbol o Soccer, y después comíamos pizza en nuestra cafetería favorita, pero supongo que eso ya era un recuerdo distante nada más.

Los niños corrían a mi alrededor como si eso fuese lo único que les importase ignorando mi presencia, mientras que sus padres me lanzaban miradas de desaprobación constantemente. Nunca fui un niño distante, pero desde que ocurrió lo de mi padre, la relación con mi madre quedó rota, vacía, ni siquiera me dijo que le harían una fiesta a Bruno, mi nuevo hermano. Esa mañana sus palabras fueron muy precisas:

—Más te vale comportarte y no arruinarle esto a tu hermano— me dijo cuando bajé las escaleras—. ¿He sido clara?

Me tomé dos minutos en silencio debatiéndome entre hablar o salir corriendo de allí hacia un pueblo lejano. Obviamente, la segunda opción fue la descartada, ¿cómo un niño de diez años podría sobrevivir lejos de su hogar? Si es que a esto se le puede llamar hogar.

Negué con la cabeza lentamente y dejé que ella ganase esta ronda.

—Sí, madre. Ha sido clara.

Ella bufó.

—¿Madre?— la miré confundido—. ¿Ahora me llamas madre? Kyle, no te hagas el santo ahora, sé muy bien que nunca me has considerado una madre.

Y se equivocaba, otra vez. Siempre lo hace, porque nunca me escucha.

Desde que tengo memoria he pasado toda mi niñez intentando agradarle a la mujer que me trajo al mundo, pero hiciese lo que hiciese, nunca parecía conseguirlo, y no entendía por qué, hasta el día que él se fue, el día que mi padre murió.

Siempre había sentido la ausencia de una madre, pero nunca dejé de considerarla una. Después de ese trágico día, mi madre se volvió más distante conmigo, solo la veía a la hora de la cena, en la cual siempre reinaba un silencio cargado de tensión. No me quería, y por más que digan que las madres siempre aman a sus hijos, la mía nunca lo iba a hacer, pero ya había aceptado esa realidad. En cambio, yo siempre iba a quererla.

La que no acepté fue la de un padre sustituto, siempre he odiado esa palabra: un muñeco sustituto, profesores sustitutos, medias sustitutas. ¿Por qué? ¿Por qué hay que sustituir las cosas siempre? ¿Por qué no podemos mantener el recuerdo de la primera sin la necesidad de reemplazarla? Esas preguntas siempre daban vueltas en mi cabeza a pesar de mi corta edad, mis abuelos solían decir que era muy maduro para mis diez años.

El padre de Bruno no era precisamente desagradable, pero no era mi padre, y nunca lo iba a ser. Bruno, por otro lado, era el niño más dulce que podías conocer. Perdió a su madre por culpa del cáncer, pero esa es una historia que muy pocos conocen. Él sí estaba emocionado con su nueva mamá, y no lo culpo, apenas tenía recuerdos de la verdadera mujer que podría llamar así, y mi madre no era la bruja despiadada con él, era más... madre.

Un beso bajo la lluvia [✔] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora