Prólogo

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Milenios atrás, los ángeles, guardianes de la Tierra y de la Luz, eran todos Etéreos: seres de luz sin una forma material, y por tanto inmortales, con la única misión de guiar y ayudar a los humanos en su paso por la Tierra. Eran servidores de la Luz sin una estructura definida, aunque acostumbran a adoptar formas humanas al hacerse ver, que se desplazaban por la Tierra como rayos de energía. No estaban atados a nada material, por lo que en un instante podían presentarse en el otro extremo del planeta. Entre unos pocos albergaban un poder inmensamente grandioso que destinaban exclusivamente a hacer las vidas de los humanos un poco más sencillas.

Pero la inmortalidad conllevaba un precio que algunos no estaban dispuestos a seguir pagando. Porque los Etéreos eran de algún modo espíritus inertes: luchaban por sus ideales de una forma automática, casi inconsciente e involuntaria, motivados por sus impulsos de obedecer a la encomienda por la que fueron engendrados. Su existencia se limitaba a discernir la diferencia entre el bien y el mal y a actuar allá donde sospechaban que los propósitos de la Luz estaban siendo amenazados. Los humanos eran la razón de su existencia y por ellos estaban dispuestos a dedicar cada segundo de sus vidas. Pero no sería así eternamente.

Llevaban una vida vacía y sin aspiraciones propias y algunos pensaron que serían más efectivos en su misión si tenían algo que perder, algo personal por lo que luchar. Anhelaban una vida de verdad, un hogar estable... A fin de cuentas, dejar de ser masas de luz insensibles y repartidas por puntos perdidos del espacio-tiempo. Quizá, si relegaban a los humanos a un segundo plano y destinaban parte de su tiempo a sus propios intereses, se sentirían mucho más inspirados y motivados. Lo único que buscaban era sentirse vivos, pero "sentir" era algo que jamás podrían hacer en su estado original. Los Etéreos eran criaturas de una condición superior incapaces de acceder a tales esferas de la conciencia, de modo que, si querían conseguirlo, debían dejar de ser lo que eran.

Aquel grupo intentó convencer al resto de ángeles de que jamás podrían dedicarse por completo a la especie que custodiaban si no podían experimentar aquello con lo que los humanos lidiaban día sí, día también: las emociones. Fueron realmente persuasivos y lograron atraer la atención de la mayor parte de la comunidad, pero no todos estuvieron dispuestos a abandonar su forma primigenia. Defendían que así habían sido creados y que así se mantendrían hasta el fin de los tiempos.

De esta forma, el linaje se fragmentó. Algunos se decantaron por optar por una forma humana, corpórea y sintiente, mientras que una minoría permaneció etérea. Se empleó una gran cantidad de poder para fusionar parte de sus características con aquello que envidiaban de los humanos. Pero hubo algo que no pudieron conservar: la inmortalidad, pues es lo que implicaba un cuerpo material. En consecuencia, apareció en el Cielo la Fuente de Luz, encargada de traer a la vida a nuevos ángeles Terrenales a medida que otras vidas se perdían. Porque sí, este es el nombre que se le asignó al nuevo linaje, a la especie híbrida mitad humana, mitad etérea. Seres con forma humana que vivirían una media de seiscientos años, con todas las capacidades humanas potenciadas pero mucho menor poder que la especie de la que proceden.

Etéreos y Terrenales vivieron en armonía durante un insignificante periodo de la historia. Según los Etéreos, los pocos que no sucumbieron a una vida de placer, la emocionalidad acabó corrompiendo a la reciente estirpe, pues los Terrenales comenzaron a desatender a los humanos. Perdieron su "razón de ser". Los Etéreos se definieron como los auténticos ángeles y pasaron a considerar a sus congéneres indignos de su compañía. Mientras que la nueva especie se asentó en el Cielo, nada se sabe de los Etéreos a día de hoy. Pero no está todo perdido: cuenta la leyenda que desde entonces los vigilan día tras día buscando a esas almas todavía puras, a aquellos terrenales cuyos impulsos todavía los motivan a hacer justicia a su deber como ángeles.

Esta es la historia de Los Terrenales, y especialmente de Sadira, la última terrenal nacida en décadas.

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Gracias infinitas por darle una oportunidad a esta historia. De verdad, es todo un honor para mí ❤️

Los TerrenalesWhere stories live. Discover now