Parte 8

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Un año más tarde, Jorge acepta una nueva propuesta de trabajo, y emprenden el viaje con dirección a la haciendo la Florida; una casa pequeña con pocas hectáreas de café, a la espera de ser cultivados, y por los demás lados, rodeada de amplías llanuras para el ganado pastar. Una hacienda visible ante todo arriero que cruzaba dichas llanuras, la manigua más cerca, era una lejana montaña que quedaba de camino a un pequeño pueblo llamada la Granja. Una montaña de nombre ''el socorro''.

Estando en la Florida, Jorge sacaba los bultos de café cuando llegaba la temporada de cosecha, los vaciaba en la despulpador, luego al ser descascarados, los granos eran lavados para expulsar los restos de cascaras que quedaban, acto seguido los llevaban hasta una amplia zona pavimentada, donde los regaban y, los esparcían por todo el pavimento con un amplio rastrillo de madera, para que se secaran al sol y después eran empacados en grandes costales, listos para ser transportados al pueblo y expuestos a la venta.

No duraron mucho viviendo en la Florida, dos meses más tarde partieron de aquel lugar, solo se llevaron el recuerdo, de un hombre que habían matado y enterrado en unos arbustos a unos cuantos metros de la casa. Se mudaron a la hacienda la Loma del Corral, lugar que le correspondía a la señora Edilma. Era una casa grande en plena llanura, rodeada de grandes cultivos de café, y unas cuantas gallinas. Ante tantos cultivos, Jorge emprendía el camino hacia La Granja, y otras veces hasta Ituango, buscando trabajadores que sabían raspar las ramas del café.

Con el arduo trabajo que realizaba, a Jorge le daba para darle una buena cantidad de dinero a Fidellia, quien emprendía camino a bajo (salía de casa con un farol en la mano, un paquete de velas y un encendedor). Fidellia le correspondía la tarea de bajar hasta la Granja para luego subirse a la escalera con dirección a Ituango, y luego comprar el mercado para María del Tránsito, quien después de vender sus tierras y su tienda y, de haber malgastado su dinero, se quedó sin ingresos.

Pasando por el corral, fue que Fidellia entendió porque, a esa lejana montaña y de espesa selva, le llamaban ''el socorro''. Un día mientras pasaba por la Granja, alcanzo a ver como unos hombres bajaban una barbacoa (Camilla que construían con dos palos de guadua y unos costales) el hombre en la camilla venía sin camisa, con el rostro cubierto por una bolsa, de la cintura para abajo, venia cubierta en plásticos, sus manos se mecían por fuera de la camilla, al bajar a la Granja lo llevaron a un colegio y allí lo dejaron. La gente decía que lo habían asesinado los paracos; un grupo de rebeldes que luchaban en contra de las fuerzas armadas y de otros grupos rebeldes del país.

—Lo mataron a machetazos, seguro también estaba robando como los otros —Murmuraba la gente del pueblo

—Lo mataron a machetazos, seguro también estaba robando como los otros —Murmuraba la gente del pueblo

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El Socorro era el monte donde llevaban a los ladrones o los que traicionaban las leyes de dichos grupos armados. Desde entonces Fidellia no le agradaba mucho la idea de salir de casa para ir al pueblo a mercar (comprar comida) pues el solo ir y venir eran horas de camino, y cuando Fidellia venia de regreso ya la noche había cubierto las trochas, y la visibilidad al caminar era totalmente nula.

Al llegar a la Granja, Fidellia sacaba una vela, la colocaba dentro del farol y luego le prendía fuego, y así lograba alumbrar un poco el camino, la luz no abarcaba lo suficiente, mientras caminaba movía el farol hacia atrás, los lados y hacía en frente, muchas veces, los nervios en su rostro iban acompañados de lágrimas, y así la pasaba trocha arriba hasta llegar a casa, eran poscas veces que salía con el pequeño Armando de la mano, para que le acompañara en el camino de regreso, pero no era la compañía suficiente, pedía a gritos sordos, que Jorge bajara a su encuentro. Mientras hacia el recorrido por la trocha sentía la presencia de alguien que le seguía el paso.

MÓVILWhere stories live. Discover now