Parte 9

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Dos años más tarde, deciden mudasen a la hacienda de Don Milagros, ubicada en la vereda el Barranco, una casa pequeña, de color blanco, que habían construido, sobre una plataforma de piedras blancas apiladas; rodeada por amplias llanuras casi desiertas, no había ganado y mucho menos cultivos, el señor Milagros, le había pedido a Jorge que cuidara de la casa además de cortar la maleza e instalar cercas en los potreros —Hectáreas de tierra.

Para salir de dichas llanuras había que cruzar por pequeños y grandes desfiladeros, y el único medio de trasporte eran los caballos. Algunos campesinos decían que, en lo alto de las montañas, habitaba una bestia. Varias veces Fidellia y Jorge salían en caballos para Ituango a visitar a María del Tránsito. Fidellia rezaba para que el caballo no fuera a resbalar y caer al abismo; mientras el caballo cruzaba los peñascos, Fidellia cerraba los ojos hasta que, este llegaba al otro lado. Era peor cuando Fidellia debía emprender el camino sin ninguna compañía más que la del caballo, y por los oficios de la casa; salía algo tarde para el pueblo. Fidellia suplicaba que no llegara la noche, sin ella haber cruzado los desfiladeros.

Para suerte de Fidellia no todo surge como se desea, y esta vez, había caído la noche y Fidellia estaba a pocos metros de los desfiladeros. Aquella noche, Fidellia solo podía ver el camino con la luz de la luna, y depositar su confianza en el caballo.

El caballo llego a los peñascos y sin razón, dejo de avanzar, Fidellia insistía y el caballo daba un paso atrás, no comprendía el motivo de tal comportamiento, de repente desde lo alto de la montaña se desprendió por el desfiladero un ser grande, peludo, de orejas puntiagudas, negro, y con unos ojos que le brillaban; llegó hasta el estrecho camino y allí se detuvo a mirar al caballo y su jinete, Fidellia tenía el corazón en la garganta la piel helada y los pelos de punta.

Después de unos segundos la bestia, volteo la cabeza y a gran velocidad bajo por el desfiladero perdiéndose en la profundidad de aquel abismo. Fidellia estaba tan perturbada, que cuando volvió en sí, el caballo, ya había cruzado el desfiladero.

Allí entre los montañosos desfiladeros, Fidellia por tercera y cuarta vez, ante la ausencia de medicamentos se convertía en una mujer Gestante, y cuando empezaban los primeros síntomas, a tan solo horas de dar a luz, Fidellia emprendía la caminata con dirección al pueblo en busca de María del Tránsito (las mujeres embarazadas no podían montar a caballo).

Cundo llegaba a casa de su suegra, Fidellia disponía a guardar reposo en la cama que María del Tránsito, arreglaba para ella. Al otro día, a eso de las diez de la mañana, nació el pequeño Alex. Un año después de la misma manera, y casi a la misma hora y en el mismo lugar, llego al mundo, el cuarto de los hombres, a quien le dieron el nombre de Juan 

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