Parte 5

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Fidellia ahondaba en la preocupación, pues hacia medía hora que su hijo no regresaba, por su mente pasaban diversos pensamientos, no podía salir a buscarlo carretera a bajo, la mujer de Pacho Angulo, una mujer que se dedicaba a ser maestra en la escuela del pueblo, le gustaba encontrar la casa limpia como a cuál porcelana y, Fidellia aún le faltaba por organizar las camas. Cuando al fin, Fidellia había dado por terminado sus deberes, se alcanzó a oír un grito desde la puerta de la casa

—Buenas tardes, ¿Señor?, ¿Señora? —Gritaba un extraño hombre

—Buenas tardes —contestaba Fidellia saliendo a la puerta

—¿Cómo están?

—Muy bien gracias a Dios

—Me encontré con este muchachito carretera abajo —Decía mientras miraba al pequeño Jorge que se encontraba a su lado

—A si, ese es el vicio de él, y uno preocupado buscando aquí y ya, y él por ningún lado

—Oiga, ¡pero muy verraco!, salir a caminar carretera abajo solo

—Si

El hombre descargo el bolso en el suelo y se dispuso a abrirlo, sacando de dentro una cámara de fotografía

—¿le puedo sacar unas fotos a su muchacho? —preguntaba aquel hombre a Fidellia

—A listo, bueno

Entonces el hombre le pidió que lo sentara en la banca ubicada en el corredor, le pusieron un Jarrón de flores a su lado para darle un poco más de color a la fotografía, acto seguido el hombre saco una pequeña caja negra, y después del gran bolso, extrajo un objeto alargado de cuatro patas, después de colocar la pequeña caja sobre aquellas patas, después de unos minutos, se alcanzaron a oír unos pequeño ruidos repetidas veces, que surgían de aquel extraño aparato, seguidamente salieron una por una de aquel extraño objeto, unos rectángulos de papel, los cuales agarro aquel hombre y las sacudió con fuerza, hasta que por fin, se alcanzó a ver al pequeño Jorge, en una imagen suspendida, en donde se le podía ver con su buen peinado, con su conjunto de ropa de color azul oscuro con unas orquídeas de color naranja y amarillo

—Vea como quedo de elegante este muchacho —Decía el hombre mientras le entregaba a Fidellia las fotografías

—Ay, pero yo no tengo plata

—Es un regalo para el muchacho

—A bueno muchas gracias

— Es con todo el gusto. Bueno me voy, que el camino es largo, hasta luego, estén bien

—Hasta luego, igualmente —contestaba Fidellia, mientras veía macharse carretera arriba, aquel extraño hombre.

Después de dos años viviendo allí, después de tantas veces ir y venir del pueblo, Jorge se encuentra; entre una charla de amigos, en la barra de una cantina, con un hombre de nombre Julio Rojas; un hombre de mediana estatura, de barriga, moreno y de cara dura, ojos entrecerrados, ceño fruncido, labios delgados, de barba corta; llevaba unas botas negras con espuelas, jeans azules, camisa manga larga de botones color blanco y de sombrero café. Hablaron un buen rato

—Jorge, como te parece, que tengo una ascienda en la vereda el Portugal con un cultivo de café y ganado

— Eso está bien Julio —contestaba Jorge mientras bebía su cerveza

—Si Don Jorge, ya aprovechando que me encuentro con usted por aquí, para contarte que, estoy necesitan un mayordomo para la finca, para cultivar el café y cuidar del ganado que tengo; me voy para Medellín donde unos familiares que tengo, y no tengo con quien dejar la finca, y pues como me han hablado muy bien de vos, quería saber si de pronto le interesa

—Don Julio, me parece bien, cuente conmigo, eso sí, le pido me dé una espera, arreglo unas cosas, y después mi señora y yo, trasladamos los corotos

—Ah, hágale tranquila Don Jorge, por ahora no hay afán —Respondía Julio con tranquilidad mientras se daba un buen trago de su bebida.

Dos días después de aquel encuentro, Jorge en las horas del almuerzo, le comento a su madre de tal acontecimiento

—Mamá, me encontré en el pueblo con un señor, y estábamos hablando y me contó que tiene una finca de café, y como él se va a ir para Medellín, me pidió que fuera su mayordomo, y me tengo que ir a vivir allá

—Y el negocio —decía María del Transito mientras le ofrecía el almuerzo en la mesa

—Buscamos a alguien que trabaje en el

—¡No la gente es muy deshonesta! —mientras volteaba la arepa (tortilla de maíz) a toda prisa para no ir a quemarse mucho los dedos

—Bueno mamá, entonces que hacemos, yo me voy a trabajar, ese negocio no se va a mantener solo

—Entonces venda todo eso, que más se puede hacer, y venda ese terreno, y vendamos esta casa, yo me largo para Ituango, me voy para la casa que dejo su papá, estoy mejor allá que aquí, venda todo lo que hay en la tienda, y después busque quien compre este terreno —acto seguido, salió de la cocina con pasos airados mientras que Jorge se quedaba sentado en una banca de madera.

Unos días después María muy temprano en la mañana, empezó a sacar todos sus bienes y enceres, ya todo estaba listo, algunas cosas e iban en cajas, y Jorge emprendió su trabajo llevando una por una de las cosas hasta la carretera, allí después de esperar unos minutos la escalera o, lo que conocen en otras partes como ''la chiva'' 

Unos días después María muy temprano en la mañana, empezó a sacar todos sus bienes y enceres, ya todo estaba listo, algunas cosas e iban en cajas, y Jorge emprendió su trabajo llevando una por una de las cosas hasta la carretera, allí después de e...

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(carro grande con capacidad para treinta personas, con una gran carrocería, con forma rectangular y muy colorido), que iba con destino a Ituango. Finalmente subieron las cosas al capacete y María subió y tomo asiento, y fue así como María, con el carro, partió con destino al lejano pueblo dejando su antigua casa, y después con el pasar de los días la tienda, se iba desvaneciendo paulatinamente hasta quedar solamente las estanterías, y a fin de cuentas, sucedió lo que debía acontecer.

MÓVILWhere stories live. Discover now