Parte 4

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Margarita realizo los preparativos para que ambos asistieran a los seminarios del matrimonio, con el sacerdote del pueblo. Al terminar el seminario, Jorge y Fidellia, salían corriendo antes que Margarita, llegara a su encuentro. Quien aparte de acompañarlos hasta la iglesia, también e iba por ellos. Jorge llevaba a Fidellia a una heladería cerca de allí, se sentaban en una de las mesas del rincón, y allí, él le hablaba con un sinfín de palabras y frases que parecían versos. Al terminar de comer el helado, se encontraban con Margarita en la plaza

— ¿En dónde estaban? — Les decía ella

— Por ahí — Contestaba Fidellia mientras Jorge sonreía.

Finalmente, se casarón por la iglesia, Fidellia llevaba un vestido blanco, que María del Tránsito había mandado a diseñar. Un vestido un poco anticuado, y de poco gusto para Fidellia. Dicho vestido llegaba a las rodillas, Jorge iba de pantalón negros, Zapatillas negras y camisa blanca. Al matrimonio, solo asistió Margarita con sus hijas, y la multitud que había asistido a misa de domingo, al finalizar la boda, salieron de camina a casa de Jorge, donde María del Tránsito, los esperaba con un sudado de gallina y ensalada de repollo, después se marcharon a casa de Margarita, allí el compadre Pedro García en compañía de un violinista, esperaban a los recién casados para festejar la gran unión. Cuando finalmente llegaron empezó la parranda, el compadre Pedro, canto y toco su repertorio de música parrandera, sus composiciones durante toda la noche.

Al día siguiente Jorge y Fidellia, se fueron a vivir a Singo, la finca de María del Tránsito, un terreno que le heredo su madre Alejandrina. Una casa grande, construida con ladrillos de barro, cubiertos por una capa gruesa de barro mesclado con boñiga o excremento seco de caballo; que le daba un color grisáceo al muro. La casa era un lugar rodeado por una gran extensión de cultivos de café, en los que trabajaba Luis Jaramillo (el padrastro de Jorge. Pues vivía con su madre) un hombre de poca estatura y delgado,

Don Luis llevaba los grandes bultos de café cultivados al pueblo para venderlos, Jorge se encargaba de administrar el negocio de su madre —un pequeño supermercado.

A pesar de que era una casa grande, solo tenía dos cuartos grandes. Jorge y Fidellia, llegaron a dormir en un curto de dos camas, una para ellos y la otra para María del Tránsito. Luis Jaramillo; dormía en el cuarto de al lado. Jorge y Don Luis, salían los fines de semana a beber a las tabernas, dicha que duro hasta que llego el día en que Luis Jaramillo, sufrió una fuerte caída rompiéndose la pierna derecha, impidiendo las posibilidades de trabajar, y de salir de fiesta, no le quedo nada más que postrarse a una silla.

María del Tránsito, le hacía emplastos de contra rotura; tomaba las hojas de vejuco que colgaba de un gran árbol, se las colocaba en la cadera, después de haberlas puesto en agua caliente. Después de llevar barias semanas con los emplastos, logro caminar, pero aun así debía conservar el descanso. Cuando no estaba su mujer, era Fidellia quien le llevaba la comida hasta la habitación, después de un tiempo regresaron sus hijos de la ciudad de Medellín, tomaron sus corotos y se lo llevaron con ellos.

Fue aquella casa oculta entre el cafetal, testigo del primero hijo de Jorge y Fidellia, fue allí donde nació un pequeñito morenito de cabellos castaños y crespos, al cumplir seis meces de nacido, fue llevado entonces hasta el pueblo, y allí en la única iglesia ante el padre Marianito y, ante los ojos de las personas que asistieron a la misa del medio día, fue bautizado, con el nombre de Jorge Armando Gutiérrez Monsalve.

Ninguno de los familiares de apellido Gutiérrez, ni de los Monsalve, asistieron a la misa. Pues no había boletas de invitación, ni medios de comunicación, y mucho menos personas que les llamara la atención tan preciado acontecimiento.

En Singo el pequeño Jorge aprendió a dar sus primeros pasos, fue aquí donde, a la edad de tres años, salía de casa, y emprendía su camino carretero abajo, su madre Fidellia salía en su busca, a los alrededores de la casa, hasta que lo descubría subiendo la carretera de regreso a casa. Con los cachetes colorados, llegaba donde su padre para pedirle una gaseosa.

Un día por desgracia y en un descuido de su madre, emprendió la caminata carretera abajo, y para su sorpresa, se encontró con un extraño hombre; muy alto, de abundante barba, una larga cabellera; llevaba un enorme sombrero negro, con manos de abundantes pelos, tenía consigo un gigantesco y alargado bolso negro, lo suficiente para llevar una persona dentro. El pequeño, se quedó pasmado al toparse de forma repentina, con aquel extraño ser

—Hola pequeño —hablo aquel extraño hombre

Su madre de forma fugaz, lo busco a los alrededores de la casa, salió hasta la carretera, pero esta vez no pudo verlo de camino a casa. 

MÓVILWhere stories live. Discover now