Parte 10

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En un lugar lejano, remoto oculta entre las montañas de Colombia, en un profundo valle, dónde casi se rosaban dos grandes montañas; la primera se limitaba con una mediana llanura, dónde la luz del sol daba en picada, y se quedaba para acariciar la planicie.

Por el otro lado, eran las aguas de un gran río claro, que detenía la opuesta montaña. Aguas que bajaban desde las alturas de la montaña en unos desenfrenados rápidos que, al llegar a las planicies de aquella llanura, se hacían mansas, serenas y quietas; parecían un pedazo de cielo que se había caído.

En el corazón de aquel llano sobre una gran placa de grandes piedras manzana, se hallaba construida en enormes bloques de ladrillos lisos y cubierta por un tejado de zinc, la hacienda de Cañaveral, con dos amplias habitaciones; la puerta daba vista a un pequeño patio con un árbol de papayas, seguido de este, una amplia y verde maleza. Algún tiempo atrás esta llanura era habitada por amplios campos de caña dulce, de los cuales solo quedan unos pocos; de ahí el nombre ''La hacienda cañaveral''

De un costado de la casa, al lado de la trocha que descendía desde lo alto de la montaña, bajando hasta la cuenca de Cañaveral, y siguiendo su recorrido hasta bajar al puente para cruzar el río, pasando por la casa de la familia Villa, y luego partir, abriéndose  paso montaña arriba. Al lado de este quedaba un curvado árbol de Totuma. Del otro costado, un gigantesco árbol de higuerón, por el que se en marañaba un vejuco de maracuyá, y una liana de cidra, que se peleaban por abrazar el robusto tronco de aquel árbol.

Seguido de este, se encontraba el resto de la llanura, ya carcomida por el ganado; el llano era dividido por un pequeño camino, a mitad de este se encontraba la canoa, donde surtían los animales de vitamina —sal para las vacas y melaza para los caballos—. La trocha pasaba por una amplia playa, dónde se extendía el río en plena serenidad y quietud, por una amplia planicie de arena; allí la profundidad del agua no sobre pasaba las rodillas. Siguiendo el río, te encontrabas con la otra cara de la corriente, en esta parte la planicie de arena, se dividía en dos, dándole vida a un canal de arena, por donde se deslizaba el río con aguas turbulentas, con afán por bajar a nadar en el gran lago en quietud.

La playa que era dividida por dicho canal, se convertía en el habitad de exóticas Iguanas, reptiles que se alimentaban de las hojas de acacias, matarrata y ceiba; —escarbaban huecos en la arena, en donde ingresaban e incubaban sus huevos.

MÓVILWhere stories live. Discover now