Parte 3

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Fidellia al conocer a su cuñado; hombre que, para ella era todo un príncipe. Le parecía ser creado y pulido por los mismos ángeles, con sus pantalones negros, camisa blanca de mangas largas y de botones, y su elegante sombrero Negro

—Ese hombre va hacer para mí —Se decía Fidellia mentalmente, día y noche.

El noviazgo entre Delia y Jorge, duro un buen tiempo, tanto que Jorge y su cuñada Esneda, se hicieron buenos amigos, cuando el noviazgo entre Delia y Jorge se dio a su fin, las conversaciones entre Esneda y Jorge, empezaron a tornarse un poco más constantes y, con temas de conversación fuera de contexto de lo que acontecían hablar.

—Yo quiero a Fidellia, ¿Cuántos años tiene Fidellia? —Le decía Jorge a Esneda

—Tiene diez y seis —decía Esneda

—Yo la voy a esperar a ella.

Cuando Fidellia finalmente cumplió los diez y ocho años; una mosca negra le sondeo la cara durante todo el día. Fidellia olfateaba sus axilas, se preguntaba si era la muerte disfrazada que venía a visitar la casa por segunda vez; la invadía un disgusto poco agradable.

Al día siguiente, sin inconvenientes y por medio de Esneda, llegó hasta manos de Fidellia la primera carta de Jorge, en dicha carta —aparte de decirle cosas bonitas como todo un poeta— Jorge también le pedía su mano. Por otro lado, a Fidellia no se le daba mucho el don de poetisa, le pedía a su hermana Esneda, que escribiera por ella sus cartas, convirtiéndose en su mensajera durante un largo tiempo, fue así como Fidellia y Jorge entablaron su noviazgo.

Los fines de semana, Jorge salía de casa, y caminaba hasta la casa de Fidellia, cuando estaba próximo a la hacienda, Jorge se escondía entre los árboles y desde allí, le silbaba a Fidellia para que saliera a la esquina a escondidas de su madre Margarita, y luego esconderse entre los arbustos para hablar de su día a día, de sus asuntos personales.

Al cumplir cuatro años de noviazgo y cartas, Jorge se sobre paso con las copas, y sin pensar tanto, salió de la taberna, camino trocha abajo, a eso de las once de la noche, llego a tocarle la puerta, pero nadie respondía a su llamado, insistió hasta que al fin alguien se mostraba en la ventana

—Compadre, traiga la guitarra vamos a tocar un rato —Grito Jorge al ver a Pedro García, un viejo y conocido amigo; un poeta, guitarrista y bohemio, que vivía solo en una pequeña casa que le dejo su madre, casa pequeña, con una huerta de tomates, cebolla y cilantro, con unos pocos arbustos de café, una casa bajo las sombras de dos grandes árboles de roble.

Salieron en compañía hasta la casa de Fidellia, a la cual llegaron a las doce de la noche, fue allí donde le pidió a su compadre Pedro García que tocara la canción, ''cuando las aves''; una vieja ranchera. Esa noche la señora Margarita, descubrió a quien iba dirigida la serenata, entonces salió de la casa y casi cargado, llevo a Jorge hasta la pieza de hospedaje, mientras que el compadre Pedro García, con los ojos arrugados, partió en dirección a su casa. Al día siguiente, con el acontecimiento que había sucedido en la noche, Margarita, sin dudarlo confronto la situación

—Bueno Fidellia y Jorge, si se van comprometer entonces se tienen que casar —las palabras de Margarita, los tomo por sorpresa.

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