Estuvimos encerrados en la casa durante lo que pareció ser una eternidad. Cada uno estaba por su lado, ya fuera toqueteando cualquier objeto que encontráramos o pensando en nuestra desafortunada situación. Para cuando creí que había transcurrido una cierta cantidad de tiempo prudente como para que pensaran que aquella chica se había vuelto algo parecido a "mi mujer", abrí la puerta y ambos salimos en silencio.
Ninguno de los soldados dijo nada pero sus sonrisas ladinas decían más que cualquier otra palabra. Tal y como esperaba, la chica había vuelto sana y salva con el resto de mujeres que yacían en el suelo sollozando o con la mirada perdida en sus faldas.
Después de escuchar el discurso del rey nos fuimos a dormir, no sin antes tener una especie de celebración, en donde se les obligó a las mujeres a que danzaran durante horas.
Cada tantos minutos mis ojos se abrían, encontrándome con la oscuridad que nos rodeaba a todos. No podía dormir, la imagen de la niña sin vida y visiblemente corrompida me lo impedía. Si tan solo hubiera intentado ayudarla... Sí, tal vez ninguno de los dos habría vuelto a ver el sol pero al menos mi conciencia hubiera estado tranquila aunque... Con tres de los soldados más fuertes sujetándome, la idea de haberla podido ayudado parecía imposible.
— ¿No puede descansar? — Preguntó la voz suave de una mujer.
Podía asegurar que ella no estaba cerca de mí cuando me había quedado dormido y que tampoco la había escuchado acercarse. ¿Cómo había llegado a mi lado? ¿Por qué se acercaba aun sabiendo que estaba rodeada de soldados depravados?
— No debería estar aquí. — Como si fuera una respuesta, la chica cuyo nombre desconocía alzó sus brazos.
Atada, la habían atado de manos y pies.
— Nos llevaran a sus tierras. — Me informó lo que ya sabía.
Aquellas que no habían sido asesinadas iban a ser esclavizadas, ya fuera como sirvientas sin recibir un sueldo o como prostitutas, como iba a hacer el caso de muchas de las más jóvenes.
— ¿Cuál es su nombre? — Ella se removió un poco, intentando buscar una postura menos incómoda.
— Catalina, ¿y el suyo? — Debía admitir que tenía un bonito nombre. — ¿Qué nos harán?
— Archie. Será mejor que no haga preguntas de lo que sabe la respuesta. Descanse, marcharemos con el alba. — Luego de haberla regañado, dije exactamente las mismas palabras que había pronunciado el rey de Prifac después de la celebración.
Volví a acostarme sobre el duro y frío suelo e intenté conciliar el sueño.
— Deje de mirarme. — Si la mujer no dejaba de observarme no iba a poder descansar.
Era incómodo sentir sus ojos fijos en mí, tanto que prácticamente me sentí acosado.
— Lo lamento. — Murmuró por lo bajo.
Poco después volví a cerrar los ojos y como no tenía una mirada constante e insistente sobre mí, caí rendido sin que nada me lo impidiera.
Si bien el viaje había sido tortuoso, Prifac había hecho cosas horribles y aquella ciudad se había vuelto un cementerio que pronto comenzaría a ser una extensión más de las tierras de aquel rey, lo único que me aliviaba era saber que no tenía que presenciar una masacre parecida en bastante tiempo. Él, como había estado satisfecho de lo ocurrido en Tizdag, tomó la decisión de llevar a las mujeres a Prifac y con otro grupo atacar el otro pueblo.
Según había escuchado de la boca de muchos de los soldados, aquella era una estrategia nueva y arriesgada pero para mí era perfecta dentro de lo que cabía. Era únicamente perfecta porque no iba a estar allí, hiriendo a personas y viéndolas morir pero por todo lo demás era igual de espantosa.
Cuando el alba estaba por salir todos nosotros ya estábamos despiertos y listos para volver.
Estaba ansioso, mis manos sudaban y no podía quedarme de pie en un solo lugar por demasiado tiempo. Por extraño que pareciera, quería volver al lugar en el que por tanto había sido torturado y había sufrido. Deseaba llegar, darme un buen baño e ir con Bastian y Delora.
Pensarlos durante todo el viaje había sido un calvario porque ni siquiera sabía si iba a volver a verlos hasta que el alba salió y me hallé con vida. Tal vez mi trabajo de protegerlos se estaba convirtiendo en sobreprotección y eso no me agradaba. Sí, debía protegerlos pero de eso a no poder esperar para ver si estaban bien era ir de un extremo a otro.
— Espero que me hayas hecho caso, mujer terca. — Murmuré para mí mismo, recordando la última conversación que habíamos tenido.
Todos, soldados y mujeres, comenzamos a caminar con la orden dada por el rey. Mientras nosotros marchábamos con calma y relativamente relajados, las mujeres iban tensas y eran empujadas cada tanto para que no se detuvieran o pudieran escapar. Estaban atadas, sí, pero eso no era un impedimento para que un par de ellas pudieran cortar las sogas que las mantenían presas y pudieran huir, dejando al resto atrás.
Aunque mis pensamientos pudieran ser crueles y reprochables, la realidad era que ellas terminarían acostumbrándose a lo que fuera que el futuro les tuviera preparado. No lo pensaba porque fuera machista y me agradara que una mujer se prostituyera para satisfacer mis más oscuros deseos, no, en absoluto. Lo pensaba porque a pesar de que no nos agradara lo que estábamos obligados a hacer, Prifac lograba someternos hasta quebrarnos mentalmente para utilizarnos a su gusto.
Podía ser contradictorio debido a que me había negado a tocar a una chica que no era mi esposa, pero la realidad era que si me obligaban a hacer una barbarie mientras tenían a alguien amenazado de muerte, probablemente lo haría. Así era Prifac, rompía cada pedazo de las personas y las armaba a su gusto, lo había hecho con Delora, conmigo y lo haría con ellas.
A la distancia pude ver el cabello desordenado de la joven con la que supuestamente había tenido intimidad y quien parecía intentar liberarse.
—Tonta. — Susurré con cierto fastidio.
¿Por qué estaba siendo tan evidente?
Sabía perfectamente que no había sido el único en darme cuenta. Si yo siendo el nuevo me había percatado, no quería ni pensar en cuantos más lo habían hecho.
Caminé discretamente hacia donde se encontraban todas y cuando me encontré a su lado sostuve sus manos con fuerza, gesto que pareció agradarles a quienes las vigilaban. Definitivamente se habían dado cuenta, solo habían estado esperando a que comenzara a correr para cortarle el cuello.
Me había acercado para ayudarla y al final me había ganado un poco de confianza de aquellos hombres, genial.
— La están observando, tonta. — Murmuré entre dientes. — Deje de ser tan evidente porque la han visto y solo esperan a que corra para matarla.
— ¿Cómo lo sabe? — No podía creer que a pesar de haber nacido en aquellas problemáticas épocas ella fuera tan ingenua.
— Porque yo me encontraba más lejos y la vi. Ahora imagínese a estos hombres teniéndola cerca... — Tragó saliva con tanta fuerza que logré escucharla. — Sea cuidadosa, no solo usted podría ser asesinada.
Liberé sus manos y volví a mi posición como si nada hubiera sucedido. Lo único que había cambiado era que aquella chica ya no intentaba escapar o al menos no lo hacía de forma evidente.

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Llamas Eternas© EE #5
Fantasía💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Quinto libro de la saga EE.• •Es necesario leer el cuarto libro para comprender lo que ocurre en la historia.• Para alguien que le temía a todo la mejor o...