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Delora gemía, suspiraba e hiperventilaba pero no era por gusto, no, era debido al dolor. Solo había pasado una semana desde la repartición de besos cuando comenzó a quejarse de dolor en la parte baja del vientre. Yo no era médico y en ese momento me odié por haber construido una casa lejos de todo.

Resultaba ser que mis cálculos habían sido erróneos.

No era médico y tampoco partero pero ahí estaba, intentando ayudar a mi mujer a que diera a luz. No había anestesia, solo un paño que morder para que sus gritos se amortiguaran. No había un experto que pudiera ayudarnos, solo un tembloroso hombre que luchaba por no desmayarse y dejar sola a su mujer en mitad del parto.

— Respira y puja. — Hablé despacio, intentando calmarme y no alterarla. — Eso es cariño, respira y puja.

— No puedo. — Su rostro se encontraba rojo debido a la fuerza que estaba haciendo.

— Respira, pronto pasará y podrás tener en brazos a nuestro hijo. — Podía ver su cabeza pero tirar de ella era imposible, principalmente porque temía matar a mi hijo o hija y en segundo lugar porque no estaba lo suficientemente afuera como para poder hacerlo. — Lo estás haciendo muy bien, eres maravillosa.

— Archie...— Su voz salió con dificultad.

Temía que mis palabras pudieran desesperarla pero sentía que si no le hablaba podía ser peor. Mi intención era apoyarla, hacerle ver que no se encontraba sola, que estaba allí para ella y nuestro hijo.

— Eso es mi cielo, respira. — Respiré con ella, pausadamente y profundo.

— No puedo. — Por algunos instantes dejó de pujar entre lágrimas y me alarmé, aunque pocos segundos después su cara volvió a tornarse de un potente color rojo cuando retomó los pujidos.

— Vamos mi amor, falta poco. — Mentí descaradamente pero es que no podía decirle que faltaba todo. — Eso es, eso es... Eres increíble, lo estás haciendo de maravilla pero no te detengas.

No paró de hacer fuerza hasta que por fin pude tomar la pequeña y frágil cabeza para ayudarla. Con cuidado, temor y lentitud comencé a tirar, logrando ver el rostro, luego el cuello, pecho y por ultimo las piernas.

Mi cuerpo completo se relajó cuando nuestro bebé estuvo entre mis brazos pero no dejé de estar alerta ni siquiera cuando le di la nalgada para que llorara.

— ¿Estás bien? — Fue lo primero que se me ocurrió preguntar. — Dame un segundo mi amor, déjame cortar el cordón umbilical...

No tenía una navaja y mucho menos unas tijeras así que con temor saqué la espada y corté, asegurándome luego de que mi pequeña no hubiera recibido ni un solo daño.

— Mira mamá, soy una niña. — Susurré mientras se la acercaba a Delora, quien se veía terriblemente agotada. — Soy tan hermosa como tú.

Había sido duro, difícil y extenso, tal vez más horas de las que era capaz de imaginar. Sin embargo, la sonrisa que se extendió en sus labios fue suficiente para saber que todo iba a estar bien.

— Es tan frágil. — Susurró con la voz quebrada y corrí a buscar agua para ella.

— Bebe un poco. — Continué hablándole en un tono de voz bajo. — ¿Necesitas algo? ¿Quieres que acomode el lecho para que estés mejor? — A ambas preguntas negó sin alejar la mirada de nuestra hija.

— ¿Cuál desea que sea su nombre? — Dejé de admirar al pequeño y hermoso ser que se encontraba sobre el pecho de su madre para observar aquellos ojos llenos de amor.

— ¿Me dejaras nombrarla? ¿No deseas hacerlo tú? — Negó sonriente y supuse que se trataba de alguna tradición, ya fuera de Prifac o en sí de la época. — Am... Nuestra hija se llamará... Neferet.

— Neferet. — Repitió con una voz completamente diferente.

En su voz desbordaba ternura y amor, justo lo que mostraban sus ojos. La adoraba, era la primera vez que la veía y la tenía en brazos pero había sido suficiente para que aquella recién nacida logrado sacar gran parte de sus emociones. Esas que Delora había mantenido en la oscuridad, en algún frío rincón lleno de malos recuerdos.

— No lo recordaba así. — Murmuró y sus ojos comenzaron a cristalizarse.

— ¿Qué cosa? ¿Qué ocurre? — A pesar de que estuviera llorando no tomé a Neferet en brazos debido a que su madre parecía no querer alejarse de ella.

Algo dentro de mí me decía que ella necesitaba tener a nuestra hija en brazos por un largo tiempo y yo no era nadie para impedírselo ni deseaba hacerlo.

— Tener a un hijo en brazos... No lo recordaba así. — Y lo entendí, pude comprender a lo que se refería.

Su primero embarazo debió ser una verdadera tortura y viendo la forma en la que sostenía a Neferet, parecía que le habían arrebatado a Bastian de los brazos tan pronto había nacido. A eso se le podría sumar fácilmente el hecho de que no había sido madre por gusto ni mucho menos por amor.

Todo eso debió haber dejado cicatrices y algunas las estaba viendo en esos momentos.

— Somos una gran familia, una completamente distinta a lo que había en aquel lugar y por eso no debes temer. Aquí en nuestro hogar no habrá nadie más que cargue en brazos a nuestros hijos, solo nosotros. — Asintió mientras sorbía su nariz. — Mira, al final sí que tiene tus preciosos ojos y también es igual de hermosa que tú. Pareciera que la creaste tú solita y que yo solo fui el árbitro...

— Debería traer a Bastian. — No podía estar más de acuerdo con ella.

— Antes de irme a buscar al hermano mayor solo diré una cosa. — Su felina mirada se centró en mí. — Solo espero que no sea tan molesta como su madre. — Sus comisuras comenzaron a elevarse con rapidez y poco después de salir fui capaz de escuchar su suave risa.

Estábamos completos y felices, por fin nuestras vidas estaban tomando un mejor rumbo.

— Bastian. — Mi hijo mayor dejó de dibujar en unas hojas secas tan pronto escuchó su nombre. — ¿Quieres conocer a tu hermanita?

— ¿Es niña? — Asentí a su pregunta y rogué en mi interior, pidiendo que nuestra conversación hubiera servido de algo. — Debemos protegerla y... Le mostraré mis dibujos.

— Eso es, lleva tus mejores dibujos para que ella pueda verlos. — Entusiasmado ante la idea de que su hermanita iba a ver sus obras de arte tomó todas las que encontró y no me permitió ayudarlo.

Luego de que tuvo todo entre sus manos y brazos corrió hacia nuestro aposento para poder verla por primera vez.

Estaba feliz de tener una hermanita a pesar de que en un principio no le había agradado mucho. Al parecer sí había podido cambiar aquella mentalidad aunque fuera un poco.

Iba a borrar cada cosa negativa que había hecho Joun aunque tuviera que dejarme la piel. Por cada cosa mala yo iba a hacer el doble de buenas y al final iba a lograr que sus vidas en Prifac solo fueran lejanos recuerdos.

— ¡Madre, he traído mis dibujos! — Escuché que Bastian le informaba con entusiasmo y quise unirme a ellos.

Después de todo en el cuarto que compartía con mi mujer se estaba llevando una reunión familiar y no estaba dispuesto a perdérmela.

Llamas Eternas© EE #5Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ