Delora ya se encontraba tranquila cuando Neferet comenzó una fiesta a la que nosotros no habíamos sido invitados. Llanto y popis en el pañal, una mezcla magnifica si no hubiera sido porque a mí me había tocado limpiarla y cambiarla y Delora simplemente la había tomado una vez que se encontró limpia.
Que mujer tan astuta...
No deseaba alardear demasiado o pecar de soberbio pero comenzaba a creer que Delora se había ganado la lotería conmigo.
¿Quién en su sano juicio se ofrecía a cambiar pañales?
Yo.
¿Quién dejaba de besar a su mujer para limpiar a su hija?
Yo.
¿Quién la cargaba después de limpia?
Ella, la muy descarada.
Lo gracioso era que ni siquiera se había ofrecido a hacerlo, Delora había asumido que yo lo haría y como no podía dejar a mi muñequita sucia me había "ofrecido". Lo peor no era eso, no, lo peor era que sabía perfectamente que me sentía indignado y no dejaba de sonreír burlonamente mientras le susurraba a Neferet que su madre era mejor que su padre.
Mentiras. Viles y putrefactas mentiras.
No competíamos por el afecto de nuestros hijos pero Bastian y la pequeña Neferet sabían que yo era el mejor.
— Deja de mentirle a mi muñequita. — Me quejé. — ¿Acaso sabes cómo limpiarle las nalgas sin que se descontrole?
Porque sí, con nuestra hija había que tener una forma en específico porque si no ella terminaba orinándolo todo mientras se reía. Neferet había heredado la tierna maldad de su madre.
— Soy quien la alimenta. — Con su índice acarició la redonda y rosada mejilla de mi muñequita.
— Si yo tuviera senos también podría. — Ambos nos quedamos mirando y poco después comenzamos a reírnos como dos tontos.
De mi boca había salido una gran estupidez que incluso ella, nacida en otra época completamente diferente a la mía, había logrado entender.
Estuvimos riéndonos durante bastante, el suficiente tiempo como para que una leve llovizna se convirtiera en un gran aguacero. Sin prestarle demasiada atención al clima me acerqué a ambas, alzando el mentón de la preciosa mujer que cargaba en brazos a nuestra hija y besé castamente aquellos deliciosos labios.
— ¿Sabes lo mucho que me encanta besarte? — Delora negó levemente con los ojos cerrados. — Delora, sé mía.
— Soy su mujer. — Sonreí mientras negaba porque aunque me gustaba que lo dijera, no era lo mismo.
— No es lo mismo. No quiero solo estar unido en cuerpo, deseo que lo estemos también en... En algo así como en alma. — Lo había arruinado. Lo había arruinado todo por ponerme a pensar en que podría escucharse como un ritual. — Olvídalo, ya lo arruiné.
— En alma...— Murmuró.
— Escucha, lo intentaré de nuevo. — Inhalé y exhalé mientras trataba de concentrarme para no volver a dañarlo todo. — Quiero que ser tu compañero de vida, deseo despertar a su lado sin temor a lo que diría la gente de su época. Quiero que seamos un equipo, seamos Delchie contra el mundo.
— Delchie...— Sus comisuras se elevaron al escuchar semejante horror. — Me gusta y me gustaría ser su esposa.
¿Había escuchado bien? ¿No me había dejado a pesar de semejantes estupideces que había dicho?
— No juegues con mis sentimientos Delora. — Susurré, sintiendo que mi corazón se iba a salir de mi pecho en cualquier momento.
— Jamás me atrevería. — Y la besé, por supuesto que sí lo hice.
Besé, mordí, lamí y succioné hasta que nuestros labios ardieron. Solo entonces abrí los ojos para admirarla una vez más y solo en ese momento pude ver que no nos encontrábamos solos.
— ¿Confías en mí? — Asintió, visiblemente confundida por el cambio de tema repentino. — Ve con Bastian y no salgan del aposento.
— ¿Qué ocurre? — No quería asustarla pero tampoco quería mentirle, después de todo ella no era ciega, ni sorda y mucho menos tonta.
— Intenta no alarmarte, ¿sí? Actúa con tranquilidad. — Volvió a asentir. — Nos están observando, por eso necesito que vayas con Bastian y que no salgan del aposento. ¿De acuerdo? Delora, hablo enserio cuando digo que no salgas.
— ¿Quién nos observa? — Besé una vez más sus labios. — Archie.
— Soldados mi amor, soldados de Prifac. — De su rostro se fue todo rastro de color y se instaló el terror en sus ojos.
— Archie nuestro hijos...— Estaba comenzando a alarmarse y eso les dejaría saber que conocíamos de su llegada, lo que nos dejaba menos tiempo para actuar.
— Escúchame, necesito que te calmes. — Volví a besar su boca aunque cada vez se instalaba una desagradable amargura en mi paladar. — Detrás del aposento de Bastian se encuentran los caballos, suéltalos y súbanse a ellos. Necesito que llegues al pueblo más cercano y pidas refugio.
— ¿Y usted? No. No Archie, no. — Tomé sus mejillas entre mis manos para que su mirada se mantuviera fija en la mía.
— Haz lo que te digo, por favor solo hazlo. — No era momento para que se cerrara en lo que creía o no correcto, debía correr porque nuestro tiempo era limitado y teníamos dos niños que proteger. — Te amo, ¿me escuchaste? Te amo y cuando esto acabe vamos a casarnos y a tener tantos hijos como podamos.
— Deme su palabra de que saldrá con vida. — Ay por Dios, ¿cómo era posible que me hiciera eso en momentos tan tensos?
— No puedo prometer algo así pero puedo jurar que si no te vas en estos momentos voy a comenzar a perder la cabeza. — Con la barbilla le señalé el aposento de Bastian y por fin fue con él.
Estaba que me orinaba en los pantalones y es que no era para menos, debían ser cientos de soldados que se encontraban esperando entre las sombras para atacar a un solo hombre que estaba preocupado por su familia.
Siempre había creído que lograrían encontrarnos pero no esperaba que fuera tan pronto, no así.
Antes de tomar mi espada y salir a luchar me encorvé para no ser visto y fui al aposento de Bastian. Estando allí besé ambas mejillas y la frente de mis dos hijos, Bastian y Neferet, para luego besar los labios de mi mujer.
— Los amo pero corran sin mirar atrás. — Susurré sin haber alejado mi boca de la suya. — Te amo mi cielo.
Salí de allí conteniendo el llanto y empuñando la espada con la que defendería a mi familia. Estaba dispuesto a dar mi vida si con ello ellos salían ilesos y eran libres.
Por mi muñequita, por mi valiente caballero y por mi grandiosa prometida.
— ¿Cómo desea ser llamado? ¿Espía o traidor? — Aquella voz pareció viajar con el gélido viento y las heladas gotas de agua.
— ¿Cómo debería llamarlo? ¿Poco hombre, tirano, déspota, adulador del mal, maltratador, abusador, machista, pedófilo asqueroso, ruin, asesino o mal padre hijo de puta? — Me había salido del alma y no iba a arrepentirme de nada. — ¿Cómo se identifica mejor?
Uno por uno los soldados comenzaron a aparecer. Eran cientos, tal vez miles, todos y cada uno de ellos con sus espadas desenfundadas y listos para atacar.
— Así siempre ataca Prifac, ¿no? Casi siempre de noche, de la forma más cobarde y rastrera posible y si el enemigo es minoría mucho mejor. Así son ustedes, unos cobardes que no pudieron atacar a Britmongh como se debía porque iban a perder y mira que atacar a Tizdag cuando sabían que todos dormían...— Me reí aunque solo deseaba echarme a llorar. — ¿Eso hace un supuesto rey poderoso? ¿Acostarse con una bruja para que le otorgue poder proveniente del mal pero aun así decida atacar de noche? ¿Acaso es tan patético y débil? Sí debe serl...
Antes de que pudiera terminar mi discurso algo cayó al suelo cerca de mí. Sentí que mi alma abandonada mi cuerpo cuando vi aquellos dos pares de ojos aterrados y empañados por las lágrimas mientras mi dulce muñequita ni siquiera se enteraba de lo que ocurría a su alrededor.
— ¿Decía? — Una sola palabra y una sonrisa había sido suficiente para saber que se sentía superior y lo era, en ese momento lo era.

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Llamas Eternas© EE #5
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe la copia o adaptación.💫 •Quinto libro de la saga EE.• •Es necesario leer el cuarto libro para comprender lo que ocurre en la historia.• Para alguien que le temía a todo la mejor o...