¡¡Sorpresa!!

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Miradas confundidas, otras sorprendidas, confundidas y aterradas. ¿Cuánto tiempo debía simplemente soportar la desdicha de sus anomalías? Incluso en aquel edificio, en el lugar donde le habían acogido tras la muerte de su madre... Ahí había miradas de todos los tipos, pero menos positivas. 

Ryu fruncía el ceño mientras se encogía en la esquina del elevador, intentando ocultar sus orejas y cuernos con ayuda de la enorme almohada que sostenía, aquella que, sin quererlo, lo hacía más llamativo. ''¿Por qué no dejan de mirarme? ¡Solo déjenme en paz! Yo no los veo mal, yo no les tengo miedo... Déjenme en paz...'' Pensaba con insistencia al cerrar los ojos. Por eso es que prefería estar en casa, por esa razón, por esa incomodidad... Tener que soportar miradas ahogadas en el constante juzgar de sus características inhumanas. Pero había gente que no lo hacía, que jamás preguntó por sis anomalías y que nunca lo miró de mala manera por eso.

—Chicos... —musitó con tristeza.

La paz llegó cuando el elevador se detuvo, vaciándose por completo y con prisa. Los trabajadores de aquel edificio huyeron aunque su parada no se hallara en ese piso, y aunque normalmente sería algo doloroso; para Ryu fue la salvación misma. De alguna manera sintió como si el destino... No. Como si los chicos en los que tanto estaba pensando, le hubiesen dado una mano. Que lastima...

Ninguno estaba ahí con él.

Un toque agudo anunció su llegada al último piso del edificio. Tras horas de viaje y un tortuoso ascenso, finalmente había llegado al despacho de la persona por la que había pasado por tanto en los últimos meses. Karlheinz, conocido como ''Tougo Sakamaki'' en el banal mundo de los humanos, le esperaba al pasar la puerta que se encontraba frente a él.

Pero...
¿Puede simplemente abandonar a quienes se preocuparon por él?

Comenzaba a dudar. Recuerdos venían junto con el lento acercar de su mano a la dorada perilla de la oscura madera que obstaculizaba el camino hacía su supuesta libertad. ¿Por qué dudaba ahora? ¿No quería volver a sus comodidades? ¿No quería pasar el rato en una habitación para dormir sin preocuparse de nada? Sin tener a alguien que le estuviese molestando. La vida que tanto le gustas, en esos instantes, le parecía de lo más sosa.

Indeseable.

El recuerdo de Shu, quien nunca se opuso a que su cuerpo fuese usado como la cama de Ryu.
El recuerdo de Reiji, que aunque estricto, jamás lo sermoneo sin razón de estar preocupado por él y sus hermanos.
El recuerdo de Ayato, que era insoportable, pero sensible y adorable en ocasiones.
El recuerdo de Kanato, quien se ocultaba en una máscara de locura, pero no era más que un niño caprichoso.
El recuerdo de Laito, un pervertido de cuarta, pero jamás lo toco de esa manera.
El recuerdo de Subaru, quien parecía tan roto, pero era tan fuerte y comprensivo.
Los recuerdos de los Mukami... A quienes no conocía demasiado, quienes al inicio lo juzgaron con malos ojos, pero pronto lo abrazaron como un salvado más.

Tantos momentos se amontonaban en su cabeza... Desde su llegada, hasta el momento final de su estancia en las mansiones Sakamaki y Mukami. Dos veces había abierto los ojos tras el dolor de un pasado que no reconocía, tras creer que se había ahogado en una confusa y aterradora oscuridad, para encontrarse con los diez chicos ahí reunidos; con miradas aliviadas y con frases cariñosas hacia su persona.

—No puedo... Volve- —sus palabras fueron neutralizadas. Su mano se había apartado de la perilla de la puerta, pero cuando finalmente se había decidido, la puerta se abrió de golpe.

—Joven Shinohara... —musitó el asistente de Tougo. Ryu quedó helado, dando un paso hacía atras—. Demoraba demasiado, pensé que le había pasado algo en su camino hasta acá. Por favor, pase. El señor ya le espera con una sorpresa.

—¿Sorpresa? —interrogó Ryu con un pésimo presentimiento, mirando a las espaldas del supuesto asistente. Tragó en seco... Una sorpresa no era nunca algo precisamente bueno. No cuando iba de parte de alguien tan calculador como Tougo—. Lo siento, pero no tengo interés en su sorpres-

—¿En verdad, Ryujin? —resonó la voz del padre de los seis vampiros con los que residió... ¿Por qué ese nombre le parecía tan familiar? Tanto como su fuese el propio...

—¿Eh?

—¿Qué pasa? ¿Te he sorprendido? —interrogó el hombre con marcada sonrisa zorruna, lo único que resaltaba de él a través de la penumbra de su oficina—. Hablé un poco con tu amigo... Ese tipo cornudo e insoportable del basto reino de los demonios.

Ryu no entendía ni un poco de lo que aquel hombre decía, pero el eco de la molesta voz de dueño de invisibles hilos, llegaba hasta el fondo del ser del rubio. Firno, aquel azabache de arrogante naturaleza demoniaca, lo había notado... Hablaba de él. ''Maldita sea'' pensó el de oscuros mechones, mientras que el pequeño corderito comenzaba a retroceder con lentitud, sintiéndose atemorizado por lo que sucedía, mayoritariamente confundido.

A sus espaldas, la presencia del asistente de Karl lo sostuvo. Ryu no tenía oportunidad alguna de huir y lo sabía bien... La mirada radiante del rey de los vampiros se colocaba en sus aterrados orbes castaños, mientras su pequeño cuerpo de presa se limitaba a temblar; inmovilizado y acumulando lágrimas. ¿Por qué ese sentimiento le resultaba tan... Familiar? Tan conocido y amargo. 

—''Muerete, escoria'' —las palabras mencionadas por Tougo fueron como una llave, aquella que trajo al chico de dorados mechones una revelación del pasado que tanto había querido bloquear... Y entonces esa sonrisa que antes le pareció tan dulce, comenzaba a mancillarse, mostrando sus verdaderos colores.

—B-basta.... Por favor.... Deténgase. —musitó de manera débil, dejando que las lágrimas corrieran con lentitud por sus mejillas—. No quiero que me golpeen. Haré lo que me pidan, seré un buen chico... S-seré un buen chico... Lo prometo...

La mirada de Tougo quedó maravillada ante el efecto de tan simples palabras humanas, ¿Había encontrado la llave a lo que tanto había buscado? El cambio de color en los mechones dorados del cordero se lo dejaban de lo más claro, eran una mezcolanza de un dorado tan divino como los cielos, y un azabache tan oscuro como el bajo mundo demoniaco. Tan hermoso, tan impuro, tan oscuro y caótico. 

—¡¡Está aquí!! —Karl se pusó en pie de golpe, exclamando aquellas palabras con una euforia desbordante y una sonrisa de oreja a oreja que dejaba en claro sus ambiciosas intensiones. Sus brazos se extendieron hacia los lados y su depredadora mirada se colocó sobre quien se suponía era Ryu momentos en el pasado—. Finalmente... ¡¡La encarnación de un demonio más fuerte, incluso que el rey demonio!! Mi querido Ryujin Neif, Ven...

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¡Yoh!

Lo prometido es deuda, ¿No es así? Y estoy aquí para cumplir con mi palabra, así que les vengo con el desenlace por el que estuvieron esperando durante tanto tiempo.

Creo que he perdido un tanto el toque, escribo terrible... Pero me esforzaré por darles un contenido del que disfruten adecuadamente. zi.

En fin.~ El fanfic se comenzará a actualizar cada viernes, tal y como se había mencionado la última vez que me aparecí por aquí... Creo. ¡Así que espérenlo con ansias!

Si el capítulo les ha gustado, les ha causado intriga, o algo de desesperación/odio, ¡Denle a la estrellita! Saben que su apoyo me anima mucho y me otorga el poder de la inspiración. >:D

¡Cuidense! Besos con chandía.

~Unknown-Usser

💛💤Lazy Sacrifice💤💛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora