Epílogo

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TaeMin rodó los ojos al ver el mensaje de su novio, un típico «te veo en el parque» llegó en una notificación que hizo vibrar a su celular. MinHo solía hacerlo ir al menos una vez al mes, y sí, todavía le escribía cartas cursis que dejaba en otro árbol, pues el que solían usar fue retirado por el ayuntamiento por ser inservible, probablemente MinHo se haya deprimido más días de lo que hizo TaeMin.

     —¿Y ahora qué será? —dijo al aire, desviándose de su camino a casa. Tomó el autobús que le dejaba a dos cuadras de Sowol-ro, con los auriculares puestos, su mente estuvo lista para viajar por los recuerdos.

No había mejor momento para su vida que el presente, pocos tenían la misma suerte de poder trabajar en el conservatorio, más cuando las plazas se abrían cada año bisiesto, o ni siquiera eso. Su decisión desató la polémica entre sus padres, porque ser músico distaba demasiado de ser ingeniero termonuclear, como era su plan original. No habría podido hacerlo sin MinHo, por mucho que Jinki abogó por él, no fue lo mismo que cuando MinHo habló con sus padres y los encaró con la verdad.

Su maestría en pintura fue otra buena puntada de Choi, más que nada porque la estudió por capricho y placer, y para hacerse el interesante en los museos. Estudiar de algo que unía tan estrechamente a ambos le hacía disfrutar los fines de semana en la universidad.

No se queja, MinHo a veces tiene que viajar para promocionar sus cuentos infantiles, si un fin de semana le sobraba al mes, se lo dedicaba por completo a él. Le tranquilizaba saber que Choi estaría ocupado con sus fans de menos de un metro y medio en lo que él apuntaba las notas de clase.

Habían pasado los años, puede que sean demasiados o muy pocos, dependiendo de la perspectiva que se tenga. Para sus papás, fue un abrir y cerrar de ojos, para TaeMin, se sentía como la mitad de su vida o más.

Una vez que llegó al parque, su andar se volvió ansioso, así pasara el tiempo, las cartas de MinHo no dejaban de emocionarlo. El hueco del árbol fungía como buzón, por lo que TaeMin no se asombró de ver el pedazo de papel azul asomándose en el sitio.

Solo un par de veces se habían perdido las cartas, quizás niños o adultos demasiado curiosos las tomaron de su lugar, lo bueno es que no dejaron sus identidades al descubierto, pues MinHo siguió siendo M, y TaeMin pasó a ser el Joven Lee T.

Con la correspondencia en las manos, TaeMin se sentó en su banca, destapó el sobre y lo primero que vio fueron un par de boletos para una exposición «La esencia de Renoir» impreso en letras doradas.

     —No olvida ni un detalle.

Dejó los boletos en el sobre y se concentró en el papel doblado. La perfecta letra de MinHo le hizo suspirar, su toque único y el perfume que dejaba impregnado no había cambiado desde entonces.

''Para el más perfecto Joven Lee T., el dueño de mis sueños,

¿No crees que es un hermoso día para recibir esta carta? Me aseguré de que fuera un día soleado, pero al mismo tiempo con buen aire porque sé lo mal humorado que te pones cuando hace demasiado calor.

Todos estos años me han hecho conocerte incluso mejor que a la palma de mi mano (puedo apostar a que me sé más cada línea de la tuya que de la mía), así que no quería desperdiciar el momento para escribirte de nuevo.

¿Cómo te ha tratado la vida? Porque a mí me ha ido espectacular. No sé si te dije, pero escribí un cuento basado en ti, se llama «El Príncipe del Hielo» y a mi editor le gustó mucho que te describiera como un hermoso joven que va dando pedazos de calor que emanan de su dulce corazón. Antes de que bufes, ya sé que no te gusta ese sobrenombre, y ciertamente a mí tampoco me parece que encajes en él. Aun así, es más que cierto que tu corazón me ha dado los mejores momentos de calor.

Cartas para el Joven Lee [2Min]Where stories live. Discover now