Capítulo 5: Nueva ciudad

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Evan miró el albergue al otro lado de la calle durante largos, largos minutos. El típico edificio de oficinas construido con ladrillo rojo se veía deteriorado sin dar una mala impresión, tenía una gran cantidad de ventanas y una puerta principal de vidrio doble. Calculó cuanto podía gastar, cuanto debía ahorrar y cuanto duraría el dinero que tenía. La respuesta era quizás unas tres o cuatro semanas. Todo apuntaba a que tendría que pasar algun tiempo en ese lugar.

No podía pagar una habitación de hotel, ni mucho menos dar el primer alquiler para algún departamento, no conocía a nadie en la ciudad a la cual acababa de llegar. Revisando las cosas de Evan Clare solo encontró cajas de pastillas vacias que tiró esperando no estuvieran relacionadas con ninguna enfermedad grave, también algunos documentos doblados y maltratados, no tenía nada que le diera credibilidad para obtener un buen trabajo además de la identificación en la cartera. En su otra vida se había esforzado mucho para terminar rápido una carrera de contador. Ahora parecía que tendría que volver a esforzarse. Un ritmo mucho más lento.

Un albergue podría ser un buen lugar si sabías elegir el adecuado, ese se lo había recomendado uno de los conductores, asegurándole era un buen lugar para él. Evan ni siquiera le había dicho una palabra cuando el hombre lo había detenido para decirle eso e indicarle el camino tras bajar del autobús. Eso debía decir mucho de como se veía ahora, causar compasión era un pequeño contradictorio punto a favor.

El viaje en autobús había durado cerca de quince horas, toda la madrugada y mañana, había dormido unas cuantas horas, pero no descansado. Había tenido algunos sueños, que habían sido muy confusos. Se había dedicado a sostener a Chris contra su pecho asegurándose el niño descansará durante el trayecto.

Sus brazos dolían, pero no quería bajar al pequeño al suelo. De verdad necesitaba hacerse con unos zapatos para Chris.

A pesar de que pasaba del medio día, el día no era soleado, había nubes cargadas en el cielo gris ceniza. Evan cruzó la calle, para llegar a la acera frente al edificio. Un guardia lo miró al pasar por la puerta, una mirada crítica a la cual ya estaba acostumbrado desde su vida pasada.

Una joven de cabello negro y corto vestida informalmente lo miró con amabilidad desde una sencilla zona de recepción. Todo en el interior era igual de sencillo y confiable a primera vista, lo tranquilizó bastante.

—Hola. —Dejó las bolsas en el suelo sentó a Chris en una de las sillas de espera contra la pared de su lado derecho—. Espera aquí —pidió, tocando su cabeza.

Chris solo asintió, mirándolo con sus grandes y enternecedores ojos. Le preocupaba un poco el niño no estuviera hablando mucho. Lo atribuía al agotamiento.

—Mi nombre es Julia. Bienvenido a Santa Marie. ¿En qué puedo ayudarte?

—Soy nuevo en la ciudad y no tengo un lugar donde quedarme. Así que... vine aquí esperando puedan ayudarme. Uno de los conductores me recomendó este lugar.

La chica lo miró con compresión.

—Por supuesto. Debió ser Larry, es muy bondadoso, siempre nos envía a alguien —comentó con facilidad—. Es bueno que hayas venido a esta hora para registrarte y apartar un lugar. —Después de buscar le ofreció un par de hojas y una pluma.

Evan miró el formulario, descubriendo sería muy sencillo de llenar. Solo había una o dos cosas que no entendía. Al alzar la mirada encontró que la chica miraba cada poco a Chris.

—... Es mi hijo.

Sintió un extraño peso en su corazón al hacer esa declaración.

—Debo decirte que si no encuentras y demuestras que puedes solventar sus gastos podría tener que llamar a servicios sociales en un determinado momento. 

Despertando como un personaje secundario en una novela BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora