11. La pregunta.

7 4 17
                                    

—¿No quieres saber cuál es mi pregunta, Leonardo?

—No especialmente.

—Huy, qué mentiroso —ríe ella—. Notaba tus ojos puestos en mí todo este tiempo. Por una vez podrías ser sincero.

—Mi mirada ficticia en ti bien podría ser una proyección de tus deseos, ¿no crees?

—¡Y yo que pensaba que no sabías responder algo más profundo que unos monosílabos! Podría ser. Y si fuera, ¿qué? Tampoco has negado que no lo hicieras.

—Te miro tal como miro a Michaela...

—Me halagas.

—...o a las estanterías o las partituras.

—Me dueles.

Leo da un sorbo a su vaso de licor y se queda mirando fijamente a la pianista. No tiene intención de responder o seguir con esa conversación; aunque, sin duda, sí que siente curiosidad por saber qué es lo que quería preguntar.

—Y ya estamos con tu tan característico tosco silencio —se cruza de brazos e intensifican sus miradas silenciosas. Hasta que Darla suelta—: tú no follas mucho, ¿eh?

Se atraganta y tose el líquido fuera. Lucha durante unos segundos para recomponerse.

—¿Es esa tu pregunta?

—Es una simple observación —silencio—. ¿No vas a responder?

—No veo por qué te debería importar la respuesta.

—Soy curiosa por naturaleza. Como siento como que no me vas a responder, ¿qué te parece un intercambio? Yo pregunto algo y luego tú otra.

—No.

Desearía que Michaela no se hubiera ido alegando unos dolores en la garganta. No es que tema a Darla, teme lo que pueda sacar de él. No ha olvidado el extraño sueño de hace lo que parece la vida y tampoco... alguno que otro más reciente.

—Sí. Empiezo yo: ¿follas mucho?

—No voy a responder.

—O sea que no. Yo depende de la temporada. Últimamente no mucho, pero alguno que otro sí ha caído. Nada serio.

Leo no está acostumbrado a que una mujer hable sin tantos tapujos. Si su hermana fuera así, Leo estaría más que muerto. Y sus padres habrían resucitado del horror.

Darla se levanta y guarda la botella de licor. Deja el vaso en el centro de la mesa y se sienta al piano. Comienza a tocar una canción que no está en el reparto de la actuación.

—¿Sabes cuál es?

—No —reconoce muy a su pesar—. ¿Cuál es?

—Yo la llamo La terrible imagen de un hombre con nada que finge perfección. ¿Te suena?

No sucumbe a la provocación. Se recuesta en el sofá y cruza los brazos.

—No sé a qué te refieres.

Darla no deja de tocar. Leo tiene que reconocerlo, suena bastante bien y coherente para ser inventada.

—Te lo preguntaré sin más rodeos: ¿estás durmiendo en tu coche?

—Y yo te repito: ¿qué te importa?

—Mi cama es más cómoda que los asientos de un coche polvoriento.

Se queda perplejo por segunda vez en poco tiempo. No se esperaba aquello en absoluto. Darla se ha dado la vuelta. Sus facciones le informan a Leo de que habla en serio.

Una canción para LeonardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora