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|10|Vino añejo y café dulce

Las bellas tonalidades de los colores anaranjados del atardecer se reflejaban aquel par de ojos castaños únicos, como un niño pequeño Luca admiraba como llamativos trajes y bailables alegres se organizaban en aquella plaza debajo de la montaña donde se encontraba la organización. Amaba esa parte del edificio donde sentía la briza chocar contra su rostro, también tenía un enorme espacio para nadar bajo la gran cantidad de parvadas de aves exóticas como comunes coloreando aún más los cielos de aquella tarde, pero lo que más adora de ese sitio era la vista a su amado mar en el fondo. Simplemente ese era su lugar preferido y Ercole lo sabía.

Volteo al instante su mirada al escuchar el suave sonido de los palillos al separarse. No dudo en acercarse rápidamente a su cuidador para abrir la boca. Ercole rodeo la mirada antes de agarrar una pieza de nigiri y meterlo en la boca del monstruo cuidando que él no ensuciar el agua, como siempre. No pudo evitar sonreír ladeado al ver la expresión gustosa del menor.

–Sabes que puedes agarrarlo –comentó mirándolo con la ceja arqueada–. No soy tu sirviente.

Él lo miro confundido mientras masticaba, en verdad tenía la expresión de un niño inocente –aunque todos sabían que no lo era para nada–. Rodeo la mirada, sabía que Luca siempre aprovechaba su belleza para obtener lo que quiera, lo cual ya no funcionaba con él; cosa que provocó que el monstruo frunciera el ceño. Los dos habían hablado –bueno, Ercole le dijo todo lo ocurrido–, Luca se había enterado del plan completo que le tenían y como este se canceló. También le dio la noticia que Alberto se iría mañana, ya que no podían obligarlos a ambos. Por un momento pudo ver como eso si llego a desanimarlo un poco.

–¿Sientes algún dolor? –le preguntó en lo que tomaba ahora un makizushi y dárselo en la boca.

Negó a lo que él solo asintió y dejo a un lado los palillos para tomar otro paquete de comida. Luca se emocionó al ver los onigiris, salió del agua para sentarse a su lado en el concreto y abrir su boca, pero Ercole solo frunció el ceño y se lo entrego en su mano. El monstruo lo miro confundido e indignado.

–Te consiento demasiado.

Luca no expreso nada solo le dio una mordida a su comida, calmándose al instante al sentir el sabor. Era la única comida humana que le encantaba. Dejo caer su cuerpo en las piernas de su cuidador mientras seguía comiendo su onigiri con sus dos manos. Ercole exhaló pesado, pero no alegó solo comenzó a darle caricias en la cabeza del joven; obteniendo leves ronroneos por parte de él. Aún recuerda cuando era solo un niño desnutrido y lastimado, le tomó meses tener esa confianza.

No fue hasta que notó aquella mancha de piel humana en su mejilla; era como un pedazo de porcelana blanca entre lentejuelas brillantes. Curioso y asombrado apenas logro rozar su piel antes de ser empujado de manera brusca por el monstruo; quien no dudo en meterse toda la bola de arroz en la boca y lanzarse al agua al sentir el tacto. Provocando que Ercole se asustara y terminara completamente mojado –de nuevo–. Al menos no termino con la ropa rasgada como siempre. Aun así con fastidio se levantó para ir directo a una toalla que trajo junto con la comida. Comenzó a secar su rostro y brazos, esta vez sí fue su culpa; sabía que Luca no le gustaba camuflarse. En lo que se secaba escucho la puerta del habitad abrirse, lo cual no le tomó mucha importancia creyendo que se trataba de Guido viniendo solo a joder.

Pero al instante sintió un escalofrió en la espalda que hizo que dejara caer la toalla al suelo cono lo escuchar aquella tranquila y educada voz femenina:

–Buenas tardes, señor Visconti.

Volteó su mirada, sorprendido de que ella estuviera allí. La miro con extrañes e indiferencia a la pelirroja, no la había visto desde que Ciccio le notificó la decisión de su hermano de querer volver a Italia.

UNCOVER || LubertoWhere stories live. Discover now