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|37|Los monstruos nunca prometen

Costas de Sao Paulo, Brasil, diciembre de 1996

El constante tic tac del enorme reloj del despacho era notorio. El silencio entre la familia era tenso al punto que madre e hija simplemente miraban con pesar su reflejo en las tazas de té que sirvió el único humano. Daniela suspiró, dejando su porcelana en el plato de la pequeña mesita de té.

–No puedes unirlos a una temprana edad, mamá –alegó mirando a progenitora que bebía tranquilamente de su bebida–. Burbuja solo tiene cuatro días de nacido.

Nonna cerró su mirada y exhaló imitando la misma acción de su hija en dejar la taza a un lado. Bruno quien estaba a su lado podía sentir la tensión entre ambas, por otro lado Lorenzo acunaba entre sus brazos al bebé dormido. No le gustaba la idea que su pequeño tuviera un cortejado sin que él lo decidiera.

–Cariño, Burbuja es un Paguro con sangre Scorfano –le recordó con un tono serio–, ¿recuerdas todo lo que pasaste cuando tuviste tu primer celo? –inquirió arqueando su ceja.

Daniela se quedó callada y desvió la mirada molesta. Nonna por su lado se puso de pie y se acercó a la ventana para ver el patio de la pequeña casa donde estaba su cardumen. Necesitaba estar segura de la protección de su heredero. Ella sacrifico demasiadas cosas como para no proteger a su familia.

–Solo quiero lo mejor para él, muchos querrán aprovecharse de su puesto y sangre –cerró su mirada, suspiró antes de abrirla y ver de reojo a su familia–. Burbuja, tiene que ser criado como un monstruo sin olvidar sus valores, él más que nadie tiene que estar alejado del mundo humano; tiene que conocer el dolor como la bondad para ser el mejor líder.

–¿Y cómo planeas que ese niño lo cuidara? –alzó la voz asustando un poco a su pareja.

Esa pregunta provocó una sonrisa en la mayor y solo basto un simple aplauso lo suficientemente fuerte para que segundos después la puerta se abriera. Mostrando la figura de una mujer mayor de piel oscura y ojos obsidiana con su vestido azul celesta ella mostraba respeto a la familia para después hacerse a un lado descubriendo el cuerpecito de un niño menor de cuatro años. Castaño y ojos zafiro; el pequeño se mostraba nervioso como tímido, jugando con sus manitas al sentir las miradas de la familia de la matriarca de su cardumen. Daniela y Lorenzo compartieron miradas inseguras mientras que Nonna se acerca al escritorio del estudio para sacar de uno de los cajones un pequeño estuche de terciopelo negro. Sonrió al tenerlo en sus manos y sin pensarlo se acercó tranquila al pequeño.

–Hola, pececito, ¿sabes por qué estás aquí? –le pregunto en un tono suave y tranquilo.

Él la miro con ligero rubor inocente en su rostro, pero aun así asintió de forma tímida. Se soltó de la mano de la monstruo que lo trajo al momento que su matriarca estiro su mano hacia él, invitándolo a que la tomara. Y eso hizo. Nonna sonriendo complacida le mostro al pequeño a su hija y yerno; Lorenzo miro a su mujer esperando que ella dijera algo, pero nunca paso. Así que no tuvo de otra de levantarse para dejar a su hijo en la pequeña cuna blanca. Al dejar al pequeño entre las sábanas blancas, no tardo en inquietarse al ser separado de su padre, buscándolo por todos lados y cuando estaba a punto de llorar su abuela se acerca a él y le muestra el rostro inocente del niño. Los ojos azules y marrones se encontraron; ambas crías se miraron con curiosidad. Nonna no podía estar más que feliz ante la reacción de su nieto.

El niño tímido como curioso acerco su manita al bebé y él tomo su dedo con "fuerza", un leve sonrojo infantil adorno las mejillas blancas del mayor, su mirada azulada brillo aún más al ver como Burbuja esbozó un intento de sonrisa dejando ver sus encías rosadas.

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